La Sexta es así.
Con La Sexta sabemos que tiene a Intereconomía como muñeco de pim-pam-pum, y no sin razón. Los asiduos lectores del blog habréis podido comprobar que la cadena de televisión Intereconomía ha sido protagonista en varios artículos que he publicado. Esta cadena tiene como símbolo identitario su orgullo católico. Eso da pie a que su hipocresía se evidente en toda su programación. Tanto en política como en el tema que nos ocupa, la religión y sus ideas casposas, para mí, ridículas.
Pero en el río de la hipocresía nadie se libra. Y unas veces se bañan unos y en otras ocasiones son otros. En esta ocasión voy a destacar la gran hipocresía de una cadena que siempre presume de progresista y profiere ataques directos hacia Intereconomía burlándose de su sin sentido y su falta de rigor. Esta cadena es la Sexta.
La Sexta o el ejercicio de la incoherencia
Hace un tiempo se mencionaba entre los corrillos de tertulianos la falta de rigor del periódico perteneciente al mismo grupo de comunicación que La Sexta, Público. Esta falta de rigor era debida a que el medio de comunicación que era el adalid contra el maltrato de la mujer, la trata de blancas y negocios fraudulentos, sin embargo, sea uno de los periódicos que aún conservan en sus páginas de contactos de ofertas de prostitución. Que conste que yo no critico el que un periódico lo ponga. Lo que critico es la falta de criterio a la hora de dar con la izquierda y guardar con la derecha… Eso es hipocresía, eso es mala praxis.

Uno de los estafadores: Sandro Rey
Pues mientras Público anuncia lo que critica, lucrándose con ello, La Sexta tienen en su programación de noche, a eso de las 2:30 una serie de estafadores que se dedican a afirmar que contactan con la gente que llama por teléfono, adivinan cosas de ellos y les dice cómo será su futuro en lo que ellos desean que les sea revelado. La Sexta se comporta como una cadena de tercera división sólo porque les aporta dinero. Hay otros caminos. Y no digo que sean mejores o peores, pero por lo menos son más coherentes con su línea editorial. La Sexta decepciona.
Basta estar un rato en La Sexta escuchando al llamado Sandro Rey o a Silvia Raposo, para percibir cuáles son sus «técnicas adivinatorias». Por su puesto que son unos profesionales. Los rateros tienen una gran habilidad para dar el tirón oportuno a la cartera del turista de turno, los cacos especialistas en reventar cajas fuertes son auténticos expertos en el arte del robo, tanto que sus propias víctimas suelen asombrarse del cómo pudieron hacer semejantes maldades. Nadie duda de la «profesionalidad» de estos esotéricos, quirománticos y estafadores de la inocencia.
Un prestidigitador, un mago engaña. Eso está claro. Su profesión consiste en eso. Engaña con la intención de que nos asombremos pues consigue hacer cosas que nuestra razón no es capaz de encajar. Pero lo hace. Por lo que nuestro asombro es real y, a la vez, nos gustaría que nos explicara el truco realizado para que nosotros pudiéramos presumir ante amigos o familia.
Pero sabemos que es un engaño. No son timadores. Presumen, con su engaño, de su habilidad para engañarnos y eso es lo que nos venden. Son totalmente honestos en el engaño. Nadie se puede sentir estafado.

Otra estafadora: Silvia Raposo
Sin embargo La Sexta da amparo y cobijo a estos señores y señoras que se dedican a AFIRMAR que ellos se comunican con muertos, leen e interpretan las energías y predicen el futuro. No hacen eso. No son honestos. Son estafa. La gente quiere que hablen con sus muertos y les revelen su futuro y estos señores dicen hacerlo pero sólo son capaces de aprovecharse de la predisposición de la gente a creerles para aceptar cualquier cosa que les digan como cierta. Y eso, bajo mi punto de vista, debería estar penado por ley.
Si alguien compra cualquier bien de consumo y se promete que tiene características que no tienen, eso es denunciable. Si alguien vende relojes sumergibles que se inundan bajo el agua de una ducha, eso es denunciable. Si alguien afirma que este coche utilitario adquiere una velocidad de 300 km/h y no llega a más de 120 km/h, eso es denunciable. Y lo es porque no es una estafa. Nos engañan. Nos dan algo que deseamos que tenga y no tiene.
