Las mujeres en la iglesia primitiva
Los estudiosos modernos han advertido que los conflictos sobre el papel de las mujeres en la Iglesia primitiva se produjeron porque ellas tenían un papel con frecuencia era significativo y público. Además, esto fue algo que ocurrió desde el comienzo. Es cierto que los seguidores más cercanos a Jesús, los doce apóstoles, eran todos hombres, como era de de un maestro judío en la Palestina del siglo I e.c. Pero los primeros evangelios indican que durante sus viajes también le acompañaban mujeres, y que algunas de ellas empleaban sus bienes para patrocinar su predicación itinerante
También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, quienes, cuando él estaba en Galilea, lo seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
- Marcos 15:40-41
Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, Susana y otras muchas que ayudaban con sus bienes.
- Lucas 8:1-3
Jesús atendía a las mujeres en público y dialogaba con ellas Marcos 7:24-30 ; Juan 4:1-42 . Más significativo aún es que los cuatro evangelios canónicos indican que fueron las mujeres las que descubrieron la tumba vacía y las primeras en conocer que Jesús resucitó Mateo 28:1-10; Marcos 16:1-8; Lucas 23:55 – 24:10; Juan 20:1-2 .
Es decir, en el mensaje de inicios del cristianismo, en los primeros escritos se nos presenta a la mujer como una figura, no tan predominante y decisiva como el hombre, pero sí como parte de la vida cotidiana y con cierto poder de decisión muy diferente de lo que podemos entender que ocurrió en esa época. ¿Por qué tenemos la sensación de que la mujer pasó a un segundo plano?
No son los primeros textos los que nos dan esa idea, son las correcciones posteriores realizadas por los primeros copistas que tenían un papel decisivo en la idea que deberían tener estos primeros textos y, así, hicieron correcciones y cambios para que los textos expusieran el papel que la mujer ocupaba en su Iglesia.
Alteraciones relacionadas con las mujeres
Este es uno de los pasajes más importantes de este período en la discusión sobre el papel de la mujer en la Iglesia. Tal y como aparece en las mayoría de las traducciones modernas, el pasaje dice:
Pues Dios no es un Dios de confusión sino de paz. Como en todas las Iglesias de los santos, las mujeres cállense en las asambleas; que no les está permitido tomar la palabra, antes bien, estén sumisas como también la Ley lo dice. Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus propios maridos en casa; pues es indecoroso que la mujer hable en la asamblea. ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios? O ¿solamente a vosotros ha llegado?
- 1 Corintios 14
El pasaje parece una orden bastante clara y directa en la que se obliga a las mujeres a no hablar en la iglesia, muy similar a la que hemos citado de 1 Timoteo 2 . Sin embargo Pablo no escribió esta pasaje de 1 Timoteo, pues éste se recoge en una carta que escribió en su nombre un seguidor posterior. Ahora bien, aunque nadie duda de que Pablo fuera el autor de 1 Corintios , sí hay dudas sobre la autenticidad de este pasaje pues en testimonios textuales más importantes estos versículos vv. 34-35 están en otro lugar. En tres manuscritos griegos y un par de latinos no aparecen aquí, después del versículo 33, sino después del 40. Estos versículos no fueron escritos por Pablo sino que aparecieron de una nota marginal, añadida por un escriba.
Pablo no escribió originalmente estos versículos. No casan en su contexto. En esta parte , el apóstol habla de la profecía en la iglesia y da instrucciones a los profetas cristianos de cómo deben comportarse durante el culto.
Y vuelve a serlo de los versículos 36 a 40.Entonces, hermanos, ¿qué podemos decir? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación. Si alguien habla en lengua extraña, que sean dos o a lo más tres, y por turno; y que uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen lo que ellos dicen. Y si algo le es revelado a otro que está sentado, calle el primero. Podéis profetizar todos, uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados. Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas, pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz.
- 1 Corintios 14:26-33
¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado? Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor; pero si alguien lo ignora, que lo ignore. Así que, hermanos, procurad profetizar y no impidáis el hablar en lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden.
- 1 Corintios 36-40
Si se prescinde de los versículos 34 y 35 el pasaje se desarrolla sin interrupciones como una discusión sobre la función de los profetas cristianos. Así, en su contexto inmediato, los comentarios sobre las mujeres interrumpen en medio de las instrucciones que Pablo ofrece.
