Añadiría como segundo título de esta entrada el siguiente:
¿Las religiones son respetables?
Puede ser lógico pensar que las tribus africanas en sus días, noches y estaciones a lo largo de años, decenios y siglos entiendan que todo nace y todo muere. Los animales que les rodea, las plantas e incluso ellos mismos nacen y mueren. Si su propia renovación era evidente al conocer que ese líquido espeso saliendo de sus cuerpos hacía evidente esa renovación al consumarse en la mujer haciendo aparecer vida dentro de ella…
Visto así pudiera parecer lógico que estas tribus tengan como costumbre el enterrar en la tierra su esperma haciendo movimientos como si la estuvieran fecundando. Estos rituales de la fertilidad se han estado haciendo por siglos desde que el hombre entiende el sentido mágico de la vida.
Es curioso. Esto se lo describí a unos creyentes en Sevilla, de los que sacan a hombros a su respectivo santo en las procesiones de Semana Santa y estos, ante mi sorpresa, se reían y bromeaban de tan salvaje costumbre.
¿Cómo es posible que señores que sacan a pasear maderos enjoyados, coman pan ácimo asumiendo que es carne, crean que una virgen lo fue antes, durante y tras el parto, recen para que sean oídos sus deseos, se santigüen como confirmación de su fe, crean en la resurrección de un tipo y que la tierra estuviera inundada de agua por un diluvio programado, etc? Estos mismo señores que piden, mejor dicho, exigen que sea respetado su credo. Luego se escandalicen porque alguien les diga las cosas tal y como son.
¿Es ridícula la costumbre de poner en tierra el semen para fertilizar la tierra? Sí, claro, por supuesto que lo es. Pero no es menos ridícula cualquiera de las costumbres, ritos y dogmas de cualquier religión respetable.
¿Por qué la religión merece respeto solo por tener la etiqueta de incuestionada? Cualquiera puede criticar cualquier idea y, sin embargo, cuando se cuestionan dogmas impuestos desde hace siglos se defienden como intocables. ¿Por qué?
El que yo pueda respetar el que alguien participe o no en actos públicos, no quiere decir que yo comparta no sólo sus creencias sino también el que se hagan públicas. Desde el momento en el que se saca a sus maderos enjoyados a la calle no sólo es factible el que se les pueda criticar, sino que también hacen ostensible su ridiculez. ¡Son ellos los que lo sacan a la calle! El que yo describa lo que siento al ver semejantes escenas solo es eso, mi opinión tan válida como la ostentación de pasiones expuesta por otros. ¿No?
Podemos discutir, criticar, debatir, arremeter y poner en entredicho miles de cosas. Me refiero a instituciones políticas y sociales, personas con altas responsabilidades en la administración, ciencia, arte, etc.
Se cuestiona la viabilidad de la monarquía; se pone en entredicho la conveniencia de la supervivencia de los sindicatos; de ministerios o incluso del sistema financiero; incluso en Cataluña se cuestiona su continuación como parte del Estado español para ser independiente; los ignorantes seguidores del creacionismo se burlan de investigaciones desarrolladas durante siglos y elaboradas por miles de científicos de todo el mundo y su único argumento es el librote bíblico.
A políticos o banqueros se les critica; y en revistas, radios o televisiones se les caricaturiza y ridiculiza. A los futbolistas se les insulta y encima estos no deben contestar a esas amenazas…
Es decir, parece que cualquier cosa puede ser criticada y ante el valor conseguido en las democracias occidentales referente a la libertad de expresión se admite incluso que los políticos sean insultados, silbados y vituperados y posteriormente se habla de que son actos que no deberían ocurrir pero que está en el sueldo de estos funcionarios públicos ya que es la forma de expresarse el pueblo.
