En 1842 Darwin y su familia se mudó a Down en el condado de Kent. Esa fue la residencia familiar a la vez que era el lugar donde Darwin retomó su proyecto secreto: la base de los que sería su teoría de la evolución. No consideraba la posibilidad de publicarla pues creía que debería aportar pruebas suficientes y convincentes que respaldaran su teoría que desataría controversia.
En 1846 comenzó un estudio comparativo sobre los percebes. Esta investigación se prolongó durante ocho años. Los percebes eran un objeto de estudio agradecido: aún no se sabía mucho sobre ellos, aparte de que no eran moluscos como los mejillones y los caracoles, sino crustáceos y que estaban emparentados con las langostas y los cangrejos. A diferencia de langostas y cangrejos, los percebes no pueden moverse pero sí se adhieren a barcos y a animales marinos grandes. El estudio de percebes reforzó la convicción de Darwin de que la evolución se ve impulsada por la selección natural. Los percebes tienen una gran riqueza en especies y se han adaptado a entornos muy diferentes. La investigación sobre los percebes culminó con dos gruesos tomos. Sin embargo, estas dos obras no hacen referencia directa a la evolución. Así el proyecto de Darwin seguía su curso en secreto.
La hija de Darwin cayó gravemente enferma y murió con 9 años de edad. Annie era la hija predilecta de Darwin. La muerte de Annie le arrebató a Darwin la poca fe que le quedaba. En las décadas anteriores había empezado a dudar más de los dogmas de su educación anglicana, pero la muerte de Annie puso definitivamente fin a toda religiosidad. Había perdido la fe en un Dios bondadoso y no volvería a buscar nunca más su consuelo en la religión. La muerte de Annie carecía de sentido, era un hecho brutal de la naturaleza sin propósito.
Sin embargo Darwin no alardeó de apostasía, evitaba el tema siempre que podía, sobretodo delante de su mujer, Emma, que era profundamente creyente, pues no quería herir sus sentimientos. Por otro lado, Emma no tenía ningún reparo en retocar los escritos de Darwin sobre este tema. En su autobiografía, Darwin escribe: «Tampoco debemos pasar por alto la probabilidad de que el constante adoctrinamiento en la creencia en Dios en las mentes de los niños produzca un efecto tan fuerte como quizá heredado en sus cerebros aún no desarrollados de tal manera que sería tan difícil para ellos deshacerse de la creencia en Dios como lo sería para un mono deshacerse del miedo y odio instintivos hacia las serpientes». Emma odiaba ese fragmento y, después de la muerte de Darwin, ordenó que fuera eliminado de las nuevas ediciones. Emma se consolaba con la idea de que Annie estaba en el cielo y que la familia se reuniría otra vez en el Más Allá. Darwin ya no podía creer en eso. No había revelación ni Más Allá ni redención. La religión carecía por completo de sentido.
Darwin que se había titulado en Teología y que estaba predestinado a ser clérigo, se convirtió tras la muerte de su hija en un «capellán del diablo». En una carta que escribió hace referencia a su situación: «¿Qué libro escribiría un capellán del diablo sobre el trabajo torpe, derrochador, primitivo y horriblemente cruel de la naturaleza?». En otra carta posterior dice: «No puedo persuadirme de que un Dios benevolente y omnipotente hubiera creado adrede a los insectos parásitos con la intención expresa de que se alimentaran de los cuerpos vivos de las orugas, o de que un gato jugase con ratones». La muerte de Annie abrió los ojos de Darwin a la cruel realidad: la naturaleza no es ni buena ni mala, sino peor aún: es terriblemente indiferente. En semejante mundo, Dios está abrumadoramente ausente. Friedrich Nietzsche creía que Dios había muerto; Darwin demostró que Dios nunca existió. Es cierto que Darwin dio al traste con una de las más importantes pruebas de la existencia de Dios, el argumento del diseño.
Darwin en la actualidad
Hoy en día, el debate se hace foco principalmente en Norteamérica pero hace poco este debate también se avivó en Holanda. La ministra de Educación, María van der Hoeven, hizo un llamamiento al diálogo entre biólogos evolucionistas y creyentes. La Ministra tildó la teoría de la evolución de «incompleta» y calificó de «alternativa sólida» la idea de que la vida es obra de un creador. María van der Hoeven se refería a las ideas del Diseño Inteligente, una corriente norteamericana de los años noventa del siglo XX que supone la presencia de un diseñador inteligente detrás de la vida en la tierra. Se armó un gran revuelo: la Ministra tuvo que responder a preguntas ante el Parlamento, las páginas de opinión de los periódicos se llenaron de comentarios en su mayoría burlones y los académicos se pusieron hechos una furia porque el mundo de la política se metía con el contenido de la ciencia. Nadie había esperado que en Holanda pudiera producirse semejante controversia a la americana.
