Se ha de plantear la Iglesia católica, muy seriamente, el poner un a Groucho Marx como máximo inspirador de las doctrinas y el devenir histórico del catolicismo. Nadie como él supo resumir tantos saberes litúrgicos en una frase.
Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros
Es evidente. Lo que encierra esta frase, en su comicidad, es una apreciable ambivalencia de criterios.
El Papa como Groucho Marx
Recientemente en Intereconomía TV que, para los que no lo conozcan, es un canal de televisión con una línea editorial definida hacia posiciones conservadoras o muy conservadoras, difunde como valores los aportados por la Iglesia Católica Apostólica y Romana. En un telediario en el que informaban lo que dijo el Papa Benedicto XVI en alguna intervención, de verdad que no me acuerdo de qué trataba, lo que sí me llamó la atención fue el como acabó la intervención la periodista diciendo algo así como. «… esto es lo que ha dicho el Papa Benedicto XVI que es lo mismo que lleva diciendo la Iglesia Católica desde hace 2.000 años mal que les pese a algunos.»
Así que haciendo un ejercicio mental rápido se me ocurrió unas cuantas cosas que han cambiado sustancialmente en esos 2.000 años por parte de la Iglesia.
Así que me vino a mi mente esta acertada frase de Groucho que tiene un contraste muy acusado:
Por un lado Estos son mis principios llevado al caso que nos ocupa, es algo sí como lo que dijo esta periodista en un tono de seguridad y exultante de razón…
Por otro Si no le gustan, tengo otros es lo que hace realmente la Iglesia siempre de una forma sibilina y como si fueran ellos los que inventaron la rueda. En eso sí que hay que admitir que son unos genios: Engañan haciéndose los ofendidos.
He leído unos libros escritos por Monseñor James B. Songy, fue sacerdote en Louisiana (USA) desde 1954 hasta 1998, año en que se jubiló. Trabajó como columnista durante 18 años en The Bayou Catholic, periódico de su diócesis.
Leyéndole, enseguida lo identifiqué como católico pero perteneciente a la nueva corriente promovida después del Concilio Vaticano II. ¿Y en qué se nota esto? Pues en que las ideas son algo renovadas, tan renovadas que se podría considerar que en muchas cosas yo estoy bastante conforme con él si no fuera porque ve el rito y la divinidad como camino de su forma de conducta.
Esta no será la única entrada en donde exprese ideas de este sacerdote. Estoy seguro que hablando con él cara a cara estaríamos de acuerdo en muchas cosas, otras no, e incluso me daría la razón si nos encontráramos en una entrevista privada.
¿Porqué digo eso? Iré plasmando esto a lo largo de una serie de entradas. El libro, que son dos, se titula Preguntas y respuestas para los católicos, donde una serie de católicos hacen una serie de preguntas y este sacerdote responde.
Comencemos:
¿NO DEBERÍAMOS ESTAR EN COMUNIÓN CON EL PAPA Y LA IGLESIA?
Respuesta:
Para dar y recibir la comunión apropiadamente tenemos que estar en comunión (es decir, unidos) con el Papa y la Iglesia.
El problema es que cada uno puede tener (¡y eso está bien!) su propia interpretación de lo que significa realmente «estar en comunión con el Papa y la Iglesia». Por ejemplo, a lo largo de los siglos muchos papas han dicho y hecho cosas que ni la Iglesia ni yo creíamos nunca. Los papas son persona falibles como el resto de nosotros. Todos y cada uno de ellos desde San Pedro hasta el actual han dicho y hecho cosas que eran incorrectas. La iglesia siempre lo ha sabido, y así lo ha creído.
La doctrina de la infalibilidad papal no tiene nada que ver con sus opiniones personales sobre la doctrina o la moral. Sin entrar en una explicación muy detallada de la infalibilidad, permítame formular el concepto básico de esa doctrina. ¡El Papa goza de la misma infalibilidad que la Iglesia entera! Ejerce dicha infalibilidad solamente cuando declara que enseña con la autoridad infalible de cabeza de la Iglesia y Vicario de Cristo, y que lo que enseña es parte de «la fe de la Iglesia». Desde que el Concilio Vaticano I definió la infalibilidad en 1870, la única doctrina de la Iglesia que se ha enunciado de forma infalible ha sido la asunción de la Virgen María en 1950.
Permita que me apresure a añadir que no es cierto que podamos despreciar o tomar a la ligera las enseñanzas del Papa sobre la fe y la moral que no se hayan pronunciado con autoridad infalible. Él es la cabeza de la Iglesia y el Vicario de Cristo en la Tierra, y como fieles cristianos estamos obligados a tomar en serio sus enseñanzas.
Por lo que veo es que las decisiones personales del Papa son falibles o infalibles según si es una cuestión personal o tiene el matiz de «Iglesia». ¿Entonces el prohibir el uso del preservativo es un asunto personal o una posición de la Iglesia? Diría que es un asunto personal aunque lo diga a los cuatro vientos porque al fin y al cabo no se puede comparar la importancia de poner un capuchón a un pene que el de la «asunción de la Virgen María», desde luego. Es más, se hace evidente cuando ahora el Papa Benedicto XVI parece como que reculara permitiendo el uso del preservativo en casos especiales. Luego está claro que es algo personal ya que se decía una cosa y luego se decía otra. Así que en este caso el Papa podría estar en el ámbito de lo falible.
¿Y el limbo? Yo creo que esto si que es un concepto que está al mismo nivel, codeándose, con la ascensión de la Virgen y, sin embargo, cambió. Resulta que hasta una época determinada los niños muertos antes del bautismo iban a ese sitio hasta que se cambió y ya no existe. Esto es lo que dice Catholic.net como conclusión del porqué desapareció este lugar: «Así que del limbo, no podemos decir que existe, primero por falta de fundamentos en las Sagradas Escrituras y segundo porque la felicidad a la que todos estamos llamados por naturaleza se debe extender a todos los hombres».
Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros
