Acabo esta serie de entradas donde he expuesto de una manera descriptiva y resumida detalles de la evolución. Digo detalles porque la Evolución es masivamente aceptada por hombres de ciencia en todas las ramas del saber. Hay muchos miles de horas y vidas consagradas a la investigación donde los descubrimientos avalan una y otra vez la maravillosa verdad de que la vida «vive» y se mueve hacia cambios que posibilitan una mejor adaptación al medio.
Que existan una minoría de «eruditos» cuyos criterios se rigen para dar validez y credibilidad al librote hace que reniegue por sujetos cuyo único fin es el de avanzar con criterios milenarios llenos de mitos y fantasías. Una pena sino tuvieran tanto poder en según qué partes del mundo.
Este es un homenaje a Charles Darwin, precursor de una nueva forma de entender la vida que hizo prevalecer asumiendo que provocaba contradicciones con su fe religiosa. Un sabio que supo desplazar su fe al rincón personal para descubrir la verdad natural. Un ejemplo de valentía en un período histórico donde no era fácil hacerlo.
Charles Darwin cerró la puerta de la ignorancia religiosa
Esta ha sido la última de una serie de entradas dedicadas a la Evolución. He de reconocer que el tema me apasiona y por eso mismo me produce una gran tristeza que los científicos e investigadores tenga que perder tiempo en razonar hechos tan evidentes para conseguir que las investigaciones no se estanquen en el agujero de la ignorancia provocada por las ideas religiosas. ¡Tánto tiempo imvertido, tantas vidas dedicadas a la investigación! La paciencia, el tesón, la inteligencia al servicio de descubrir nuestro mundo. Un mundo maravilloso y por descubrir. Por otro lado, la ofuscación de los que no desean perder la verdad impuesta por su fe. ¡La Fe! ¡Cuánta ignorancia abarca tan terca palabra!
Charles Darwin fue la persona que le tocó abrir la caja de los truenos de las religiones. Charles Darwin fue el que abrió la ventana de la verdad a la humanidad.
