En la primera entrada de esta serie sobre la evolución describo mi estado de ánimo al iniciar esta sucesión de pruebas de la evolución. Ahora he querido remarcar, de nuevo, el motivo reivindicativo por el que expongo las ideas evolutivas.
Es demasiado ridículo mencionarlo, pero me temo que tengo que hacerlo por ese 40% de la población estadounidense que acepta la Biblia literalmente. Tomemos el momento en el que podemos imaginar al Arca de Noé posándose posándose sobre el monte Ararat. En ese momento descienden los animales. Y, como los creacionistas defienden, las especies no evolucionan de ancestros anteriores.
¿Como es posible que esos animales que descienden del arca y comienzan a extenderse por el planeta pudieran llegar a Australia los marsupiales?
¿Por qué todos esos marsupiales, desde los pequeños ratoncillos, koalas, canguros gigantes y diprotodontes, pero ningún mamífero placental, emigraron en masa desde ese monte hasta Australia? ¿Qué ruta tomaron? ¿Y por qué ni uno solo de los miembros de esta caravana se paró en el camino y se asentó? ¿Por qué todos los roedores como las pacas, las maras, las capibaras, las chinchillas y muchos otros, un grupo característicamente sudamericano no se encuentran en ningún otro sitio del mundo? Un lémur ancestral, una vez más muy posiblemente una especie única, llegó a Madagascar. Ahora hay 37 especies de lémur. Varían en tamaño: desde el lémur ratón pigmeo, hasta el lémur gigante, más grande que un gorila y con apariencia de oso, que se extinguió hace muy poco. Todos, hasta el último de ellos, están en Madagascar. ¿Cómo piensa ese 40% de negadores de la historia que alcanzamos una situación así? ¿Acaso las 37 especies de lémur más alguna otra salieron corriendo por la pasarela de Noé y enfilaron hacia Madagascar, sin dejar ni un solo rastro en el camino, ni uno solo en todo el ancho y largo continente africano?
Es lamentable utilizar estudios de miles de científicos de todos las ramas de la ciencia para callar los fanáticos seguidores del librote, pero es que más del 40% de estadounidenses cree literalmente la historia de Noé (vuelvo a mencionarlo para escarnio de semejante sociedad).
Deberíamos obviar a semejantes panda de ignorantes y seguir con la ciencia como guía para conocer nuestros orígenes, pero no podemos porque estos ignorantes controlan colegios, dan clases a sus hijos en sus casas para impedirles el contacto con profesores de ciencias y entre ellos hay muchos miembros del Congreso de los Estados Unidos, algunos gobernadores e incluso varios candidatos a presidente y vicepresidente. Tienen el dinero y el poder para fundar instituciones, universidades, incluso un museo donde los niños montan en modelos mecánicos de dinosaurios, animales que, según se les dice solemnemente, coexistieron con los humanos.
Incluso si dejamos el monte Ararat a un lado; incluso si evitamos satirizar sobre aquellos que se toman el mito del arca de Noé en sentido literal, aparecen problemas similares para cualquier teoría de la creación separada de las especies. ¿Por qué un creador todopoderoso decidiría plantar sus especies cuidadosamente creadas en islas y continentes? ¿Por qué pondría lémures en Madagascar y en ningún otro sitio más? ¿Por qué no hay ni un sólo mamífero en Nueva Zelanda, excepto murciélagos que pudieron llegar allí volando? ¿Por qué los animales de las cadenas de islas se parecen más a aquellos que están en sus islas vecinas y casi siempre se parecen, aunque menos pero de forma inequívoca, a los del continente o la gran isla más cercanos? ¿Por qué pondría el creador solo mamíferos marsupiales en Australia, de nuevo excepto los murciélagos que pudieron llegar volando, y aquellos que pudieron hacerlo en canoas construidas por el hombre? El hecho es que, si revisamos cada continente y cada isla, cada lago y cada río, cada cima de montaña y cada valle alpino, cada bosque y cada desierto, la única manera en que la distribución de los animales y las plantas tiene sentido es siguiendo el descubrimiento de Darwin sobre los pinzones de las Galápagos.
¿Cómo se distribuyeron las distintas especies?
Darwin estaba fascinado por las islas y caminó a lo largo y a lo ancho de unas cuantas en su viaje con el Beagle. En una serie de experimentos guardó semillas en agua de mar durante largos períodos de tiempo y demostró que algunas mantenían el poder de germinar incluso después de una inmersión suficientemente larga como para haber viajado a la deriva desde un continente hasta una isla vecina. Descubrió también que los huevos de rana morían inmediatamente en agua de mar, e hizo buen uso de este conocimiento para explicar un hecho fundamental acerca de la distribución geográfica de las ranas: No hay ranas en las islas oceánicas (salvo en las montañas de Nueva Zelanda, por acción de los glaciares).
Darwin era muy consciente del significado de la distribución geográfica de las especies para su teoría de la evolución. Se dio cuenta de que muchos de los hechos podían ser explicados si asumimos que los animales y las plantas han evolucionado. Partiendo de ahí podemos esperar que los animales modernos tiendan a vivir en el mismo continente en el que se hallan los fósiles de los que probablemente fueron sus antepasados, o de animales cercanos a sus antepasados. Esto es sentido común, pero también observó algo referente a la distribución geográfica de los animales.
