Cuando oigo lo de que hemos sido creados por un Dios TODOPODEROSO y ponen como prueba la maravillosa creación que somos como especie elegida. Sólo puedo intentar controlarme ante tanta vanagloria barata. Un ingeniero TODOPODEROSO seguro que tendrá planes muy sabios en cuanto a la construcción de sus entes. Sin embargo, este ingeniero omnipotente comete fallos muy evidentes. Muy, pero que muy evidentes.
En las siguientes entradas irán apareciendo fallos de diseño en el género humano. Y son fallos explicables y totalmente lógicos si se tiene a la evolución como mecanismo biológico cierto. Desde una lógica de una inteligencia creadora son totalmente absurdo. Ese creador sería un gran chapucero. Éstos son fallos que existen y que convivimos con ellos, simplemente, porque somos animales que evolucionan.
Comenzaré por el torpe diseño de nuestras cañerías
Dos estudiantes se encontraron con una tarea propuesta por su profesor. Diseñar una máquina que procesara agua, sólidos y gases. Algo, aparentemente, sencillo:
- Por un extremo de la máquina se introducirá agua, restos orgánicos y aire atmosférico.
- En el cuerpo central de la máquina se situarán dos procesadores independientes:
- Uno para descomponer materia orgánica y mezclarla con agua para luego expulsarla al exterior.
- El segundo procesador capturará aire del exterior y lo volverá a expulsar circulando de forma continua por el interior de la máquina como ventilación y mantener el sistema a una temperatura aceptable.
- El profesor puso sólo una limitación para el diseño: la materia introducida por ambos circuitos no podía mezclarse. Si esto ocurría (especialmente si el agua o la materia orgánica penetraban en el circuito del aire), la máquina tendría serios problemas de funcionamiento, pudiendo llegar a quedar inservible.
El diseñador inteligente
El estudiante 1 más metódico consideró que el que los compuestos se mezclaran era un gran problema por lo que comenzó dibujando un esquema que asegurar la independencia de ambos circuitos:
Ubicó sobre el papel la bomba de aire en un conducto y el dispositivo para descomponer la materia orgánica en otro, ajustando los tamaños, diámetros y colocación de forma precisa:
La turbina produce un flujo constante de aire que refrigera el interior de la máquina a la vez que se puede introducir agua y/o materia orgánica por el otro orificio. El procesador de materia orgánica entra en funcionamiento descomponiendo y mezclando para expulsar el resultado por el orifico de salida correspondiente. ¡Perfecto! Pero además, se le ocurrió introducir una mejora: Una serie de tubos que optimizaran la ventilación del interior del mecanismo, así como un pequeño filtro en la entrada de aire para que las impurezas arrastradas con éste no dañaran la turbina. Hizo sitio en su esquema y obtuvo el boceto final:
Acabó el diseño y se dispuso a construir la máquina según las especificaciones que planeó y se la entregó orgulloso al profesor esperando que le pusiera una buena nota.
El diseñador chapucero
El estudiante 2, menos analítico y bastante más chapucero, pensó que sería más rápido comenzar inmediatamente la construcción sin perder el tiempo en diseños previos. Así que cogió un bloque de metal e hizo un conducto con un orificio de entrada y otro de salida:
A continuación colocó la turbina y el procesador de materia prima en el conducto practicado, uno a continuación de otro:
Aquí, el estudiante 2 se encontró con su primer problema: La máquina necesitaba una perfecta sincronización entre la entrada de aire y la de las materias primas, pues no debían mezclarse en su interior. Pudo programar la turbina propulsora para que funcionara a intervalos intermitentes, pero esto le obligaba a introducir el agua y la materia orgánica durante los cortos períodos en que la turbina estaba parada. Tal procedimiento recalentaba demasiado la máquina al no presentar un flujo constante de aire y, por otro lado, no permitía asegurar una separación perfecta pues cualquier desajuste en la introducción de agua y materia orgánica producía la no deseada mezcla con el aire. Para colmo de males, la turbina se ensuciaba cuando las materias primas pasaban a través de ella, lo que hacía que tras unos pocos ciclos dejara de funcionar, quemando la máquina por recalentamiento.
A pesar de este mal funcionamiento el estudiante no estaba dispuesto a empezar de nuevo e ideó un sistema para separar la turbina de aire y el procesador de materias primas. No quedaba espacio en la máquina para situar un segundo conducto completo, así que redujo el tamaño de la turbina, hizo un hueco y colocó la nueva y reducida turbina en una ubicación paralela comunicada con el conducto principal mediante un canal secundario:
No tardó en aparecer un segundo problema: No había previsto ningún canal de salida de aire y, además, la salida de la turbina estaba parcialmente tapada por el procesador de materias primas. Así se le ocurrió diseñar una turbina de «ida y vuelta», de tal forma que durante unos segundos aspiraba el aire para, a continuación, invertir el funcionamiento y expulsarlo por el mismo camino hacia el exterior.
Para colmo de males encontró que el orificio de entrada era demasiado amplio, por lo que muchas impurezas penetraban en la máquina al aspirar. Pensó en colocar un filtro en la entrada, pero entonces el agua y la materia orgánica no podrían penetrar hasta el procesador. Su solución fue situar una tapa en el orificio de entrada, haciendo un canal auxiliar para aspirar el aire, en el que finalmente pudo colocar un pequeño filtro:
Así, cuando funcionaba la turbina en aspiración, se cerraba la compuerta del orificio principal, obligando al aire a entrar por el orificio secundario con filtro. Sin embargo, al invertir la turbina y expulsar el aire, éste podía salir por cualquiera de los dos orificios, en función de que la compuerta estuviera cerrada o abierta.