Los ánimos se enardecieron porque estaba en juego la separación entre Iglesia y Estado. Según los críticos era peligroso retratar el Diseño Inteligente como una alternativa científica de la teoría de la evolución. A fin de cuentas, el siguiente paso podría ser incluir la enseñanza del Diseño Inteligente en el plan de estudios escolar. María van der Hoevenweb fundamentalista. Lo curioso de toda la controversia era que, cuando hizo su llamamiento al diálogo, la Ministra de Enseñanza tenía sobre todo en mente a ese grupo de holandeses de origen extranjero: pensó que el debate intercultural sobre la evolución podría ayudar a los musulmanes holandeses a superar el abismo entre su fe y la ciencia. Lo que pretendía la Ministra era que el Diseño Inteligente les sirviera de escalón para entrar más fácilmente en la modernidad.
Dado que la ideología del Diseño Inteligente proviene de Estado Unidos, es útil indagar un poco en el trasfondo y la historia de la controversia. En Estados Unidos, el aparente choque entre evolución y creación provocó acaloradas discusiones y debates jurídicos que llegaron incluso hasta el Tribunal Supremo. La teoría de la evolución ha sido motivo de disgusto para los fundamentalistas cristianos que viven en el llamado Cinturón de la Biblia, el sur y medio oeste de Estados Unidos. Según ellos, Darwin socava los valores cristianos e impulsa a la juventud a la inmoralidad. A fin de cuentas, si se enseña a los niños que no son más que animales, se comportarán como tales. Sin Dios no hay ley.
Los fundamentalistas no son los únicos con problemas con la teoría de la evolución
A primer vista, el Diseño Inteligente es una alternativa atractiva para los creyentes que siente aversión por el ateísmo, pero que al mismo tiempo sienten horror por el creacionismo. El DI reconcilia la idea de Dios con la evolución. Los defensores del DI afirman que la teoría de la evolución deja mucho que desear y tiene deficiencias. En 1996 se publicó La caja negra de Darwin del bioquímico Michael Behe, en el que denuncia estas deficiencias. Behe ofrece algunos ejemplos de fenómenos biológicos que considera «irreductiblemente complejos», como la coagulación de la sangre, el sistema inmunológico y los flagelos de las bacterias. Behe afirma que una complejidad tan irreducible como ésta nunca puede haber evolucionado paso a paso, pues si se quita un solo elemento del sistema, éste ya no funciona. Por ello una fase intermedia no puede haber producido jamás una ventaja evolutiva. La colaboración entre las moléculas, los genes, las proteínas y las células de los seres vivos es tan compleja que la conclusión ha de ser forzosamente que está basada en un Diseño Inteligente. Behe acepta la evolución hasta cierto punto, pero el diseño básico de la vida tiene a su entender un carácter sobrenatural. La evolución ha sido guiada por una inteligencia divina que la ha llevado por el camino correcto.
No se te habrá escapado que los defensores del DI han desempolvado el argumento del diseño: la idea de que todo diseño completo presupone la existencia de un diseñador inteligente. Este argumento, que ya utilizaba William Paley en el siglo XIX, es recuperado una y otra vez por quienes quieren poner en tela de juicio el estatus de la teoría de la evolución. En el pasado, los adversarios del darwinismo siempre recurrían al ejemplo del ojo ya comentado anteriormente en otra entrada y que ya ha sido totalmente superada por las explicaciones evolutivas. Desde entonces, los anti-darwinistas ya no utilizan ese ejemplo del ojo. En lugar de ello utilizan, como Behe, nuevos ejemplos de «complejidad irreductible» que supuestamente deben demostrar las deficiencias de la teoría de la evolución. La estrategia del DI es la de El Dios de las lagunas: detectar los puntos débiles y las lagunas de la ciencia, y luego llenar estas lagunas con un Dios, una entidad inteligente o un principio organizador sobrenatural. Un problema para el DI es que, a medida que avanza la ciencia, se van llenando las lagunas existentes, mientras que aparecen otras en otros lugares. Así, los partidarios del DI tienen un defecto más grave: desde el punto de vista epistemológico (conocimiento científico), apelar a una entidad sobrenatural para llenar las lagunas de la ciencia es totalmente inútil porque la «explicación» ofrecida no aporta ninguna nueva hipótesis que pueda comprobarse. Llenar agujeros con hipótesis que no explican nada es una característica típica de la pseudociencia. El Diseño Inteligente es creacionismo con piel de oveja.
