Altruismo recíproco
Alguien se sacrifica temporalmente con la esperanza de que éste le devuelva el favor. Así es importante reconocer también a los aprovechados. Si alguien ha picado varias veces tendrá que escarmentar al tramposo. Hacemos este tipo de consideraciones a diario. Si hemos invitado a cenar varias veces a un conocido y esa persona no nos devuelve el favor, al final dejaremos de invitarla.
La reciprocidad se evidencia incluso en las plantas, los hongos y los microbios. Algunos organismos se aprovechan de la presencia de otros por lo que se crean relaciones de dependencia. Se trata de una asociación entre especies totalmente diferentes como los pájaros que limpian la boca del cocodrilo o los insectos que polinizan las flores a cambio de néctar. Esto se denomina simbiosis. La evolución ha ido sintonizando las conductas entre sí. El cocodrilo no caerá en la tentación de engañar al pájaro dejando que éste le limpie la boca para luego comérselo como aperitivo, pues su instinto le dice que escasean los limpiadores eficientes y especializados.
Las relaciones simbióticas no se basan en motivos conscientes, pero el altruismo recíproco sí. El altruismo recíproco sólo aparece en los animales superiores con memoria y emociones. Los individuos entablan transacciones breves en las que han de reconocerse y ser conscientes del resultado de anteriores encuentros. El altruismo recíproco solo puede prosperar si las deudas se pagan y si los tramposos son castigados. Así los individuos no están preprogramados para colaborar, como en una simbiosis, sino que tienen que considerar continuamente las ventajas y desventajas: ¿cuando tengo que cooperar y cuando no? En tales consideraciones, la reciprocidad es la norma. Habrá que rechazar a un gorrón cuando proponga una nueva transacción. Es más sensato aceptar una transacción con un individuo que la vez anterior cooperó. Así los anteriores encuentros determinan las estrategias futuras. Todos los animales sociales superiores aplican a menudo esta regla de conducta.
Un ejemplo sería el murciélago vampiro de América del Sur. Los murciélagos no todas las noches tienen suerte de encontrar una víctima. Al regresar los que han tenido éxito están dispuestos a compartir y vomitan la sangre medio digerida para que los hambrientos puedan comer algo. Un vampiro con éxito que esté dispuesto a compartir sangre puede esperar que le devuelvan el favor en otro momento que no tenga la misma suerte. Los murciélagos suelen compartir su refugio. Esto significa que se encuentran repetidas veces. Los que están dispuestos a cooperar son recompensados, los que engañan son castigados. La reciprocidad forja un vínculo pues los gorrones quedan enseguida excluidos.
¿Puede decirse que un grupo de individuos que cooperan es estable en el sentido de que no pueden infiltrarse en él egoístas y tramposos? Si es así, no encontramos con una estrategia evolutivamente estable. Esto es que una estrategia evolutivamente estable es: Una estrategia que, si es adoptada por la mayoría de los miembros de la población, no puede ser mejorada por una estrategia alternativa.
Tras realizarse infinidad de experimentos con diversas posibilidades de comportamiento en grupo se llegó a la conclusión de:
- La cooperación puede surgir en un mundo egoísta de tramposos, la cooperación surge sobre la base de la reciprocidad
- Un mundo donde se ponen a prueba diferentes estrategias, la que más sale a cuenta es una estrategia de cooperación.
¿Qué tiene que ver la teoría de los juegos con la moral? ¿Cuál es el vínculo? El vínculo son nuestras emociones. La mayor parte del tiempo nuestro cerebro no se dedica a esfuerzos intelectuales, sino a las relaciones sociales. El altruismo exige inteligencia social. Así que no extraña que los murciélagos vampiro anteriores tengan el mayor neocortex de todos los murciélagos. Sabemos diferenciar a los tramposos de los egoístas. El amor hace que nos impliquemos en una relación. El amor no tiene por qué ser eterno pero dura más que el deseo. Sin la emoción que llamamos «amor», los seres humanos cambiarían continuamente de pareja y nunca se implicarían realmente en una relación.