Además, estos versículos no sólo son impertinentes en el contexto del capítulo 14, sino que también resultan anómalos respecto a lo que Pablo dice en otros pasajes de la Primera Epístola a los Corintios. En un capítulo anterior de esta carta, el apóstol da instrucciones a las mujeres que hablan en las asambleas de la iglesia: según el capítulo 11, cuando ellas oren y profeticen han de cubrirse la cabeza con sus velos.
En este pasaje, obra de Pablo, es evidente que el apóstol entiende que las mujeres pueden hablar y que de hecho hablan en las reuniones de la iglesia. Por el contrario, en el pasaje del capítulo 14 cuya autenticidad se discute, «Pablo» prohíbe con igual claridad que las mujeres hablen. Es difícil reconciliar estas dos posturas: o Pablo autoriza a las mujeres a hablar (con la cabeza cubierta, capítulo 11) o no (capítulo 14). Dado que sería poco razonable pensar que en el reducido espacio de tres capítulos el apóstol se contradice a sí mismo, todo indica que los versículos en cuestión no son obra de él.Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí y retenéis las instrucciones tal como os las entregué. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza, porque es lo mismo que si se hubiera rapado. Si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. El varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón, pues el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón; y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer ni la mujer sin el varón, porque, así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios. Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso, porque en lugar de velo le es dado el cabello. Con todo, si alguno quiere discutir, sepa que ni nosotros ni las iglesias de Dios tenemos tal costumbre.
- 1 Corintios 11:2-16
Estos versículos son una alteración realizada por un escriba, una alteración que comenzó como nota al margen y en una etapa temprana del proceso de transmisión, pasó a introducirse en el propio texto. El cambio fue realizado por un copista al que le preocupaba subrayar que las mujeres no debían desempeñar ningún papel público en la Iglesia y habían de permanecer en silencio y someterse a sus maridos. Esta concepción llegó a formar parte del texto mediante una alteración textual.
Otros cambios textuales de este mismo tipo. Uno de ellos lo vemos en un pasaje de Romanos 16 que ya he mencionado; en él Pablo alude a una mujer, Junia, y a un hombre, Andrónico, al que se da por sentado que es su marido, a quienes califica de «ilustres entre los apóstoles» (v. 7). Éste es un versículo significativo porque es el único en el Nuevo Testamento en que se habla de una mujer como apóstol. El pasaje ha impresionado tanto a los intérpretes que muchos insisten en que el pasaje no significa lo que en apariencia dice, y lo han traducido como si hiciera referencia no a una mujer llamada Junia, sino a un hombre llamado Junias, al que el apóstol elogia junto a su compañero Andrónico. El problema con esta traducción es que mientras Junia era una nombre de mujer común, no hay pruebas de que en el mundo antiguo «Junias» fuera un nombre de hombre. En el versículo en cuestión, Pablo se refiere a una mujer llamada Junia, a pesar de que los traductores de algunas versiones inglesas de la Biblia continúen refiriéndose a esta mujer apóstol como si fuera un hombre llamado Junias.
Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de prisiones. Ellos son muy estimados entre los apóstoles, y además creyeron en Cristo antes que yo.- Versión Biblia Reina-Valera
Say hello to Andronicus and Junia, my relatives and my fellow prisoners. They are prominent among the apostles, and they were in Christ before me.- Versión Common English Bible
A algunos escribas también les resultaba difícil el que una mujer fuera apóstol, además desconocida, así que optaron por cambiar el texto. En algunos manuscritos, en lugar de decir «saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles», el versículo ha sido alterado a: «saludad a Andrónico y Junia, mis parientes; y saludad también a mis compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles». Con esta leve modificación, la preocupante referencia a una mujer miembro del círculos masculinos de los apóstoles desaparece.
LOS JUDÍOS Y LOS TEXTOS DE LAS ESCRITURAS
Judíos y cristianos en conflicto
Una de las ironías del cristianismo primitivo es que Jesús mismo era un judío que veneraba al Dios de los judíos, observaba las costumbres judías, interpretaba la ley judía y tuvo discípulos judíos que le consideraban el mesías judío. Apenas unas décadas después de la muerte de Jesús sus seguidores formaron una religión contraria al judaísmo. ¿Cómo fue posible esto?
