Comenzaré por aportar un corte del programa de radio Julia en la onda de «Ondacero». No sé exactamente la fecha en la que se emitió pero fué en algún día previo a las elecciones municipales del 24 de Mayo del 2015.
Para ponernos en situación diré que en la campaña para las elecciones municipales aparecieron dos monjas en campaña posicionándose políticamente cercanas a posiciones de izquierda e incluso una de ellas decantándose abiertamente en favor de posiciones independentistas de Cataluña.
Escuchemos:
En este corte se escucha al mencionado ministro Jorge Fernández Díaz, al presidente del gobierno Mariano Rajoy, a la ministra de trabajo Fátima Báñez y a la ex-alcaldesa de Madrid Ana Botella.
El ministro del interior, Jorge Fernández Díaz, ha impulsado sin darse cuenta un pleito que esclarecerá definitivamente la existencia de la Virgen o, al menos, su existencia jurídica. La sección quinta de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional lleva casi un año tratando de dictar sentencia sobre la demanda que presentó una asociación defensora del laicismo contra la concesión, en 2014, de la medalla el mérito policial a la Virgen María Santísima del Amor para que «guíe a la Policía en la difícil misión que tiene encomendada».
Imaginaros que la Audiencia Nacional dictamina que no se puede honrar a alguien que no existe; que lo que hizo Fernández Díaz fue algo así como querer distinguir a Superman.
El asunto se parece a aquellos interminables debates medievales que trataban de determinar cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler o si Adán y Eva tenían ombligo.
Lo último que se sabe de este debate medieval en la España del siglo XXI es que la sentencia iba a salir pasadas las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Pero aún estamos esperando. En el Vaticano deben estar mordiéndose las uñas puesto que si los jueces españoles deciden denegar la condecoración por falta de base jurídica, la lógica escolástica entraría en acción y resultaría que al no existir la causa no podría haber existido el efecto. Es decir: Si no hay madre, no debería de haber hijo. Lo cual resultaría muy engorroso. La inesperada desaparición de determinadas primeras piedras sobre las que se edificó la Iglesia, dejarían toda la construcción como un castillo en el aire. Es lo mismo que ya les advertía San Pablo a los Corintios hablando del dogma de la resurrección de los muertos: «Si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana es también nuestra fe».
Jorge Fernández Díaz, muy devoto él, decidió condecorar en enero de 2014 a la Virgen, pero no contaba con que la asociación Europa Laica y el Movimiento Hacia Un Estado Laico (MHUEL) iban a acudir a los tribunales. La juez fijó fecha para una vista oral –es de suponer que sin llamar a declarar a la condecorada-. Iba a ser el 11 de junio, justo el día en que en Jaén celebran la Virgen de la Capilla porque en la noche que dio paso a ese día, pero de 1430, la Virgen en persona se les apareció, dicen las crónicas, a unas 300 personas.
Pero el 11 de junio del año pasado, por contra, no apareció en el juicio la Virgen por ningún lado. Y eso fue porque a última hora el Ministerio del Interior maniobró para tratar de suspender la vista alegando que la Virgen del Amor no era «funcionaria», por lo que era obligatorio que la causa fuera tramitada y fallada por una sala de tres magistrados. Así que la juez envió el asunto a la sección quinta de la Audiencia Nacional. Algo ya empezamos a saber: que la Virgen no es funcionaria pues, implícitamente, la magistrada así lo reconoció al trasladar el caso a una instancia superior. Eso tiene, de momento, una ventaja: el Gobierno ya se ahorra la devolución de una paga extra.
Desde entonces, el ministerio ha ido tratando de colocar palos en las ruedas del proceso abierto a la Virgen en España, una iniciativa judicial que nos valió un amplio reportaje de recochineo en The Wall Street Journal, el periódico que sólo profesa devoción al dinero.
Alguna ayuda le salió en el camino a Jorge Fernández Díaz. La pasada primavera, la cofradía malagueña que custodia la imagen pidió presentarse como codemandada, lo que obligó a abrirle hueco en el proceso y alargarlo aún más. Desde entonces seguimos esperando un fallo judicial que seguro sentará precedente. Pero puede ser explosivo. Si la Virgen resulta que no tiene entidad como para ser condecorada por el Estado Español igual se desata un efecto cascada y acabamos teniendo que aplicar un ERE de extinción a toda la empresa gerenciada en estos momentos por Jorge Mario Bergoglio. Y ya me diréis cómo introducimos en el mercado laboral a tanto párroco.
Pero si resulta que sí, que se puede condecorar a la Virgen puesto que tiene existencia jurídica, el asunto puede ser aún peor. Si, como sujeto de derecho, también se la puede demandar, por ejemplo, por incumplimiento de contrato, en caso de que hubiese desatendido alguna petición hecha por alguno de sus más fieles creyentes. Y, por tanto, habrá que condenarla. Imagina: si con la Pantoja ya se lió parda, qué podría pasar en un caso así.
Además: ¿la sentencia afecta sólo a la Virgen Santísima del Amor exclusivamente o también a la de Covadonga, Montserrat, la del Carmen, la de Candelaria, etc? ¿Recibirá el mismo tratamiento la Santina que la Moreneta, habrá equidad, equilibrio religioso-territorial? Aquí tenemos otro argumento más para caminar hacia la desintegración del estado español. Va a ser que Jorge Fernández Díaz calculó mal y que el celo devoto del ministro del Interior puede ocasionar un auténtico cataclismo que no va a purgar ni con cien mil años en el Infierno. Si es que quedase allí abajo algo de sitio libre para meter a más políticos, claro.
La virgen a juicio