Stephen Meyer aseguró que la teoría de la evolución contiene bastantes errores. Por ejemplo, afirmaba que la teoría neodarwiniana usual no podía explicar la explosión cámbrica. La explosión cámbrica remite a la aparición repentina, desde el punto de vista geológico, de organismos multicelulares en los océanos, hace unos 530 millones de años. En un período de varios millones de años surgió todo el material genético conocido ahora de la vida animal. Aún existe mucha confusión sobre este importante suceso evolutivo, pero hay muchos puntos de referencia. Una explicación dice que los animales multicelulares sólo pudieron surgir después de que las bacterias y algas fotosintetizantes hubieran bombeado suficiente oxígeno libre en los océanos. La vida multicelular depende en gran medida de este gas relativamente escaso. Otra explicación de la explosión cámbrica afirma que una innovación genética aceleró la evolución. Durante el período Cámbrico surgieron los genes reguladores elementales (como los Genes Hox), que dirigían el desarrollo embrionario de los organismos. Las pequeñas mutaciones aleatorias en estos genes dieron diseños totalmente nuevos. Además hay que tener en cuenta que había muchísimos nichos ecológicos en los océanos cámbricos. La vida podía dispersarse hacia todos lados porque todavía no se habían repartido los papeles. Los biólogos y peleontólogos contemporáneos consideran que la combinación de los factores mencionados fue la base de la explosión cámbrica y esperan que también esta «laguna» se llene a su debido tiempo. Pero a Meyer le trae sin cuidado este tipo de hipótesis. El repentino aumento de información biológica compleja sólo puede explicarse, según él, por un acto de DI.
Los defensores del DI ahora aceptan la posibilidad de que tenga lugar una microevolución, que la composición genética de una población cambie gradualmente, pero señalan que nunca se ha demostrado la macroevolución, la aparición de nuevas formas de vida. Nadie ha sido testigo de la aparición de una nueva especie. En sí, esta constatación es correcta, pero habría que añadir que tampoco nadie ha visto cómo se forman las montañas. ¿Significa esto que las montañas han sido creadas por un Ser Supremo inteligente o puede ser el resultado de procesos graduales y naturales?
La primera generación de creacionistas era sumamente coherente: no creía en la geología ni en la tectónica de placas. Sin embargo, los partidarios actuales del DI no llegan tan lejos, pues reconocen la antigüedad de la tierra y los procesos naturales que conducen a la formación de montañas. Pero en lo que respecta a la biología siguen apostando por su famosa baza: el origen de nuevas especies sólo puede suceder por intervención sobrenatural. Al parecer, Dios tiene un empleo a tiempo parcial. Los partidarios del Diseño Inteligente se niegan a aceptar que los pequeños cambios biológicos puedan llegar a crear nuevas especies. La macroevolución suele producirse de forma demasiado lenta para poder ser notada por los seres humanos. Pero la evolución no es invisible. Antes hemos mencionado a las bacterias y los virus que desarrollan una resistencia a nuestras enfermedades. Estos organismos se reproducen rápido y evolucionan continuamente en nuevas cepas, por lo que la industria farmacéutica no puede seguirles el ritmo.
La elevada velocidad de replicación de las bacterias tiene ventajas. Ya hemos leído en anteriores entradas que la evolución para ser creada por un «manazas» que comete fallos de bulto. Además el registro fósil muestra formas intermedias. Así, la evolución es gradual y varía sobre temas existentes. Un buen ejemplo es la evolución de la ballenas. Estos mamíferos evolucionaron a partir de mamíferos terrestres parecidos a coyotes que vivieron hace 60 millones de años. Los fósiles demuestran que las antiguas ballenas tenían extremidades posteriores que poco a poco se fueron atrofiando hasta que acabaron por desaparecer. En cambio, las extremidades delanteras de las ballenas primitivas no desaparecieron sino que evolucionaron convirtiéndose en aletas en las que se puede apreciar aún el esquema pentadátilo de los mamíferos terrestres. La herencia de los cuadrúpedos se evidencia también de otra forma en las ballenas y los delfines actuales. No avanzan en el agua moviendo su cuerpo de izquierda a derecha, como los peces, sino arriba y abajo, como los mamíferos cuadrúpedos que corren por tierra.
Hay infinidad de pruebas que nos muestran una macroevolución, pero por ningún lado se confirma la sugerencia de que esta evolución haya sido impulsada por un plan inteligente.