Pero ¿Os imagináis a un grupo de personas que gritaran al Papa Benedicto XVI sobre su juventud nazi y las riquezas del Vaticano? ¿Os imagináis a alguien que simplemente diga que no merece ningún respeto un símbolo consistente en un cadáver colgado de un madero? ¿Qué pasaría si alguien dijera que lo que se toma en la misa es solo un pan y, además, de mala calidad? O ¿no es cierto que las vírgenes y santos paseantes en las procesiones no son más que escayolas y maderas convenientemente disfrazados?. Es decir, si alguien dice verdades absolutas…. Se le achacaría que faltan al respeto y se volcarían los voceros como un ataque a lo más íntimo de las personas. ¿Por qué? ¿Por qué se debe negar la palabra a verdades objetivas y ciertas?
Es hora de rechazar el tener que andar de puntillas al pasar junto a personas que reclaman respeto, consideración, un trato especial o cualquier otra forma de inmunidad, por el simple hecho de tener fe religiosa, como si tener fe fuera una virtud privilegiada, como si fuera más noble creer en afirmaciones sin fundamento y en antiguas supersticiones que el realizar juicios objetivos y razonables. La fe es una forma de compromiso con la creencia que contradice las evidencias y la razón, como se empeña en mostrar Kierkegaard diciendo que «la virtud de la fe es su irracionalidad», su ejemplo debería zanjar de una vez por todas el empeño de quienes se obstinan en defender que la fe es algo distinto a la irracionalidad.
Y es que la fe insulta mi inteligencia y mi raciocinio. No me pueden decir que una señora que parió a un hombre era y siguió siendo virgen y, además, eso lo determinaron señores rodeados de poder siglos después por conveniencia y, no conformes con eso, lo convirtieron en dogmas, es decir: no se puede discutir sobre ello.
Es hora de decirles en voz alta a los creyentes que sus decisiones personales son irracionales aunque tengan el derecho de seguir creyendo en ellas. Todo el mundo es libre de creer lo que quiera, siempre y cuando no moleste, ni coaccione (ni mate) a los demás; pero nadie tiene derecho a reclamar privilegios por el simple hecho de ser devoto de una u otra de las muchas religiones del mundo.
Así que es hora de exigir y aplicar un derecho que impida la interferencia de las personas y las instituciones religiosas: el derecho de evitarnos el afán de las comunidades creyentes de imponer su propia moralidad y sus prácticas a quienes no comparten su concepción de la vida.
Sin duda, los devotos de la religión reivindicarán que las opciones morales de la mayoría de la población se les imponen en forma de anuncios subidos de tono, palabrotas, sexo explícito en televisión y cosas similares; habría que recordares que los mandos a distancia de sus televisores disponen de un botón para apagar el aparato. Existen muchos canales televisivos religiosos, a los que yo no opongo objeción alguna (salvo que no sea pagado con dinero público) y me limito a no mirarlos.
Estos comentarios naturalmente enfurecerán a las personas de fe religiosa, que están convencidas de poseer un derecho indiscutible a que se respete su fe, así como un derecho a imponer sus puntos de vista a los demás.
Para oponerse a la previsible respuesta de los creyentes religiosos, sólo señalar que los individuos merecen respeto, en primer lugar y sobre todo, como individuos. La humanidad compartida es el fundamento último de cualquier relación entre personas o entre comunidades humanas, y las concepciones religiosas que fundamentan la diferencia entre los seres humanos asumiendo que su comunidad posee la verdad, o la santidad, o cosas similares, se sitúan en un punto de partida erróneo.
Podemos ganarnos el respeto de los demás siendo amables, considerados, valientes, fiables, afectuosos con nuestra familia, o defendiendo la paz, aspirando al conocimiento, amando el arte y la naturaleza, persiguiendo la bondad de la humanidad y cosas semejantes; pero también podemos perder ese mismo respeto siendo desagradables, mezquinos, codiciosos, egoístas, estúpidos o ignorantes, rígidamente moralistas, supersticiosos, violentos y otras cosas similares. Ninguna de estas características tiene una relación necesaria con la presencia o la ausencia de sistemas de creencias específicos, pues existen cristianos agradables y repugnantes, musulmanes agradables y repugnantes, y ateos agradables y repugnantes.

Si me dicen que la madre de Jesús era virgen incluso tras el parto. Lo lógico es que yo diga que es ridículo. Por favor, ¡¡No insulten mi inteligencia!!
