Es el pez que se muerde la cola. Desesperados por la crisis, muchos españoles visitan al vidente o al tarotista para que les aclare su futuro. Lo único claro es que el esoterismo crece haciendo caja. Se calcula que el mercado del esoterismo mueve en España alrededor de los 3.000 millones de euros.
Muchos expertos señalan que el inicio del esoterismo moderno, que no es más que un engaño, empezó en el siglo XIX en Nueva York cuando dos niñas, de 6 y 8 años, consiguieron embaucar durante décadas a muchos norteamericanos asegurando que los fantasmas les hablaban. Hacían preguntas y los espíritus contestaban con golpes allá dónde estaban las dos hermanas; golpes que después se descubrió que hacían ellas mismas sin que nadie se percatara. Les sirvió para hacer de oro a toda su familia y crearon toda una escuela de malhechores que intentan engañar al prójimo basándose en supuestas técnicas esotéricas.
Sin lugar a dudas, lo que parece verdadera magia es la forma en que están consiguiendo torear la crisis económica que padecemos el resto de los españoles y, en mayor o menor medida, toda Europa. Desde el comienzo de esta depresión, las cifras del tarot y la videncia no han hecho más que crecer en todo el continente.
El esoterismo es un fraude
El problema surge porque gran parte de los millones que se mueven en este mundo son en dinero b, por lo que no pagan impuestos y Hacienda se queda sin su pedazo de tarta –que allí donde puede pillar cacho suele ser bastante grande–. Además, muchos de los trabajadores del sector también lo hacen sin ningún tipo de contrato, puesto que son actividades no declaradas, por lo que vemos cómo aquí se produce un doble engaño al erario público.
Pero no es éste el único problema. Además del fraude propio que se efectúa en muchas ocasiones a la Administración, está también el fraude al propio individuo que acude a este tipo de servicios.
La inseguridad ante el futuro hace que muchas personas acudan, desesperadas, a los que dicen tener tales artes mágicas o esotéricas para saber cuál será su futuro o, incluso, conseguir costosos remedios para asegurarse la buena suerte. Todo esto, según los psicólogos, supone un alivio, a modo de placebo, ante la incertidumbre de la turbulenta época que estamos viviendo.
Dedicarse a estos menesteres, aunque en la mayor parte de ocasiones hay que tener pocos escrúpulos para saber a ciencia cierta que estás engañando a la gente y te dé igual, suele ser una buena opción de ganar dinero fácil. Esto, en la época de devastadora crisis que estamos viviendo en nuestro país se antoja como una ventaja muy preciada a la hora de ponerse a trabajar.
Los expertos señalan que la situación económica está provocando que muchos se aventuren a meterse en este lucrativo negocio, sobre todo por las facilidades que da, pues, aseguran, es muy sencillo:
quien quiere creer, va a creer siempre.
Umberto Eco, en uno de sus libros, asegura que cualquiera puede hacer el experimento acercándose por la calle a alguien –pese a que es mucho más efectivo cuando la otra persona está receptiva y es ella quien acude a ti– y decirle que alguien de su pasado está pensando intensamente en ella:
¿Hay alguien en el mundo, a no ser un niño, que no haya tenido en el pasado un amor desgraciado, o al menos no suficientemente correspondido? Veréis como vuestro interlocutor será el primero en ayudar y colaborar, diciéndoos que ha identificado a la persona cuyo pensamiento estáis captando con tanta nitidez
- Umberto Eco
A pesar de los intentos por parte de psicólogos y de la propia Organización de Consumidores y Usuarios por alarmar y advertir del engaño de prácticas, lo cierto es que cada vez son más aquellos que confían en que alguien vaya a adivinarles el futuro. Algunos estudios indican que los jóvenes, sobre todo los adolescentes, y más si son féminas, son quienes más tienden a surtirse de este tipo de servicios, quienes son más proclives a acudir tanto para saber qué será de su futuro, como para conseguir medios que les concedan tener buena suerte.
Caso Marta del Castillo
Pero no son los únicos. Hace unos meses salió a la luz pública que hasta la Policía ha llegado a requerir los trabajados de videntes para resolver según qué casos. La noticia saltó porque los guardias encargados de la investigación del asesinato de Marta del Castillo, ante la desesperación de no encontrar el cuerpo y con la recomendación de agentes de la Ertzaintza, llevaron hasta Sevilla a una vidente vasca para que les ayudara en sus labores.
Venía precedida de haber resueltos exitosamente varios casos en Euskadi y decía conocer el lugar dónde aún estaban los restos mortales de la joven asesinada. Finalmente, lo único que encontraron en los lugares que fueron señalados por la guipuzcoana de 60 años fueron restos de animales.
Por otro lado, las nuevas tecnologías como Internet o la propia Televisión Digital Terrestre no hacen más que aumentar el alcance de este tipo de fraudes y la facilidad para acceder a ellos. Muchas de las cadenas en abierto de nuestro país, la Sexta o Cuatro están en ese grupo para su vergüenza, dedican buena parte de su madrugada a estos shows en los que una supuesta vidente recibe llamadas telefónicas y adivina el futuro a quien está al otro lado de la pantalla.
Por supuesto, nada de esto es gratis. Los números que suelen ser utilizados por este tipo de gabinetes son los que empiezan con 806, en el que el coste de la llamada suele ser muy alto y el beneficio se lo reparten entre la empresa telefónica y la empresa que presta el dudoso servicio. Además, avisan de que cuanto mayor sea la cuarta cifra del número de teléfono, mayor será el coste que nos cobren.
Pero las televisiones no sólo utilizan este tipo de espacios para las madrugadas, sino que, a veces, incluso, los sitúan en los horarios de máxima audiencia. Muy conocido fue el caso de Anne Germain y su programa Más allá de la vida en Telecinco.
La vidente británica, desconocida en su país, después de muchos programas en los que los famosos, previo paso por caja, acudían para que Germain reconociera los espíritus que les rodeaban, les hablara de ellos, de su infancia y provocara cataratas de lágrimas en los invitados, se descubrió que todo el espectáculo no era más que eso, un espectáculo, además de un fraude para toda la audiencia.
Un antiguo trabajador del espacio televisivo destapó el pastel publicando en los medios algunos de los informes que se le pasaba tanto a la supuesta vidente como a su equipo, con información personal de los famosos para que, a partir de todo ello, Germain pudiera dar golpes de efecto en el plató. Un nuevo caso de esoterismo que se demuestra fraude, pero que no parece ser más que la punta del iceberg de todo un mercado negro escondido en torno a la magia.
