Cuando sale en alguna conversación mi convicción atea y expreso mis ideas, surgen en los creyentes dos preguntas:
- Entonces. ¿No crees en nada?
- ¿Qué tipo de moral teneis si no crees en el bien y el mal divinos?
De la primera pregunta ya he dado cumplida respuesta en La honestidad del ateo. De la segunda no voy a tratar ahora. Sólo quiero dar un ejemplo con un ateo iluste, Isaac Asimov.
Con esto no quiero decir que todos los ateos seamos buenos buenísimos ni lo creyentes malos malísimos. Porque ya comenté que hay de todo en todos los sitios y eso es precisamente lo que no entiendo en qué medida la religión puede haber contribuido a la humanidad si, al final, en todo colectivo existen las mismas generalidades colectivas.
Pues este ilustre ateo, en 1964 acaba de editar Yo, robot. Le comunicaron la concesión de un premio.
Esta carta envió a la editora:
La traducción es la siguiente:
Estimada Sra. Viguers,
Es muy amable de su parte incrementarme la paga una vez más. Como usted sabe, nunca he solicitado un aumento o siquiera insinuado tal […] en cualquier caso, sobre todo es un placer asociarme con la buena gente de la revista.
En consecuencia, espero que pueda asegurarme, por el bien de mi consciencia, que este incremento —de un pago original de $25 al presente de $65— no afecte seriamente el presupuesto de la revista, y, si resulta que la prosperidad general de la revista está creciendo, que otros compartan los beneficios y que yo no esté recibiendo un trato preferencial.
Quedo de usted
Asimov
Para ser ateo… no era mal chico. No es necesario profesar alguna religión para tener sentidos sociales de compromiso y comportamientos altruistas destacados. La religión aporta sólo lo que los hombres están dispuestos a aportar.
Gracias Isaac Asimov