Los partidarios del DI no dudan de mostrar una visión caricaturizada de la teoría de la evolución. La objeción más oída que aparece en casi todos los escritos del DI es que la complejidad orgánica no puede haber surgido por casualidad. Los ojos, las alas, el sistema inmunológico, la coagulación de la sangre, no pueden haber sido generados por mutaciones aleatorias. Por ello la teoría de la evolución falla estrepitosamente pues cada diseño complejo presupone un diseñador inteligente, al igual que un reloj implica a un relojero. Suelen usar dos ejemplos para confirmar su teoría, el reloj y el tornado que asola un vertedero de piezas de aviones. ¿Cuál es la probabilidad de que un torbellino ensamble, por casualidad, un avión capaz de volar? O pongamos un mono delante de un ordenador: ¿cuál es la probabilidad de que escriba una obra de Shakespeare tecleando al azar? Pues lo que es válido para los relojes, aviones y obras de teatro, es más válido para la biología: no puede haber surgido casualmente. Por consiguiente, la «laguna» en la teoría de la evolución ha de llenarse con un diseñador divino, alguien que lo haya ideado todo.

La evolución no es una casualidad. La evolución quizá sea ciega y no tenga objetivo, pero no es casual. Las adaptaciones biológicas surgen a través de algoritmos de variación, selección y replicación. Sólo es primer elemento de esta fórmula, la variación, tiene un factor de casualidad. La variación genética surge con cambios aleatorios en el material hereditario. Esta variación es aleatoria en el sentido de que no se anticipa a las necesidades y una población sólo puede «esperar» que surja una variación casualmente favorable. Sin embargo, el segundo elemento del algoritmo, la selección natural, es no aleatoria. Abarca el proceso por el que los poseedores de combinaciones favorables de genes producen más descendientes que las combinaciones menos favorables. Así no es casual que los organismos mejor adaptados tengan más probabilidades de sobrevivir y de reproducirse. La evolución no es una lotería. El tercer ingrediente, la replicación, convierte la evolución en un proceso acumulativo de selección porque el resultado de cada ronda de selección sirve para la siguiente ronda. Solo este tipo de mecanismo acumulativo de criba puede generar adaptaciones más complejas. En el transcurso de miles de generaciones, las combinaciones favorables de genes se acumularán, por lo que la evolución tendrá una dirección. Las características ambientales desempeñan un papel importante en este sentido. Por la selección acumulativa, una población podrá adaptarse a estas características, de modo que surgirá una mejor sintonización entre organismo y entorno.
Así, la evolución no tienen nada que ver con la casualidad. Volviendo al ejemplo del mono delante del ordenador. Si el ordenador añadiera un mecanismo acumulativo de criba que recogiera las letras, espacios y caracteres correctos de una de las obras de teatro de Shakespeare (en el orden correcto), el mono podría llegar bastante lejos tecleando al azar.
El que la evolución se compare con un manazas que se pone manos a la obra sin plan previo, significa que en la naturaleza encontraremos bastante chapuzas. Si los seres vivos hubieran sido diseñados por un ingeniero divino, nunca habría poseído piezas superfluas. Comparémoslo con un fabricante de ordenadores que sigue incorporando tubos y transistores en sus productos y los equipa con todo tipo de bombillas e interruptores que no sirven para nada. Semejante empresario no tardará en cerrar su negocio. Sin embargo, la naturaleza está repleta de este tipo de errores de diseño. En la entrada anterior ya he detallado varios ejemplos de «Diseño Estúpido».
No hay indicios de un diseño inteligente, así que no se avanza nada rellenando las lagunas de la teoría de la evolución con explicaciones sobrenaturales: esta estrategia no aporta una hipótesis comprobable, pues lo sobrenatural se sustrae por definición a la investigación científica. Por ello, el Diseño Inteligente suscita más preguntas que las que responde.
Religión y evolución se excluyente entre sí. Hay buenas y malas razones para creer en algo. Las buenas razones son las que se basan en el método científico: la previsión, la comprobación y la prueba empírica. Gracias a este método, nuestro conocimiento ha crecido de forma espectacular en los últimos siglos y hemos podido librarnos de todo tipo de supersticiones. Las malas razones para creer en algo son las que están basadas en la tradición, la autoridad y la supuesta revelación. Estas razones son típicas de la religión. La religión es una invención que no es respaldada por ningún hecho empírico. La religión ha conseguido mantenerse porque a los seres humanos les gusta creer lo mismo que sus antepasados han creído durante siglos. Y para acabar de convencer a los humanos sólo falta apelar a los dogmas y a las autoridades a las que ha sido revelada la verdad del sistema de fe.