Jesús era un judío que todos los sentidos y en un momento determinado sus seguidores empezaron a pensar en él como el mesías judío, quizá ocurriera antes de su muerte, pero no hay duda de que fue así después de ella. En el siglo I, el término mesías tenía significados distintos para diferentes judíos, pero algo que todos los judíos tenían en común era que el mesías sería un personaje lleno de grandeza y poder que vencería a los enemigos de Israel y convertiría a su pueblo en una nación soberana gobernada por Dios mismo. Es obvio que los cristianos que consideraban a Jesús el mesías tuvieron dificultades para convencer a otros de sus afirmaciones ya que en lugar de ser un guerrero poderoso o juez celestial, Jesús era famoso por haber sido predicador itinerante que había tenido problemas con la ley y había terminado siendo crucificado como un delincuente de los bajos fondos.
Para la mayoría de los judíos, denominar a Jesús el mesías era ridículo. Jesús no era el líder poderoso que Israel esperaba. Era un don nadie débil que había sido ejecutado de una forma humillante por unos romanos que tenían el poder. Los cristianos insistían en que Jesús era le mesías y aseguraban que su muerte no había sido un error judicial o un acontecimiento imprevisto, sino un acto divino por el que había traído la salvación al mundo.
Pablo creía que los judíos rechazaban a Jesús porque pensaban que la relación especial que tenían con Dios dependía de que poseían y observaban la Ley que Dios les había dado
Ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios, pues el fin de la Ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.
- Romanos 10:3-4
Pero la salvación de los judíos, según el apóstol, no se obtenía a través de la Ley, sino a través de la fe en la muerte y la resurrección de Jesús
Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia.
- Romanos 3:21-22
Por tanto, la observancia de la Ley no desempeñaba función alguna en la salvación; y de acuerdo con ello, a los gentiles que se convertían en seguidores de Jesús se les enseñaba que no tenían que pensar que su relación con Dios mejoraría si se acogían a la Ley. Debían seguir siendo lo que eran, no necesitaban volverse judíos
Nosotros —judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles—, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado.
- Gálatas 2:15-16
Otros cristianos de este período tenían una opinión diferente al respecto. Mateo, por ejemplo, da por sentado que si era la muerte y resurrección de Jesús lo que traía la salvación, era natural que sus seguidores respetaran la Ley como el propio Jesús lo hizo
No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos
- Mateo 5:17-20
Pero con el tiempo se difundió la idea de que los cristianos eran distintos de los judíos, de que el cumplimiento de las leyes judías no tenían implicaciones para la salvación y de que unirse al pueblo judío era identificarse con la gente que había rechazado a su propio mesías, de hecho, con quienes habían rechazado a su propio Dios.
Al entrar el siglo II descubrimos que para entonces el cristianismo y el judaísmo se habían convertido en dos religiones distintas. Los cristianos se encontraban en una especie de aprieto. Por un lado reconocían que Jesús era el mesías anunciado por las Escrituras judías, algo fundamental para ganar credibilidad en un mundo que tenía en alta estima todo lo que era antiguo pero sospechaba de cualquier cosa «reciente» y dudaba del valor de las novedades. Pero al insistir en que esas Escrituras, los antiquísimos textos de la tradición judía, eran los cimientos de sus creencias, reclamaban para sí la Biblia judía, lo que los colaba en una posición incómoda, ¿no era la Biblia judía para los judíos? Así, los cristianos empezaron a sostener no sólo que los judíos habían despreciado a su propio mesías y, con él, a su propio Dios, sino que habían tergiversado sus propias Escrituras. Y así encontramos escritos cristianos como la Carta de Bernabé en la que se afirmaba que el judaísmo es una religión falsa que un ángel del mal había confundido a los judíos para que interpretaran las leyes entregadas a Moisés como preceptos literales sobre cómo habían de vivir, cuando en realidad era necesario interpretarlas alegóricamente.