Este sistema solucionó en parte el problema con el aire, pero el circuito de ventilación era demasiado corto, por lo que se vio obligado a situar pequeños conductos auxiliares. Esto produjo un nuevo problema: Al ser un circuito cerrado, en los conductos auxiliares no se producía circulación alguna, por lo que colocó una pequeña turbina secundaria y sincronizada con la anterior para asegurar la circulación por el circuito auxiliar, junto con una serie de válvulas que forzaran la circulación en un único sentido:
Por fin, creyó haber terminado la máquina: El circuito de aire, aunque poco eficiente, funcionaba razonablemente. La desilusión llegó al introducir el agua y la materia orgánica: si la turbina estaba aspirando en ese momento, la mayor parte de éstos materiales eran arrastrados a la turbina, atascándola. Pero si la turbina estaba expulsando el aire, el flujo impedía que las materias primas entraran hasta alcanzar el procesador.
Desesperado, siguió probando soluciones, y finalmente se inclinó por instalar una válvula al inicio del canal de la turbina, de tal manera que cuando se activara, cerraría el conducto del aire hacia la turbina:
Probando esta última versión del aparato, encontró un último escollo: La compuerta de la turbina se abatía sobre el orificio de entrada de ésta tanto al entrar agua y materia orgánica como al aspirar aire, lo que bloqueaba el circuito. Estando ya realmente apurado, lo que hizo fue endurecer la articulación de la compuerta y taladrarla para que el aire pudiera pasar a su través sin ofrecer demasiada resistencia. Esto tenía un impedimento, y es que el agua o las pequeñas partículas podrían colarse en la turbina, pero confió en que no se introdujera demasiado volumen de agua ni materia orgánica demasiado fragmentada. Lamentablemente, estas medidas obligarían al procesador a trabajar más duramente y con menor efectividad, pero siempre sería mejor que atascar de forma irremediable la turbina.
Aunque no estaba demasiado satisfecho decidió que su máquina funcionaba de manera aceptable, así que la entregó y esperó la evaluación del profesor.
Tras examinar las dos máquinas, el docente no tuvo dudas sobre cuál de ambos estudiantes había trabajado de una forma más eficiente y rápida, así como cuál de las dos máquinas funcionaba mejor:
La evaluación fue, por lo tanto, muy clara: El estudiante 1 construyó una máquina sencilla, eficiente y segura en mucho menos tiempo que el segundo estudiante que utilizó muchos recursos de forma innecesaria y con unos resultados muy inferiores: La máquina se calentaba en exceso por el deficiente circuito de ventilación, tendía a atascarse, debía trabajar a mayor esfuerzo del debido y tenía muchas piezas que hacían más probable un fallo en el funcionamiento. Así pues, el primer estudiante obtuvo un sobresaliente, mientras que el sengundo recogió un aprobado raspado, gracias a que, por lo menos, la máquina funcionaba durante cierto tiempo.
Moraleja: un diseñador piensa primero y actúa después
A cualquier lector le habrá parecido el proceder del estudiante 2 inadecuado e ineficiente, y a todos se nos ocurren varias mejoras que podrían haberse realizado con muy poco esfuerzo y un poco de planificación. Si tuviéramos que elegir a uno de los estudiantes para que nos construyera cualquier aparato, creo que todos elegiríamos al estudiante 1.
Por el contrario, y lamentablemente, la naturaleza se parece más al diseño del torpe estudiante 2. La evolución no piensa antes de lanzarse a construir, sino que lo va haciendo sobre la marcha. Adopta soluciones, si éstas aparecen, que no tienen por que ser óptimas, sólo deben permitir que el organismo/máquina funcione algo mejor.
Y esto es lo que ocurre habitualmente en la naturaleza. Aunque nos parece que funciona a la perfección, muchas cosas que nos parecen asombrosas son una torpeza de diseño.
Examinando el diseño de nuestros sistemas respiratorio y digestivo, encontramos que el diseñador hubiera sido el estudiante 2 y no el impecable diseño del estudiante 1.
Los conductos de entrada de nuestro aparato digestivo y los conductos de entrada y salida del respiratorio se encuentran comunicados como el diseño del estudiante 2. La cavidad nasal se comunica con la cavidad bucal por un conducto común llamado faringe, por el que circulan tanto el aire que respiramos como el agua y los alimentos que tragamos. La faringe se bifurca en la vía respiratoria (laringe y tráquea) hacia los pulmones y la vía digestiva (esófago) hacia el estómago, existiendo una tapadera constituida por la epiglotis que tapona las vías respiratorias durante la deglución. Esto exige una separación temporal muy precisa entre las actividades de respiración y deglución, así como la interposición de varias compuertas y válvulas para evitar los cambios indeseados de ruta.
Lamentablemente, el sistema tiene tantos errores y riesgos como la máquina diseñada por el torpe estudiante 2: El aire, el agua y los alimentos se introducen demasiado frecuentemente por los canales equivocados, provocando a menudo problemas digestivos o, lo que es peor, atragantamientos que pueden desembocar en consecuencias tan graves como la muerte por asfixia.
¿Porqué no utilizar dos circuitos separados ya que nada obliga a compartir conductos entre ambos aparatos? Esto sería mucho más seguro y eficiente. La respuesta es que nuestra funcionalidad respiratoria y digestiva es producto de un diseño de una naturaleza que trabaja sin pensar y adoptando soluciones sobre la marcha.
No creo que cualquier persona religiosa atribuya este diseño a la premeditada inteligencia del ser superior al que adora, sería un menosprecio o -como indica el biólogo Francisco Ayala- una verdadera blasfemia.
