No matarás
A simple vista parece una norma razonable. Pero en la Biblia existen numerosos casos en los que la ira divina desea matar para complacer sus deseos. Hay castigo mortal para los sodomitas, los adúlteros o los enemigos del pueblo elegido. Pero no sólo en la Biblia, hay otros ejemplos que añaden confusión. Todos los ejércitos llevan su capellán castrense que bendice sus tropas, los condenados a muerte tienen a su lado a un sacerdote no para luchar por la vida del condenado sino para acompañar en el patíbulo.
Los pecados mortales que se definen en el Deuteronomio:
- Si aparece alguien entre ustedes diciendo vamos a servir a otros dioses, distintos de Yahvé, ese hombre debe morir»
- Si un hombre o una mujer va a servir a otros dioses y se postra ante ellos o ante el sol, la luna o las estrellas, los apedrearás hasta que mueran»
- Si alguno no obedece lo que se le mandó en un juicio en el que se comprometió jurando por el nombre de Yahvé en vano, ese hombre debe morir»
- Si un hombre tiene un hijo rebelde que no obedece a sus padres lo apedrearás hasta que muera.
- Si un hombre mata a otro, el homicida debe morir.
- Si una joven se casa con un hombre y resulta que no es virgen, la apedrearás hasta que muera.
- Si un hombre rapta a otro, el ladrón debe morir.
- Si un testigo injusto se presenta ante otro y da testimonio falso, lo harás morir.
- Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos.
En la Inglaterra del siglo XIX se intentó suprimir la condena a la horca para el robo, que incluía delitos por quince o veinte libras. Entre las fuerzas que se opusieron estaban los tres arzobispos que tenían representación en el Parlamento inglés.
Con estos ejemplos quiero mostrar cómo este «no matarás» tan divino ha sido desmentido por los propios eclesiásticos.
Más bien diría que el «no matarás» estaba destinado sólo al pueblo elegido de Dios porque él mismo ya se encargó de matar a los que no pertenecían a ese clan. Nadie admite el asesinato entre congéneres. Ni siquiera ocurre esto entre una banda de gángsters. La cuestión es si se puede asesinar a los otros. El enemigo es exterior, ajeno, el que es distinto, el que no es como yo. Esos no están protegidos por el «no matarás».
Ante tal avalancha de contrasentidos muchos dicen interpretar ese mandamiento no con el «no matarás» sino que sería sustituido por el «no asesinarás». Entonces la fórmula llena de obviedad proveniente de ses dios tan lleno de bondad se interpreta como que uno puede defenderse cuando lo atacan, reaccionar y matar a su opositor antes que éste lo mate a uno. La Biblia también contempla la pena de muerte en algunos casos, por ejemplo al que asesina. Cuando se cumplen los requisitos se enjuicia al culpable y puede ser ejecutado, debe ser ejecutado. Lo que está prohibido es el asesinato, y cualquier forma de quitarle la vida a otro individuo.
¿Entonces el matar a alguien porque sigue otro dios; es merecedor de muerte o es asesinato?
¿Cuál es la justificación racional del quinto mandamiento? La sociedad se basa en la confianza mutua de quienes la componen. Los que están en ella deben ser socios, cómplices en la vida, y no deben transformarse en los enemigos que la amenazan y la destruyen. El hombre que está rodeado de asesinos vive peor que en la selva, porque sus propios semejantes pueden representar el crimen.
De modo que hay una visión religiosa: «No matemos porque Dios no quiere que matemos», a pesar de que él nos mata a todos sin piedad. Pero, por otra parte, está el principio racional: no matemos porque eso destruye la sociedad y termina con la confianza imprescindible para que los seres humanos podamos reposar y descansar unos al lado de otros, sabiendo que nos guardamos las espaldas y no estamos amenazados por los que están cerca de nosotros.
El quinto mandamiento convierte el matar en un acto escandaloso por excelencia, la muerte en algo antinatural. Sin embargo, todos sabemos que la muerte es lo más natural que existe. El mismo dios que prohíbe que los hombres se asesinen unos a otros es el que ha establecido que la muerte es el precepto universal que prolonga la vida: morimos para que los demás puedan vivir.
