El papa Alejandro VI, español (Rodrigo Borja). Además de papa fue papá: tuvo, de los conocidos, nueve hijos; de ellos Lucrecia y Cesar son los más famosos, por razones diferentes, aunque ninguna para estar orgulloso. El comportamiento de este Papa no era insólito entre las altas jerarquías de la Iglesia. Eran otros tiempos. En los cien años que van de 1484 a 1585, seis papas tuvieron hijos ilegítimos. Desde el Concilio de Trento y por que los protestantes amenazaban, la Iglesia se autodisciplinó.
La moral de la época, con sus vicios y virtudes, influía también a la Iglesia. Por ejemplo, en los siglos siguientes, la ética de las clases medias, más rígida y estricta, fue la norma entre los clérigos, que, desde entonces, se ocuparían sobre todo de que los pecadillos no se vieran. Lo que ocurre es que parece como que era la Iglesia la que marcaba las normas de la moral (inalterables por el tiempo, que por algo es obra divina), pero no ha sido así en ningún momento de la historia.
En otros tiempos la infancia no existía, o, seguramente, como la pubertad y la adolescencia estaba en aquel entonces fuera de ella, se la veía mucho menos. Los abusos a los niños, por tanto, tampoco existían (¡si monaguillos hablaran!). La historia, que sólo trata de lo que existe, no ha registrado más que los manejos entre adultos; pero, de aquellos otros trajines, hubo y, además, la impunidad, que garantizaba el prestigio social del clero y la invisibilidad de las víctimas, debió ser un excelente caldo de cultivo, como se ha demostrado en Irlanda y se podrá demostrar en cualquier lugar por poco que se hurgue.
En estos tiempos la situación se ha invertido: los niños, adquieren una mayor importancia y cualquiera que meta mano ahí es, no solo reo de delito, sino también un pervertido.
Malos tiempos para la Iglesia
En estos tiempos todo se vuelve contra la Iglesia. Como si no fuera poco ponerse a escribir las normas y pregonarlas por púlpitos y cátedras, ahora les exigimos que además las cumplan. Y es que, como dice el cardenal Cañizares, hay mucha gente interesada en ocultar lo que de verdad importa, que es Dios, no lo que hagan o dejen de hacer los curas. Por su parte Benedicto XVI dice que lo que hay que castigar es el pecado y perdonar al pecador, y si alguien se pone bravo habrá que recordarle que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Puede que éste sea un golpe bajo, como dicen algunos hipercríticos ganados ya por Satanás, pero, qué queréis, aquí todo anda por los bajos, los que manosean los curas y los que les están tocando ahora a ellos.
