Imagino que ya sabéis lo que es la celiaquía. Es la enfermedad que sufren los celíacos producida por un componente del gluten. Este componente produce una reacción en el intestino provocando diarrea, retraso en el crecimiento, dificultad en la respiración, erupciones en la piel, pérdida de peso, vómitos y vientre hinchado.
¿Y donde se encuentra este componente tan agresivo para esas personas? Pues en el trigo, cebada, centeno, es decir, en cereales.
Bueno, hasta aquí unas breves notas sobre esta enfermedad que, además, es de carácter crónico y, por tanto, afecta a toda la vida del individuo afectado y, para colmo de males, no tiene un tratamiento eficaz salvo el de evitar el comer cereales.
La pregunta es obvia. ¿Qué tiene que ver el trigo con el blog? ¿No era el tema del blog muy diferente al de ser un vademécum de medicina? Pues sí. Cierto. Así que vamos al tema.
Resulta que para los evangelistas que, como sabéis, ni siquiera llegaron a conocer a Jesucristo y que se pusieron a escribir sobre él 50 años después de morir… (Eso es lo que se llama «Documentos fiables») pues se decidieron a escribir sobre la cena de Pascua de Jesucristo y sus acólitos. Pero no es que los tres escribieran sobre ello según su experiencia personal. No. Resulta que Mateo escribió el primero y los otros tres hicieron de «copietas» añadiendo y modificando a su antojo para configurar su sello personal.
Bueno. Pues con tan fuentes tan fiables, escribieron esto:
Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
- Mateo 26:26-29
Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
- Marcos 14:22-25
Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
- Lucas 22:19-20
Y, como no, también la escribió Pablo de Tarso que quizás fuera el único que pudiera llegar a conocer a Jesucristo por coincidir más o menos en el tiempo pero, en sus escritos, no se llega a referir a él como si lo hubiera hecho. De todas formas le doy la habilidad de hacer que la gente creyera que Jesús era más de lo que fue. Él fue, realmente, el que montó el cotarro.
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
- I Corintios, 11:23-26
El caso que estas palabras se las tomaron tan al pie de la letra algunos que no vieron en ellas otra cosa que Jesús convertía la miga y el alcohol en células musculares y glóbulos.
Tan es así, que los católicos afirman que en la Misa, aunque la apariencia y propiedades son lo que son, realmente se ha transformado en carne y sangre de Jesucristo. No, no… No tomado en algo como un rito o una conmemoración. No. Lo que creen los católicos es que Jesús está realmente en esa hostia que el cura te da.
Gluten satánico
Pues así tenemos que un acto tan inmensamente importante para el rito católico como el poder hacer llegar a Jesucristo dentro de los creyentes y sentirse por unos momentos santitos. Resulta que los celíacos no podían comerlo. ¿Es que los celíacos no tenían derecho de recibir tal honor? Esos católicos celíacos que en el acto de la misa se tenían que conformar con ver a los tocados por la gracia de Dios desfilar para recibir tan preciado don, ellos, los celiacos no podían hacerlo porque las vellosidades intestinales se les rebelaban.
¿Cómo es posible que unos intestinos sensibles pudieran lograr que estas personas no pudieran recibir a Jesucristo? ¿Cómo es que un Dios todopoderoso no tenía otra forma de administrar las raciones carnales de otra forma más universal? Resulta que los celíacos, por lo menos hasta ahora, podían tomar ese cuerpo sublime bebiendo vino, sin la hostia. Sólo tomándose un «traguito de sangre». Ni en los mejores momentos de la serie de películas de Crepúsculo.
De todas formas, los celíacos no han llevado eso muy bien. ¡Siempre han querido una hostia como Dios manda!.
He de decir que, mientras los católicos reciben ese cuerpo sublime transubstanciado diciendo que la materia (la hostia), conserva las propiedades de lo que es: pan y del malo, los anglicanos no llegan a decir nada en concreto sobre la composición química del objeto, los luteranos afirman que el cuerpo y sangre están junto al bollo y los bautistas, pentecostales menosprecian el acto diciendo que entrega de la hostia no es más que una rememoración de la última cena.
¡Esto es la hostia! Además de ser un juego de prestidigitación, es de los malos. Imaginaros a una mago que desea haceros un truco de los suyos, os muestra una zanahoria y os dicen que aunque el color, el sabor, la textura, etc… es la de una zanahoria, después de pasar la varita mágica deja de ser una zanahoria para ser un conejo alado.
El mago voluntarioso pasa la varita y, para vuestra sorpresa el cambio no se produce. Seguís viendo una zanahoria. Mismo color, mismo sabor, misma apariencia… Pero este mago, en vez de enrojecerse por no haber conseguido hacer el cambio a tiempo, os dice que lo que veis es la zanahoria pero que, lo que realmente es ese objeto tras haber intervenido él con su mágica vara, es que es un precioso conejo y, además, alado.
¿Cuánto tiempo dais a este dicharachero mago que continuará ejerciendo de mago? Ni siquiera a alguien que esperamos que nos engañe con sus trucos le podremos consentir esa osadía.
Pues millones de personas, incomprensiblemente, hace que continúe la profesión «mago sacerdote» misa tras misa y, además, convirtiéndose ese engaño como punto culminante de su actuación. Bueno. No es tan incomprensible sabiendo que quien asiste a esa función son creyentes.
Lo que los cerebros católicos asumen, las tripas reactivas de los celíacos les dan un golpe de realidad.
