Aún estamos sumidos en la vorágine de las fiestas de Navidad aunque lo gordo ya ha pasado. Sólo queda la espera de regalos del día de Reyes. Esto significa que los dígitos que nos indican que hemos variado de año ya han cambiado. Pasamos del 2 al 3…
Feliz año por vivir
Seguramente todos seremos conscientes de que hemos bebido y comido más de la cuenta y pensaremos que ya habrá tiempo para ocuparnos de ello (aunque no siempre es así). Para algunos estas fiestas son sumamente tristes, normalmente porque les falta alguien querido que en tiempos atrás les sentíamos con nosotros disfrutando de estas fiestas. Pero llegamos a un mismo punto: En estas fiestas intentamos estar alegres. Y haremos bien en no preguntarnos si tenemos motivos para ello, porque la alegría, en sí misma, es algo bueno, sin necesidad de que nada la justifique. Así que adelante, vamos a disfrutar.
Posiblemente, tendremos el típico momento en el que consideremos que ya somos un año más viejos. ¡Claro que somos mas viejos! Lo malo sería que no tuviéramos esta oportunidad ¿no?.
Precisamente la sensación de que ese paso, ese cambio de dígito significa que al final, tiene como consecuencia última el encontrar ese final innegable, la muerte, es lo que al hombre siempre le ha producido angustia, miedo, sensación de vacío. Es el principal motivo del pensamiento religioso, no el único, pero sí el principal. Hemos de vivir más aunque sólo fuera para evitar ese agobio, esa angustia. Si el aceptar fábulas sobre vidas futuras que nos han transmitido nuestros ancestros es el que les sirve, bienvenido sea.
En mi caso no tengo la necesidad de recurrir ni en reencarnaciones ni en padres celestiales
Epicuro, al contrario que pitagóricos y platónicos que creían en almas, entendía la muerte como la completa extinción del ser, la muerte de todo el conjunto de células que cada ser vivo somos. Aceptando esa idea, la muerte deja de ser un tránsito hacia otro lugar al que los humanos han de prepararse y pasa a ser un simple episodio físico.
Acostumbraos a pensar que la muerte propia no es nada para uno mismo, ya que lo bueno y lo malo son sensaciones que se producen en nuestras cabezas. Y la muerte consiste, precisamente, en la pérdida de todo tipo de sensaciones, buenas y malas
- Epicuro
Eso que nos parece el más amedrentador de todos los males -la muerte- en realidad no es …
mientras nosotros seamos, la muerte no será, y cuando la muerte sea, nosotros ya no seremos.
Así es, una vez que morimos ya no podremos experimentar nada malo, porque se habrá disipado la energía de nuestro cerebro, ese lugar donde todo lo bueno y lo malo nos sucede. Todos estamos obligados a experimentar el proceso de envejecer y el proceso de morir.
Ahora bien, cada vez que la idea de la muerte acuda a nosotros, además de forzarnos a pensar en otra cosa; o de creer en dioses que nos conceden otras vidas; o de ver las cosas como Epicuro (mi técnica preferida), hay una cuarta vía: reírse de la muerte.
Como muestra de esta vía contamos con el filósofo inglés Jeremy Bentham, que se mofaba de la muerte. Bentham defendía la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte, la despenalización de la homosexualidad…
Creó en Londres el University College, primera institución de enseñanza superior no controlada por la iglesia anglicana. Nuestro Jeremy dispuso que su cuerpo fuera momificado y expuesto sentado en un armario acristalado. El lo llamó el «auto-icon». Era su particular toque de sarcasmo contra los tabúes que rodean la muerte y contra los iconos y fetiches religiosos.
Incluso corre el rumor de que llevaba en el bolsillo los ojos de cristal que se colocarían en su cabeza disecada.
Lo malo es que, al momificarse, su cabeza no se conservó como se esperaba y tuvieron que colocar una de cera. La cabeza original se puso en una cajita de madera a los pies del cuerpo disecado.
Siguiendo los deseos del propio Bentham, el auto-icono sigue asistiendo a las reuniones del consejo de la institución y su presencia queda registrada en las actas de la siguiente manera: «Jeremy Bentham, presente, pero sin poder votar».
La forma de afrontar la muerte puede ser muy variada. Pero como he dicho antes. Mi postura es la de afrontarla de una manera natural, como mi propio nacimiento. Seguro que todos hemos sugerido el deseo de cómo pudiera ser nuestro tramo final, cómo lo deseamos realizar.
Como imagino que no soy original en este punto desearía que fuera sin sufrimiento y con la sensación de que me voy sin asuntos pendientes y con mis hijos felices en sus respectivas vidas. Y con el egoísta deseo de que ellos me recuerden y si pudiera ser que, al hacerlo puedan esbozar una sonrisa. Al fin y al cabo, ellos son mi vida eterna.

Me ha gustado mucho esta «felicitación» de año nuevo, porque efectivamente es importante reírse de nuestra propia muerte, yo bromeo cuando estoy en una situación en la que podía ir «para otro planeta» como digo yo alegremente pero… tengo que reconocer que seguramente no me sentiría así si la veo cerca o la imagino más cercana, desafortunadamente el no saber donde vamos cuando abandonamos este sitio, que por cruel que nos parezca, amamos, al menos gente vitalista, es duro.
Muy interesante la introducción de mister J. Bentham, todo un personaje, sentido del humor inglés aunténtico. Imagino que sus descendientes todavía lo recordarán con admiración y una amplia sonrisa de reconocimiento a su sentido del humor llevado hasta el último momento.
Muchas gracias por introducirnos en el año nuevo con estas reflexiones.
Milagros
Hola Milagros
Gracias por participar de nuevo con tu comentario.
La mayoría de la gente entiende la muerte como algo que les pasa a los demás… aunque se sabe que todos acabaremos en sus manos. Sólo cuando va afectando a seres queridos o cuando, por la edad, comienzan a desaparecer gente que nos ha estado acompañando toda la vida, entendemos que el inevitable hecho de nuestra propia muerte está muy cercano.
Como digo en la entrada, mi posición es la de sentirme afortunado por haber disfrutado de la vida ya que potencialmente había muchos humanos sentados en la sala de espera a la vida y nunca llegó su turno. De la misma forma, nuestra consciencia de la muerte sólo es cierta en cuanto a nuestro cerebro desarrollado. A los animales les ocurre lo mismo que a nosotros y, sin embargo, no reflexionan por cuál será su lugar tras la muerte.
Así que deseo acabar tranquilo y sabiendo que mis hijos están bien… ¿Qué más puedo pedir que saber que he estado y que me he ido? Entiendo que sentir miedo a la muerte es también un acto egoísta. No somos más importantes que nadie, ni siquiera más que cualquier de las bacterias que nos pueblan. ¿Por qué he de darme una importancia que no tengo?
Saludos