Así, hay cristianos condenando a los judíos en los términos más severos posibles por haberse negado a reconocer a Jesús como el mesías. En el siglo II, Justino Mártir aseguró que la razón por la que Dios ordenó a los judíos circuncidarse era para marcarlos como un pueblo especial que merecía ser perseguido. Y luego encontramos escritores como Tertuliano y Orígenes que sostenían que la destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos en el año 70 e.c. era una forma de castigar a los judíos por haber matado a su mesías; o como Melitón de Sardes que aseguró que habían matado a Cristo, los judíos habían asesinado a Dios:
¡Prestad atención familias de todas las naciones y observad! Un crimen extraordinario ha tenido lugar en el centro de Jerusalén, en la ciudad consagrada a la Ley de Dios, en la ciudad de los hebreos, en la ciudad de los profetas, en la ciudad que pensamos justa. ¿A quién se ha asesinado? ¿Y quién es el asesino? Me avergüenza daros la respuesta, pero dárosla es mi deber … Aquel que ha colgado la tierra en el espacio ha sido colgado; el mismo que fijó los cielos en su lugar ha sido empalado; el único capaz de fijar con firmeza todas las cosas ha sido fijado con firmeza a un madero. El Señor ha sido insultado, Dios ha sido asesinado, el Rey de Israel ha sido destruido por la mano derecha de Israel
- Homilía pascual 94-96
Alteraciones contra los judíos
El antisemitismo de algunos escribas cristianos de los siglos II y III afectó la transmisión de los textos del Nuevo Testamento. Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en el relato que Lucas ofrece de la crucifixión, en el que se dice que Jesús oró por los responsables de su muerte:
Llegados al lugar Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen
- Lucas 23:33-34
Esta oración no está en todos los manuscritos que se conservan: está ausente en el testimonio griego más antiguo (el papiro P75, del año 200 e.c.) y en otros testimonios de gran calidad del siglo IV y de épocas posteriores; la oración se halla en el Codex Sinaiticus y en una amplia gama de manuscritos, incluida la mayoría de los producidos a lo largo de la Edad Media. Por tanto, la pregunta es: ¿borró un escriba la oración de un manuscrito que originalmente la contenía o la añadió un escriba a un manuscrito que originalmente carecía de ella?
En esta cuestión, la opinión de los expertos ha estado dividida. El autor del Evangelio de Lucas también fue el autor del libro de Hechos de los Apóstoles, donde es posible hallar un pasaje similar en la narración de la muerte del primer mártir cristiano, Esteban, la única persona cuya ejecución se relata en Hechos. Esteban, a quien se acusó de blasfemia, fue lapidado por una multitud de judíos encolerizados pero antes de expirar pidió:
Señor, no les tengas en cuenta este pecado- Hechos 7:60
Si algún escriba no quería que Jesús pareciera menos dado al perdón que le primer mártir de la fe, Esteban, añadió la oración en cuestión al Evangelio de Lucas, de modo que Jesús también pidiera que se perdonara a sus ejecutores. Éste es un argumento ingenioso pero no es del todo convincente por varias razones, la más sólida es: siempre que los escribas trataban de armonizar entre sí textos diferentes, tendían a hacerlo empleando las mismas palabras en ambos pasajes. Así no estamos ante una redacción idéntica sino sólo ante una oración de contenido similar. Éste no es el típico caso de «armonía» producto de la intervención de los copistas.
También es llamativo el que Lucas, el autor del texto, en varias ocasiones se esfuerza por mostrar las similitudes entre lo que ocurre a Jesús en el Evangelio y lo que le sucede a sus seguidores en Hechos: tanto Jesús como como sus seguidores se bautizan; uno y otros reciben el Espíritu en ese momento; uno y otros proclaman la buena nueva; uno y otros son rechazados, uno y otros sufren por a manos de los sacerdotes judíos, y así sucesivamente. Lo que le ocurre a Jesús en el Evangelio, le ocurre también a sus seguidores en Hechos. Y por eso no es tan sorprendente como esperable que uno de los seguidores de Jesús, que como él es ejecutado por unas autoridad llenas de rabia, también pida a Dios perdón para sus verdugos.
Hay razones adicionales para sospechar que la oración pertenecía al texto original de Lucas 23 . Por ejemplo, a lo largo tanto de Lucas como de Hechos, se hace hincapié en que a pesar de que Jesús era inocente quienes actuaban contra él lo hacían por ignorancia. Como dice Pedro en Hechos 3:
Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia- Hechos 3:17
o Pablo
Dios, pues, pasando por alto los tiempos de la ignorancia…- Hechos 17:30
Y éste es precisamente el motivo clave de la oración de Jesús: «porque no saben lo que hacen».