De ahí que el respeto hacia nuestros semejantes se base por una parte en su humanidad, con independencia de las cosas que no se escogen (la etnia, la edad, la sexualidad, los dones, las discapacidades), y por otra depende de algunas condiciones que se eligen (la filiación política, el sistema de creencias, el estilo de vida), los argumentos que permiten explicar tales elecciones y la defensa que pueda hacerse de las acciones que se derivan de las mismas.
Puesto que ni la edad, ni la etnia, ni las discapacidades podemos elegirlas, debería protegerse a las personas de la discriminación por estas razones. Sin embargo nada de lo que las personas escogen en materia política, ni el estilo de vida o la religión, debería ser inmune a la crítica y a las bromas.
Quienes pretenden que las críticas o las bromas de la gente que no comparte sus puntos de vista son «hirientes» u «ofensivas», y asimismo quienes quieren silenciar a los demás imponiendo leyes o amenazando con la violencia, se equivocan:
- Socavan el valor central y fundamental de la libertad de expresión, sin la cual ninguna otra libertad civil es posible.
- Reivindican, aunque sin ningún fundamento justificable, el derecho a una condición especial y a un trato diferente por la simple razón de haber escogido creer en un conjunto de proposiciones
- Exigen que las personas que no aceptan sus creencias ni sus prácticas se comporten de un modo que implícitamente supone aceptar la consideración que los practicantes tienen de tales creencias.
Un aspecto particular del programa de respeto promovido por los religiosos son las apariciones públicas de la propia comunidad religiosa. Cuando las personas comparecen en el ámbito público mostrando u ostentando signos visuales que delatan su filiación religiosa, al menos una de las razones para hacerlo es conseguir que se les identifique como devotos de una determinada religión, y de refilón indicar que se les debe un trato especial que incluye el respeto.
Pero ¿por qué deberíamos dispensarle respeto automáticamente? Para muchos individuos la afirmación de una identidad religiosa como tarjeta de presentación ante el mundo es conflictiva en el mejor de los casos, y provocadora en el peor, a pesar de que la excentricidad de la indumentaria o de las creencias tuviera en otra época poca importancia ya que se englobaba todo en el supuesto de que todos pensaban lo mismo.
Pero una parte de la solución a los problemas debería ser que quienes piden indulgencia pública, de dinero público o de respeto popular, que sus creencias y sus prácticas religiosas personales defendieran también el derecho que tienen los que no tienen sus creencias a contradecirles. Ninguna comunidad religiosa, como institución, tiene más derecho a reivindicar las atenciones del resto de la sociedad que un sindicato, un partido político, una organización de voluntariado, o cualquier otra comunidad de intereses particular.
A nadie se le ocurría pedir que se respetara a los partidos políticos por el simple hecho de ser partidos políticos, o que se protegiera a sus integrantes de la ironía de los creadores de tiras cómicas. A nadie se le ocurriría tal cosa, y esto debería aplicarse a todas las comunidades de interés y a sus miembros, sin excepción.
Voy a acabar esta entrada dando la vuelta a la pregunta «¿las religiones no han de admitir ningún tipo de crítica o de comentario que les resulte ofensivo a los creyentes?». Si a algo que es ridículo aseguro que es en lo que yo creo: que es mi religión. Por el simple hecho de decir que es mi religión ¿tiene ya la etiqueta de «incuestionable»?.
Si yo proclamo que las jarras de agua tienen un significado de vida y de fertilización y que la jarra, como contenedor de ese agua y su facilidad de fluidez provoca en mi un sentimiento místico… ¿Nadie me pudiera decir que es ridículo lo que pienso sólo por que lo yo considero una religión?

Blogs como este, dan «oxigenación» al pensamiento. Es grato leer opiniones que buscan enarbolar el razonamiento por encima de atavíos dogmáticos impuestos por centralistas de la burguesía.
Gracias Pablo Nereida
Entiendo que el desvincularse de dogmas es realmente la mejor forma de entender la vida. Estás invitado a participar en el blog si desearas publicar algún artículo de opinión.
Hasta pronto