Cuando el matrimonio de José y María hace aguas…
En esta conversación imposible, si estos dos personajes hubieran sabido cómo se desarrollarían los hechos posteriores hace que este simulacro humorístico tenga todo su significado.
Enfadar a los dogmáticos no es bueno.
(Los dogmáticos abstenerse que no suelen tener sentido del humor)
- María: – ¡José! Tenemos que hablar
- José: – Acabo de llegar de la carpintería. Dame un minuto para cambiarme
- María: – Es importante.
- José: – ¿Qué pasa?
- María: – Siéntate.
- José: – Ve al grano y dime que pasa.
- María: – Vamos a tener un hijo.
- José: – ¡Al fin! ¡Vamos a la cama!
- María: – No, no. Ya estoy embarazada.
- José: – Que ¡¡¡¿¿¿Qué???!!!
- María: – Sí. Sí. Ya estoy embarazada. No es necesario que hagamos nada.
- José: – No estoy para bromas
- María: – No es una broma. Hoy vino Gabriel a avisarme.
- José: – ¿Y quién cojones es ese Gabriel?
- María: – El arcángel Gabriel. Vino a avisarnos que voy a tener un hijo del Espíritu Santo.
- José: – ¿Y ese quién es?
- María: – Es una de las personas de Dios.
- José: – ¿Personas de Dios? ¿En qué texto sagrado del judaísmo se habla de que Dios tenga distintas personas?
- María: – No importa mucho eso ahora. Gabriel me vino a avisar que Dios nuestro Padre está con nosotros y que llevo en mi vientre un hijo del Espíritu Santo.
- José: – ¿Pero Dios y el Espíritu Santo no son la misma cosa?
- María: – Sí lo son.
- José: – ¿Y nuestro Padre vino a decirte que vas a tener un hijo del él mismo?
- María: – No, no. Del Espíritu Santo.
- José: – Pero es lo mismo que Dios…
- María: – No, son distintas personas.
- José: – ¿Me estás tomando el pelo?
- María: – ¡No José! ¡Vamos a ser los padres de Dios!
- José: – ¡Mierda! ¿Dios Padre decidió que Dios Espíritu Santo engendre en tu vientre a Dios Hijo?
- María: – Sí, algo así.
- José: – Ok, María. Hagamos una cosa. Dime la verdad y prometo perdonarte. Pero no me vengas con estas historias.
- María: – ¡Te estoy diciendo la verdad! Dios no es como creíamos los judíos. Son tres personas distintas que siempre existieron y nosotros vamos a ser los padres de uno.
- José: – ¿Vamos a ser los padres de alguien mas viejo que nosotros?
- María: – Sí. Para que a través suyo se limpie el Pecado Original
- José: – ¿Y cómo lo va a limpiar?
- María: – Lo van a ejecutar en la cruz
- José: – ¿Lo van a matar?
- María: – Sí, pero va a resucitar.
- José: – ¿Y tanto lío para qué?
- María: – Para limpiar el Pecado Original de la humanidad.
- José: – ¿Y para eso hay que matar a alguien y hacerlo resucitar?
- María: – Es la voluntad de Dios.
- José: – ¿Pero no puede romper el hechizo con un pase mágico y ya?
- María: – No. El Pecado Original es algo muy fuerte.
- José: – Pero si es un invento suyo. Él lo inventó, él destruye. Como hizo con el Diluvio.
- María: – Ya ves que el Diluvio no sirvió para nada. En cambio nuestro hijo será el Mesías que hará milagros y resucitará.
- José: – Genial truco. Y va a ir como un superhéroe invencible luchando contra los pecadores
- María: – No exactamente. Una vez resucitado no va a perseguir a los pecadores en la tierra sino que ascenderemos a los cielos.
- José: – ¿»ascenderemos» quienes?
- María: – Él y yo.
- José: – ¿Y yo qué?
- María: – Tu te vas a morir un poco antes de eso, pero la historia te recordará como un santo: «San José»
- José: – No suena mal. ¿Y a vosotros cómo los recordará la historia?
- María: – Nuestro hijo será el Mesías Jesucristo.
- José: – ¿Y tu?
- María: – La Virgen María
- José: – ¿La «qué» María?
- María: – Virgen
- José: – A ver si entiendo: ¿Te van a recordar como virgen porque tuviste a tu primer hijo siendo virgen?
- María: – No. Me van a recordar como virgen porque siempre seré virgen.
- José: – ¿Cómo que siempre?
- María: – Sí José. Siempre.
- José: – ¿A ver. A mis 30 años me caso con un bomboncito de 18 y este logro no va a tener su recompensa nunca?
- María: – José, ¿tu siempre pensando en lo mismo?
- José: – ¿Siempre? Por lo que veo «nunca» debería pensar en ello.
- María: – Va a ser mejor que empieces a disfrutar otras cosas que no tengan que ver con el sexo porque si no vas a sufrir mucho.
- José: – Yo no pienso sufrir nada. Hay otras mujeres en este pueblo.
- María: – ¿Tienes pensando ser infiel conmigo, la «Virgen María»? No quisiera estar en tu piel cuando Dios se entere.
- José: – No dije eso. Pero puedo pedir el divorcio.
- María: – ¿Averiguaste lo que opina Dios del divorcio?
- José: – No, pero no puede condenarme a la abstinencia por el resto de mi vida.
- María: – Es un hecho.
- José: – Déjame hablar con él.
- María: – ¿Para qué?
- José: – Para convencerlo de que cambie de idea. Para el que todo lo puede esto que le voy a pedir es una tontería.
- María: – José, no estás entendiendo. Mi virginidad será uno de los tres dogmas más importantes de nuestra religión.
- José: – ¡Para, para! ¿Dices que si yo quiero tener sexo contigo estoy atacando un dogma fundamental de la Iglesia?
- María: – Sí.
- José: – ¡Pero eres mi esposa! Es normal que tengamos sexo.
- María: – Eres un hereje ¿Lo sabías?
- José: – ¿Hereje porque deseo tener sexo con mi esposa?
- María: – No. Porque atentas contra un dogma de la Iglesia Católica.
- José: – ¡Nosotros somos judíos! JUDÍOS. ¿Entiendes? ¡Qué nos importan los dogmas de esos católicos!
- María: – ¿Quieres que te condenen por hereje?
- José: – ¿Cómo me van a condenar si el dogma aún no fue proclamado?
- María: – Los dogmas son verdades absolutas. incuestionables, eternas e inmutables por lo que tienen efecto retroactivo. Cuando lo declaren, serás automáticamente un hereje.
- José: – Nadie puede creer una cosa así. Un dogma no puede ser incuestionable y punto.
- María: – ¿Estás cuestionando la base de la Iglesia Católica?
- José: – Sí
- María: – ¿Aún no tuvimos a nuestro hijo y ya estás boicoteando sus preceptos?
- José: – NOOO. ¡Solo quiero tener sexo como el resto de los mortales!
- María: – Mis padres tenían razón cuando me decían que una chica sin mácula como yo no merecía un carpintero sin sensibilidad.
- José: – Mari, por favor habla con ese tal Gabriel para que convenza a Dios. No me puede hacer esto a mí. Soy heredero del Rey David.
- María: – Uf… Hombres. Son todos iguales.