Es inevitable no acordarse de Ned Flanders cuando vemos a un creyente que comienza a «hablar» con su Dios. El éxito de los Simpsons es el exponer una serie de personajes con una personalidad muy definida y, en el caso de Ned Flanders, plasma la personalidad y pensamientos de los creyentes más devotos.
«La voluntad de Dios no tiene explicación, es como tratar de explicar porque vuelan los aviones»
Esta frase refleja la dualidad del pensamiento religioso y la ciencia.
Pero el aspecto que más me llama la atención de Ned es la frase utilizada en un capítulo dirigiéndose a su Dios:
Por supuesto, los creyentes encuentra en la muerte de los seres queridos el mayor momento de reflexión. La muerte de gente querida es una situación a la que, tarde o temprano, nos enfrentarnos todos por igual, creyentes y no creyentes.
Cuando ese momento llega, muchos creyentes se refugian aún más en su dios ya que una de las primeras funciones de creer en dioses es que sus paraísos ofrezcan algún tipo de consuelo a los que se quedan por aquí abajo. Pero en otros casos, al estado de shock inicial le siguen la inseguridad y las dudas sobre sus creencias.
Hasta que la muerte de alguien cercano nos sacude, el creyente puede vivir en un mundo relativamente manejable, con momentos duros de soportar pero sostenidos por la creencia en que su dios les protege.
La pobreza extrema, los terremotos, las inundaciones, los accidentes de tráfico, son cosas que vemos en las noticias y que sabemos ciertas. Pero lo observamos con una relativa lejanía. Es raro que alguien sea tan empático como para que la muerte televisada de mil hijos ajenos le haga sufrir ni la milésima parte que la muerte de un hijo propio.
El momento en el que sentimos la muerte inesperada de un ser querido es cuando parece que nos hace reaccionar, es cuando es posible utilizar el sentido común y atreverse a preguntar sobre qué tipo de dios bondadoso permitiría que viviésemos en un mundo lleno de niños esclavos que cultivan cacao para un chocolate que nunca probarán, que mueren por miles antes de haber podido siquiera saber lo que es un abrazo… si alguien se atreve, se le cataloga de demagogo.
La muerte es real
La gran diferencia entre los dioses y las cosas reales es que la realidad, aunque no quieras mirarla a los ojos, aunque la llames demagogia y no quieras sacarla en tus conversaciones, sigue ahí. Es cierto que se encuentra muy alejado de nuestra pequeña y cómoda burbuja particular. Pero por distante que sea ese punto, la realidad ahí sigue.
Cuando finalmente tienen que enfrentarse a una muerte no televisiva, a algunas personas les da buen resultado seguir creyendo en sus dioses y en sus cielos, y sumergirse aún más en el autoengaño, para aliviar su dolor.
La teología es como buscar, en medio de la noche y en un sótano sin luz, a un gato negro que, además, no está ahí.
- Robert A. Heinlein
Hay personas que obligadas por el destino a afrontar la realidad, se sentirán en la tierra no como caminantes en tránsito hacia otra vida, pues empezarán a sospechar que no la hay. Comenzarán a vislumbrar cuánta razón tenía Freud cuando escribió:
La idea de Dios no tiene su origen en ningún dios, sino en los seres humanos. En el sentimiento de frustración que el hombre dirige hacia un ser imaginario al que llama padre.
- Freud
Las creencias religiosas se parecen mucho a esas píldoras que el médico recomienda que tragues enteras, sin masticar. Porque una vez uno ha empezado a diseccionar, a hacer trocitos, a deglutir, a cuestionar la bondad y la utilidad de cada parte, uno se da cuenta de que el castillo de naipes se derrumba por completo. Quizá por eso tantas personas prefieren no cuestionarse nada en lo relativo a su fe: porque en el fondo saben que, si empiezan a hacerlo, si empiezan a dudar, el autoengaño quedará destapado por completo. Las creencias religiosas ofrecen consuelo y alivio a millones de personas en el mundo. Y los estados modernos deben garantizar que esas personas puedan seguir sus rituales y ceremonias en completa libertad, para que sigan disfrutando del confort metafísico que les ofrecen.
Pero no se ha de permitir que esas creencias interfieran en asuntos terrenales, porque la historia nos ha enseñado en demasiadas ocasiones que…
Quien puede llevar a otros a creer en absurdos, también puede obligarles a cometer atrocidades.
- Voltarie