Y no sólo es denunciable, sino que se anima a los ciudadanos a ejercer sus derechos y denunciarlo sin contemplaciones porque se lucran con nuestra confianza. Se lucran afirmando cosas que quisiéramos que tuviera el producto que adquirimos y, en realidad, no tiene. Me gustaría que mi reloj tuviera GPS, cronómetro, alarma y fuera sumergible por 4€ y, si el vendedor se aprovecha de lo que nosotros quisiéramos que fuera, para vendernos algo que en realidad no es. Así son todas las estafas.
La de la estampita se aprovecha de la codicia de la propia víctima para hacer el cambio de dinero que es lo que creen que tiene el famoso sobre, por los papeles de periódico que es lo que tiene realmente. Esa es la estafa. Esas son las estafas desde siempre.
Se prohibió en televisión que los anuncios dedicados al público infantil, como son los juguetes aparecieran con accesorios que no llevaran el juguete original o recreaciones que hicieran que el juguete pareciera diferente a lo que realmente se adquiriría en las tiendas. Y si esto ocurría, el anunciante debía hacer aparecer texto explicativo. ¿A qué se debió esta reglamentación?
Porque los niños querían lo que veían. Quizás porque ellos interpretaban que esas maquetas era lo que iba a obtener si le regalaban ese juguete… y su posterior desilusión. Había que protegerlos porque los niños se creen lo que ven. Se supone que los adultos serán capaces de tener un cierto espíritu escéptico y lo aplicaran a su vida haciendo que los anuncios en los que aparece una señora entrada en kilos con la barriga hacia fuera, y posterior fotografía de la señora con la barriga hacia dentro conteniendo la respiración se debía a sus esfuerzos por meter tripa y no por el milagroso producto antigrasa. Si esto es así. Si efectivamente este producto es una estafa lo ciudadanos esperamos que las autoridades competentes actúen y retiren ese producto de la venta a la vez que aplique justicia por lucrarse de nuestra confianza hacia ellos.
Pero ¿Por qué no se aplica esta misma forma de actuar con estos estafadores? ¿Por qué se les consiente sin pudor que afirmen leer el futuro llevándose el dinero oportuno para que luego salgan libres de cualquier sanción? Si aciertan son maravillosos y si fallan el culpable es el cliente que no siguió sus instrucciones o las estrellas intervinieron de otra forma…. Y siguen engañando, y siguen estafando. Y La Sexta cobijándolos en su programación.
La Sexta tiene un programa donde estos estafadores negocian con la inocencia de la gente. Yo no sirve el que se diga que mientras que la gente llame… Porque la gente debería escuchar algo así como:
Mire, yo no le predigo el futuro, lo que hago es que interpreto sus señales para venderle lo que quiere.
La sexta me decepciona. ¿Esta es la cadena de televisión de pone en jaque a otras tachándolas de casposas? ¿Esta es la cadena adalid de la libertad y del pensamiento racional y escéptico?
Pero voy más lejos. Por soñar no pierdo nada y es gratis. ¿Por qué no se sanciona al sacerdote que reparte pan malo diciendo que es cuerpo de Cristo? ¿Por qué no se sancionan a aquellos que dicen que orando se consigue cosas? ¿por qué se consiente como pilar básico de la sociedad del actual siglo XXI el que el engaño sea impune hacia los estafadores que venden humo? Y lo gracioso es que www.infocatolica.com afirma que «los esotéricos se aprovechan de la vulnerabilidad de la gente». Y ellos no. Le dijo la sartén al cazo.
¡Ah!. Señores de La Sexta, mientas que ustedes tienen en su programación a estos estafadores, Intereconomía ocupan ese mismo espacio televisivo con telecomerciales que, aunque pueden vender cosas que nunca usemos, por lo menos no caen en la bajeza moral de amparar a estos mequetrefes profesionales de la estafa. La Sexta debería mirarse el ombligo y quitarse esas pelusas.
