Primero pediros excusas por catalogar como noticia lo que ocurrió hace ya casi 3 meses. Aunque pensándolo bien no tendría que sentirme tan culpable: Los evangelistas relataron lo que hizo Jesús pasados 60 años de su muerte y los cristianos creen que los Evangelios se redactaron in situ cuan periodistas intrépidos de la época.
Al grano.
«Dios no existe»
Esta frase la escribió Alexander Aan en su muro de Facebook. Un indonesio, funcionario de 31 años. Por hacer esto, puede ser condenado a cinco años de cárcel por blasfemo.
Comenzaré por decir que en Indonesia ser ateo está penado por ley:
«Indonesia es un país de mayoría musulmana en el que está permitido profesar seis religiones diferentes, pero el ateísmo no se contempla en los principios del Estado», concluye la noticia de agencia. En ese país el ateísmo es ilegal y, además, la blasfemia es delito.
Alexander… ¿En qué planeta vives?….
En los muros se reza a los dioses, los muros son para lamentarse o morir con los ojos vendados… ¡Pero en los muros no se escriben esas cosas!
Si hubiese escrito «el agua de mar no es salada», nadie habría reparado en él o le habrían dado por loco, ¡tan evidente es que el agua del mar sí es salada!. La indiferencia se habría comido sus palabras.
Pero se le ocurrió escribir algo que podría ser cierto. Y esa verdad es algo que ni los gobiernos pueden exponer a su masa de ciudadanos creyentes.
Se ha de callar su opinión, entonces. ¡A la cárcel con el cuerdo!
La expresión calmada de aquello que se piensa cierto no habría de ser visto por nadie como un peligro. […] Sin embargo, el uso de la imaginación sin que vaya acompañada del intelecto sí que es una amenaza para el gobierno justo.
- Baruch Spinoza
Alexander tan sólo expresó algo que él cree ser cierto. Es verdad que muchos no opinan lo mismo. Es verdad que hay otros muchos que, pensando como él, no se atreven a decirlo. Pero si alguien no está de acuerdo con él, lo único que tiene que hacer es exponer la hipótesis contraria.
Alexander no es un peligro. Y sí lo es (¡mucho!) lo que hace su gobierno: anteponer el derecho a ser adorado de un ente cuya existencia es dudosa (como poco) a los derechos universales de las personas (reales, existentes sin duda posible, éstas sí).
Los ateos, por el hecho de serlo, no somos un peligro. Si una persona religiosa afirma con contundencia «tal dios existe», lo más que hacemos los ateos cabales es querer conocer más detalles: «Pero, ¿es dios o diosa? ¿Y cómo estás seguro de que sólo hay uno? ¿Y qué aspecto tiene?… Ah, que es espíritu puro, dices. ¿Bueno, pero cómo lo sabes? Lo reveló un profeta, vale…»
Ahora bien, jamás se nos ocurriría pensar que esa persona devota tiene que ir a la cárcel, ni al manicomio (a pesar de que la afirmación del novelista Robert Pirsig tiene mucho sentido:
si algunos de los dogmas que nos inculcan las religiones nos los intentase hacer creer desde cero una sola persona, la llamaríamos loca.
Ni a ningún otro sitio al que no quiera ir. Estaría ejerciendo su derecho a expresar una opinión.
Islam, protestantismo, catolicismo, hinduismo, budismo y confucianismo: ésas son las seis religiones legales en Indonesia.
Así que, si Alexander, en su condición de, pongamos, hinduista, hubiese afirmado estar convencido de que su alma fue antes la de un mosquito; o si, como protestante, hubiese proclamado creer sin vacilación en que su cuerpo, a pesar de haberse convertido en polvo por el paso de los milenios, volverá físicamente a la vida por la gracia de su dios; o si, por ser musulmán dispuesto a convertirse en mártir, hubiese expresado su impaciencia por encontrarse con las 72 vírgenes que le esperan en el paraíso… en todos esos casos habría estado ejerciendo el derecho a expresar dogmas propios de su religión. Y además habría sido aplaudido y reafirmado en sus creencias por millones de los suyos.
Sin embargo, a nuestro pobre amigo se le ocurre decir lo que dijo y ya ven en qué situación se encuentra.
Bueno, y ¿a quién le importa? -podéis estar pensando alguno- Ya es mayorcito. Ya debería saber cómo se las gastan algunos. Él se lo ha buscado, por loco. ¡Qué me anda usted contando de un indonesio insensato con la cantidad de gente que sufre en el mundo sin habérselo buscado, sin merecerlo!.
Cualquier injusticia contra una sola persona representa una amenaza hacia todas las demás- Montesquieu
Añadiría también, entre paréntesis, que nunca dejará de asombrarme cómo, a pesar de que el sufrimiento y las injusticias están tan extendidas por el mundo, todavía hay tanta gente que sigue creyendo que ese mundo fue diseñado y es supervisado por un ser infinitamente bueno y misericordioso.
Pero, sobre todo, completaría mi respuesta diciendo que Alexander Aan no es un loco. ¿Temerario? ¿Valiente? No lo sé: la línea es muy fina. Seguramente sea ambas cosas.
Es fácil declararse ateo en rincones del mundo donde los credos, los cerebros y las leyes han pasado por el filtro de renacimientos, humanismos, ilustraciones, revoluciones científicas… (aunque no crean ustedes, incluso en esos lugares hay personas que al enterarse del ateísmo de uno le miran como si, por el hecho de ser ateo, padeciera algún tipo de tara moral, incluso de tara mental). Pero para llamarse a uno mismo ateo en ciertos países hace falta, sencillamente, valor.
Alexander ha utilizado sus sentidos y su intelecto para sacar una conclusión y exponerla en forma de opinión. Una simple opinión, al fin y al cabo.
En cualquier caso, Alexander, ¡bien hecho!
Los muros también están para derribarlos.
O para verlos caer por su propio peso.