Nuestras emociones son un lubricante para las relaciones duraderas y la cooperación a largo plazo. El altruismo recíproco es un instinto que nos permite sacar más provecho de las relaciones sociales. Un mono no tiene un cronómetro que lleve la cuenta de cuánto tiempo le han quitado las pulgas para luego no dedicar por error demasiado tiempo y energía cuando devuelva el servicio. Si hacemos un regalo a un buen amigo, no solemos recordar lo que nos ha costado para poder controlar si lo que nos regala el día de nuestro cumpleaños es suficiente. En los lazos que nos unen a nuestra familia y nuestros mejores amigos hay un afecto recíproco que no es calculado. El afecto recíproco provoca conductas parecidas en ambas direcciones, por lo que se establece un vínculo duradero: Somos amigos. Sólo con extraños o compañeros de trabajo tendemos a calcular exactamente lo que damos y recibimos.
Ambas formas de reciprocidad se basan en sentimientos. El que los humanos y los animales hagan un cálculo mental no significa que sus consideraciones sean racionales, pues la reciprocidad calculada está arraigada en las emociones. Nos sentimos moralmente obligados a cumplir una promesa y nos avergonzamos cuando perjudicamos conscientemente a alguien. Nos sentimos culpables cuando abusamos de la confianza de una persona que es altruista con nosotros.
Los seres humanos (y los animales) no son racionales en el sentido de que quieren sacar el mayor beneficio de cada transacción. La disposición a cooperar no tiene una base racional, sino emocional. Si maximizar los beneficios fuera el único motivo, los individuos siempre cogerían todo lo que pudieran sin ser influidos por los sentimientos. En lugar de aspirar siempre al beneficio, los seres humanos y los animales temen la pérdida y el engaño. Una recompensa injusta provoca indignación y cólera. Tales emociones no son insensatas, pues evitan que en el futuro otros vuelvan a abusar de nosotros.
Nuestras emociones de toma y dame permiten formar vínculos duraderos, forjar coaliciones y expulsar a los tramposos. El altruismo recíproco es un producto de la evolución que está al servicio de nuestro interés personal y el del grupo. Así, la conciencia consiste en sopesar entre el interés personal y el interés del grupo. El asesinato, la violación y el robo son considerados siempre delitos graves porque son expresiones de egoísmo extremo. La disposición de cooperar, la generosidad y el altruismo son considerados virtudes porque sirven al interés del grupo. El principio de reciprocidad rige constantemente todas nuestras acciones sociales. Crimen y castigo, vergüenza y perdón, engaño e indignación son emociones que fomentan la reciprocidad. Pero las emociones también tienen un lado negativo. Algunos sentimientos conducen al compromiso y la implicación, pero otros no. Así, el amor puede convertirse en celos, envidia y sed de venganza. Es esos casos quizá estaríamos mejor sin sentimientos, como el racional señor Spock de la serie Star Trek.
La moral no apareció de repente, sino que está arraigada en nuestra biología. La evolución nos ha equipado con emociones funcionales que llamamos conciencia. Esta conciencia nos permite entablar relaciones sociales complejas y redunda en beneficio de nuestro interés personal y del grupo. La moral no es una fachada que esconda nuestro lado bestial, sino un código de conducta nacido por la necesidad biológica de cooperar. La solidaridad con el grupo forja un orden social, un sentimiento de grupo que evita los conflictos internos. El reverso de la medalla de esta hermandad es que a veces degenera en enemistad hacia otros grupos, como en los fenómenos de xenofobia, luchas tribales y altercados futbolísticos. Los chimpancés machos tienen estrechas coaliciones para poder masacrar a grupos vecinos. En los humanos sucede lo mismo.
¿Significa que el atruismo recíproco es egoísta? ¿Sólo colaboramos por interés personal? Todo depende de cómo se mire. Nuestra conciencia está formada por genes egoístas pero está pensada para ser social y cooperaiva. ¿Una persona cooperativa es altruista o sólo sabe asegurar su interés a largo plazo? El que los genes sean «egoístas» no significa que exista un gen del egoísmo o que todos nosotros seamos egoístas. La evolución nos ha equipado con todo un abanico de emociones funcionales.
El hecho de que la moral esté arraigada en sentimientos significa que el ser humano no tiene derecho exclusivo a la moral: no olvidemos que los chimpancés también tienen emociones que apuntan la culpa, la vergüenza, la indignación o el agradecimiento. Aquí no hay brecha entre hombre y animal. La única diferencia es que nosotros intentamos racionalizar la moral que nos ha dado la evolución.