En la época de Darwin se creía que el mapamundi era constante. La evidencia moderna de que continentes enteros se mueven sobre la faz de la tierra ofrece la mejor explicación para algunos grandes hechos en la dispersión de animales y plantas, especialmente de los fósiles. Por ejemplo, hay similitudes entre los fósiles de América del Sur, África, Madagascar, la India y Australia que hoy día podemos explicar invocando al antiguo gran continente llamado Gondwana, que unificaba todas estas tierras modernas.
Observando atentamente las líneas costeras se puede apreciar que se podrían encajar si pudiéramos acercar los continentes, incluso islas se ven como piezas de un puzzle donde encajarían formando un continente mayor. La costa brasileña parece recortada para encajar bajo el saliente de África occidental, mientras que la parte norte del saliente de África encaja perfectamente con la costa de América del Norte que va desde Florida hasta Canadá. No solo es que las formas encajen más o menos sino que las formaciones geológicas son iguales en la cara este de América del Sur con las de África occidental.
En la teoría de las placas tectónicas, el conjunto de la superficie de la Tierra, incluido el fondo de los océanos, está compuesto por una serie de placas rocosas que se superponen como piezas de una armadura. Los continentes que vemos son partes más estrechas de las placas que surgen por encima del nivel del mar. La mayor parte del área de cada placa se encuentra por debajo del mar. No penséis en los continentes ensamblándose como un puzzle o separados los unos de los otros, no es así. Hemos de imaginar un placa que se está construyendo continuamente con un borde creciente, en un proceso sorprendente que se conoce como expansión oceánica. En otros bordes, la placa puede ser «subducida» bajo otra placa vecina. O incluso placas vecinas pueden deslizarse la una junto a la otra. O incluso placas vecinas pueden deslizarse la uno junto a la otra como la placa del Pacífico y la placa de América del Norte formando la falla de San Andrés. La combinación de la expansión oceánica y la subducción significa que no hay huecos entre las placas. La superficie entera del planeta está cubierta por placas, y cada una de ellas desaparece bajo una placa vecina de al lado, o resbala sobre otra mientras crece en cualquier otro lugar gracias a la expansión oceánica.
La velocidad a la que América del Sur y África se separan es similar al crecimientos de las uñas. El estar ahora a miles de kilómetros de distancia es un testimonio adicional de la enorme y poco bíblica edad de la Tierra. ¿Qué mueve a estas placas? No es que fuerzas volcánicas empujaran estas placas. El interior de la tierra, al ser cuasi líquida, tiene corrientes de convección que se extienden a través de toda su superficie, por debajo de toda el área de las placas. Se mueve lentamente en una dirección constante, y después da la vuelta en la dirección opuesta por debajo, en sus capas más profundas. La capa superior líquida bajo la placa de Sudamérica se mueve hacia el oeste. Así funciona la dinámica de placas. Es un hecho demostrado y día a día verificado.
No es solo que la teoría de las placas tectónicas, ahora sólidamente establecida, aporte numerosas pruebas que explican la distribución de los fósiles y las criaturas vivas, sino que nos ofrece aún más evidencia de la extrema antigüedad de la Tierra. Debería, por tanto, ser una espina en el lado de los creacionistas, al menos de los creacionistas que hablan de la joven Tierra. ¿Cómo sustentan estas ideas? De hecho, de una manera bastante extraña. No niegan el cambio de los continentes, pero piensan que ocurrió a gran velocidad y muy recientemente, en la época de la inundación de Noé. Algo así como la velocidad de un hombre caminando durante 40 días. Ya que no tienen inconveniente en ignorar evidencias que no les convienen, como es el caso de la enorme cantidad de pruebas acerca de la evolución, utilizarían el mismo truco con la evidencia de las placas tectónicas. Pero no: extrañamente, aceptan el hecho de que América del Sur encajó una vez con África. Asumen esta evidencia como definitiva, y eso que la evidencia del hecho de la evolución es mucho mayor, y ellos la niegan sin problemas. Dado que la evidencia significa tan poco para ellos, unos se pregunta por qué no niegan también todo lo que respecta a las placas tectónicas.
Los creacionistas ignoran las pruebas cuando no apoyan la postura bíblicas. La evidencia biogeográfica para la evolución es hoy día tan poderosa que nunca he visto un artículo o libro creacionista que haya intentando refutarla. Los creacionistas simplemente fingen que dicha evidencia no existe. Los creacionistas actúan como si los fósiles fueran la única prueba de la evolución, y, de hecho, las pruebas fósiles son bastante sólidas. Toneladas de fósiles han sido descubiertas desde la época de Darwin, y todas estas pruebas o bien la apoyan activamente o son compatibles con la evolución. Aún más revelador es que ni un sólo fósil contradice la evolución. Aun así, a pesar de lo eficaces que son las pruebas fósiles, no son la evidencia más poderosa con la que contamos. Aunque no se hubiera encontrado ni un solo fósil, las pruebas que provienen de los animales que han sobrevivido serían suficientes para llevarnos a la conclusión de que Darwin estaba en lo cierto. Hemos visto que la distribución de los animales en las islas y los continentes es la esperada si todos fueran parientes que hubieran evolucionado de antepasados comunes a lo largo de grandes períodos de tiempo.