Entonces la muerte es el gran instrumento, el mecanismo por el cual se prolonga la existencia en la naturaleza, en la divinidad, en la creación. ¿Cómo puede ser que ese precepto sea el más divino y el más natural? En el fondo los seres humanos hemos luchado contra la muerte y el asesinato, en contra de la naturaleza y la propia divinidad, que nos mata a todos por igual.
¿Y la pena de muerte? ¿Oyen a las diferentes confesiones cristianas airarse ante el país donde existe la pena de muerte? Justo en los estados de USA que hay pena de muerte es donde hay más concentración de iglesias cristianas ¿y no hacen nada? ¿Cómo puede ser que países que firman convenciones internacionales en las que se descarta la pena capital, la empleen dentro de su territorio por delitos menores al genocidio? Además el mantenimiento irracional de la pena de muerte tiene que ver con el deseo de venganza y de mantener un fondo de atrocidad colectiva que no mejora ni educa a ninguno de los habitantes de los países donde todavía existe.
Otra realidad atroz a lo largo de los siglos es la tortura, el empleo del dolor físico para obtener información, humillar o destruir a los contendientes y adversarios políticos.
Lo curioso es que uno de los elementos básicos de la justicia divina son las torturas del infierno y los castigos de los que tantas veces nos han hablado.
Es obvio que el quinto mandamiento se refiere a no matar personas. Entonces la cuestión es si un feto es una persona o un conjunto de células, cuyo desarrollo puede llegar a constituirse en un ser humano. A las dos o tres semanas de producida la concepción, ¿puede pasar a vivir en forma independiente de la madre? Es cierto que un conjunto de células que pueden llegar a formar un ser humano no lo son, de la misma manera que una castaña no es un castaño, aunque puede llegar a serlo. La cuestión es: ¿dónde se establece esa distinción? ¿Cuándo se produce el paso del embrión al ser ya realizado? Se trata de un tema que ha provocado muchas discusiones y que ha cambiado a lo largo de los años. Pensemos que en el pasado había menos abortos porque existía más infanticidio. A las niñas no deseadas se las ejecutaba, al igual que a los niños que nacían con taras.
Hoy por fortuna no existe el infanticidio, pero sí la polémica sobre el aborto. Por supuesto que abortar no es algo irrelevante. Creo que ninguna mujer lo hace por gusto ni por capricho. Se trata de un problema no sólo legal, sino también moral, y hay que planteárselo. Hay visiones diferentes, las laicas y las religiosas, pero dentro de estas últimas hay también divergencias en el tratamiento del tema.
En el caso del judaísmo está prohibido como concepto general, pero existe la posibilidad de realizar el aborto terapéutico cuando corre peligro el embarazo y la vida de la madre. El catolicismo condena de forma específica el aborto y lo castiga con la excomunión ipso facto.
Cuando se habla de no matar parece que uno se refiere a no matar al otro. Pero ¿qué pasa con los suicidas, los que se matan a sí mismos? Allí existe una complicidad entre el delincuente y la víctima. Es decir, son la misma persona. Podríamos decir que es el único crimen realmente perfecto; el asesino —el suicida— nunca puede ser castigado.
Si consideramos que la vida humana está en manos de Dios, que es una propiedad divina, que sólo somos usufructuarios o que vivimos de alquiler, entonces no tenemos derecho a quitárnosla. Otra cosa es si pensamos que la vida es un bien al que le debemos dar una jerarquía: alta, baja o sin ningún tipo de interés. El suicida lo único que hace es renunciar a algo que ha sido un bien, y que ha dejado de serlo. Tal vez uno pueda suicidarse incluso por amor a la vida. Uno ha amado tanto la vida y las cosas buenas que ella tiene, que no se resigna a aceptarla cuando carece de lo que la hacía apreciable. Para los judíos es tan condenable el suicidio como el asesinato.
