Si encargan a un arquitecto la construcción de un campo de fútbol cubierto intentaría hacer muchas cosas novedosas de seguridad y diseño pero seguro que no se le ocurriría colocar dos pilares en el centro del campo.
Si el encargo de un ingeniero es el de construir un puente seguro combinaría estética, funcionalidad y seguridad. Pero no colocaría un pilar del puente en mitad de la calzada de la vía que pretende esquivar.
Lo que puede tener seguro es que si el arquitecto o el ingeniero tienen esas ocurrencias serían desechados cuando presentaran sus proyectos por otros que, seguro, no tendrían pilares que molestaran. Obvio. Pero por difícil que pueda ser, hay ciertas personas que elogian esos proyectos y, no sólo eso, sino que le consideraran el profesional perfecto. ¿Lo considera improbable? Pues así son los del “diseño inteligente”.
Si concebimos la estructura y función de los seres vivos como algo diseñado, encontraríamos que el diseñador se ha entretenido en añadir extraños órganos y funciones que no son útiles y que provocan tantas molestias como un pilar en mitad de un campo de fútbol.
Órganos vestigiales como pilares en campo de fútbol
La naturaleza está llena de esos “pilares” que sólo se comprenden con los conocimientos que tenemos en anatomía comparada y biología evolutiva. Podremos comprender el porqué de estas estructuras sin función alguna y muchas veces molestas que surgen en el camino evolutivo de las especies debido a la continua adaptación al entorno cambiante perdieron su utilidad y reduciéndose hasta desaparecer con el tiempo.
Los seres vivos que actualmente conocemos, incluidos nosotros, somo una foto fija de una larguísima película en movimiento. Los seres vivos siguen cambiando y adaptándose hoy día, aunque nuestra corta existencia nos impida presenciar el proceso completo. Muchos órganos que perdieron su función han desaparecido pero otros aún están en pleno proceso y se mantienen como órganos vestigiales en diferentes estados de reducción.
El apéndice vermiforme es un órgano vestigial que parece presentar únicamente molestias e incluso, riesgo para la vida. Nuestra propia especie posee varias de estas inútiles, costosas, molestas y vestigiales estructuras. Como son, por ejemplo, las muelas de juicio que está aún perdiéndose durante la adaptación evolutiva del acortamiento de nuestra mandíbula. O el apéndice intestinal que carece de función y sólo es un remanente de un ciego que sirvió a nuestros ancestros herbívoros en la digestión de celulosa. El pliegue de la conjuntiva, vestigio de la membrana nictitante de otros animales o el coxis, restos atrofiados de la cola de nuestros antepasados, son otros ejemplos de este tipo de estructuras en los seres humanos.
Muchos otros animales presentan órganos en proceso de desaparición siendo innumerables los casos que podrían citarse. Desde los vestigios de extremidades en algunos reptiles como el eslizón, los pequeños restos de la pelvis de los manatíes y cetáceos o las alas posteriores de las moscas, reducidas a unos pequeñoshalterios.
No sólo órganos, sino ciertos comportamientos o procesos relacionados con estas estructuras en desaparición confirman la importancia que tuvieron en un pasado. En el caso del ser humano, la “piel de gallina” representa un reflejo vestigial que se produce con el frío o tensión. Actualmente representa una reacción completamente inútil, pero su función era la de erizar el pelo corporal para conseguir una mayor cámara de aire o aumentar la impresión de tamaño, según nos enfrentemos a bajas temperaturas o a un posible enemigo, respectivamente. El problema es que el Homo sapiens ha perdido casi totalmente la cubierta pilosa que cubría la piel de sus ancestros, pero aún mantiene esa erección del vello.
Otro caso muy llamativo es el de los cormoranes no voladores de las Galápagos. Estas aves, al igual que gallinas, avestruces y kiwis, presentan unas alas que no sirven para el vuelo. Lo curioso es que este cormorán ha conservado el típico comportamiento de secado de alas extendiéndolas al sol cuando no les es necesario. Le queda ese reflejo de su época en la que debía conservar su plumaje preparado para el vuelo. En este vídeo, Richard Dawkins lo explica claramente:
La realidad supera a cualquier ejemplo y así, un supuesto “diseñador inteligente” realmente no colocaría pilares en mitad de un campo de fútbol. A no ser que su intención sea el que se pueda morir de apendicitis o complicaciones en las muelas del juicio.

Siempre es un placer leerte, mi estimado Andrés. Después de cada estación que hago en tu blog, mi acervo cultural se enriquece. Tocas muy buenos temas. Saludos!
Hola Norwin
Gusto en encontrarte de nuevo.
El negar la evolución está fuera de lugar. Otra cosa distinta es conocer cómo se ha desarrollado y continúa haciéndolo esta. Qué mecanismos existen para que se produzca.
Un origen inteligente no tiene sentido y no sólo el observar estos “errores” vestigiales sino incluso la concepción actual de la naturaleza desmiente el hecho de un origen único e inteligente.
Imagina que tu eres todopoderoso. Imagina que tu poder es infinito y puedes hacer las leyes naturales que desees y los seres que tu creas conveniente, teniendo además en cuenta que eres infinitamente bueno. ¿Harías lo que existe actualmente? ¿Serías capaz de crear una concepción natural por el que unos seres, para sobrevivir tuvieran que matar y comer a otros? No tiene sentido. Sólo lo tiene desde un punto de vista natural y en constante cambio
Saludos Norwin