Séneca defendió la licitud del suicidio. Otros lo han considerado como una agresión a los derechos de la divinidad, y hasta ha llegado a ser un delito en algunas legislaciones. Pero se trata de un tema de reflexión relacionado también con cuestiones como la eutanasia, que es la muerte que se da a enfermos terminales que no desean seguir viviendo; un fenómeno complejo que se plantea ante la decisión moral y jurídica en relación con este mandamiento. ¿Cuándo tiene un paciente derecho a pedir que sus sufrimientos se acaben, que no le prolonguen la vida de manera artificial? En síntesis, cuando un médico no sabe cómo curar a una persona y ni siquiera puede paliar de forma suficiente los sufrimientos del enfermo, ¿qué derecho tiene a mantenerlo vivo? Hay consenso en la sociedad: evitar el encarnizamiento terapéutico. Es decir, que no se hagan esfuerzos desmesurados, incluso inhumanos, por mantener a toda costa una vida, aunque sea vegetativa, en contra de toda voluntad y esperanza.
Pero una cosa es prolongar la vida activamente y otra es terminar con ella activamente. No es lo mismo mantener enchufado a un enfermo para seguir viviendo, que poner una inyección o hacer algún tipo de práctica que acabe con la existencia. Se trata de un límite difícil, porque la omisión de un tratamiento también es causa de muerte. Así es lícito el testamento vital. Es decir, un documento que firman los individuos cuando están en pleno uso de sus facultades físicas y mentales, y en el que expresan su deseo de no ser mantenidos con vida en caso de que sus posibilidades de supervivencia artificialmente.
«No matarás» es una ley de extremos, porque cubre las puntas de la vida. Por una parte, ¿dónde empieza la muerte, qué la produce? ¿Cuándo podemos dar por irreversible el fin de una persona? En el otro extremo: ¿cuándo empieza la vida, cuándo se da el nacimiento y un conjunto de células, un embrión, se convierte realmente en una persona?
El «no matarás» ¿afecta a la eliminación de un ser que es viable como persona al comienzo de la vida; o permite de alguna manera hacerlo al final? El «no matarás», como la propia muerte, pesa y está presente de forma permanente a lo largo de nuestra vida. Nos hace preguntarnos por nuestro origen y por nuestro fin, por nuestras obligaciones respecto de nosotros mismos, por nuestra existencia y por el mantenimiento de nuestra vida.

Esta claro que las religiones o se tiene fe o no tienen ni pie ni cabeza
El dios del 2013 es un dios bueno que solo hace bien y quiere ayudar ,para mi esta claro que todo es un invento humano nadie a vuelto para contarnos lo que hay después de la muerte cada uno en su época le echo imaginación si hoy hubiese un profeta de aquellos la Biblia seria una guía ética ni habría asesinatos ni ninguna atrocidad seguir las escrituras como si fuera palabra de dios es como seguir lo que dice cualquier ser humano pues esas palabras las escribieron seres humanos con mejor o peor intención hay infinitas posibilidades de imaginación divina que cada uno encuentre la que mejor le guste tenga fe y ya esta
Cualquier cuento que me invente sobre la marcha sobre el tema divino es igual de valido que las escrituras tienen las mismas posibilidades de ser la verdad palabra de humano contra palabra de humano lo divino igual existe pero aquí los humanos dependemos de los humanos para ayudarnos
Amor
Tolerancia
Humildad
Sabiduria
Fortaleza
1Prudencia
Sencillez
Inteligencia
Piedad
En fin si lo importante es ser feliz que cada cual recurra a lo que mejor se adapte a su imaginación
Hola Juan José
De acuerdo contigo pero con matizaciones.
Si los católicos, por ejemplo, son felices siendo católicos fenómeno. Pero si su ámbito de felicidad provoca que coarten mi libertad y mi forma de entender «mi felicidad» es algo a lo que no estoy dispuesto a ceder.
Y las religiones son muy dadas a invadir el espacio de todos, confundiendo ese ámbito que debería ser sólo para los católicos
Saludos