Por tanto, parece que el versículo en cuestión sí formaba parte del texto original del Evangelio de Lucas. ¿Por qué un escriba habría querido borrarlo? Es en este punto cuando saber algo del contexto histórico en el que los escribas realizaban su trabajo resulta crucial. En la actualidad nos preguntamos para quién pide perdón Jesús. ¿Para los romanos que lo ejecutan por ignorancia? ¿O para los judíos que le entregaron a los romanos inicialmente? Para la Iglesia primitiva Jesús pedía a Dios que perdonara al pueblo judío que eran responsables de su ejecución.
Ahora resulta claro por qué algunos escribas habrían querido omitir el versículo. ¿Jesús pidiendo que se perdonara a los judíos? Para los primeros cristianos, el versículo planteaba dos problemas cuando se lo interpretaba en este sentido. En primer lugar, se preguntaban ¿por qué iba Jesús a solicitar perdón para este pueblo recalcitrante que voluntariamente había rechazado al propio Dios? Esto era algo que muchos cristianos consideraban poco creíble. Y hay algo aún más revelador: hacia el siglo II muchos cristianos estaban convencidos de que Dios no había perdonado a los judíos pues creían que había permitido la destrucción de Jerusalén para castigarlos por el asesinato de Jesús. Como comentaba Orígenes:
Era justo que la ciudad en la que Jesús padeció semejantes sufrimientos fuera destruida por completo y que la nación judía fuera derrocada
- Contra Celso 4.22
Los judíos sabían perfectamente bien lo que estaban haciendo, y era evidente que Dios no los había perdonado. Así tenía muy poco sentido que Jesús pidiera que se les perdonara cuando tal perdón no iba a producirse. ¿Qué habían de hacer los escribas con un texto en el que Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»? Resolver el problema de la forma más simple: eliminar el texto, de manera que Jesús ya no solicitara perdón para los judíos.
Uno de los pasajes más significativos para el auge final del antisemitismo lo constituye la escena del juicio de Jesús en el Evangelio de Mateo donde Pilato declara a Jesús inocente y se lava las manos para demostrar que: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis». Entonces la multitud judía profiere un grito que tendría un influencia fatal en la violencia contra los judíos a lo largo de la Edad Media:
¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!- Mateo 27:24-25
La variante textual que nos interesa aquí afecta al siguiente versículo donde Pilato hizo azotar a Jesús y luego «se lo entregó para que fuera crucificado». Normalmente, un lector del texto da por sentado que Pilato entregó a Jesús a sus propios soldados para que lo crucificaran. Ello hace aún más llamativo el que algunos testimonios muy antiguos, incluida una de las correcciones añadidas por los escribas en el Codex Sinaiticus, el texto haya sido alterado para realzar aún más la culpabilidad de los judíos en la muerte de Jesús. Según estos manuscritos Pilato luego «se lo entregó a ellos [a los judíos] para que ellos pudieran crucificarle». Así, la responsabilidad de los judíos en el ejecución de Jesús es absoluta. Ésta fue una modificación motivada por los sentimientos antisemitas de los primeros cristianos.
En algunas ocasiones las variantes antisemitas son bastante sutiles y no llaman la atención hasta que se las examina con detenimiento. Así, en la narración del nacimiento de Jesús del Evangelio de Mateo, se cuenta que, en sueños, un ángel dice a José que ha de llamar al hijo de María con el nombre de Jesús (que significa «salvación») «porque él salvará a su pueblo de sus pecados» Mateo 1:21 . Es notable que un texto preservado en traducción siríaca se diga en cambio que Jesús «salvará al mundo de sus pecados». Aquí estamos ante un copista que se sentía incómodo con la idea de que el pueblo judío fuera a salvarse.
Un cambio comparable lo vemos en el Evangelio de Juan. En el capítulo 4 Jesús habla con la samaritana y le dice: «Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos». Pero en algunos manuscritos siríacos y latinos el texto se ha modificado de manera que Jesús declara que «la salvación viene de Judea». En otras palabras, no es el pueblo judío el que trae la salvación al mundo, sino la muerte de Jesús en la provincia de Judea. Una vez más, podemos sospechar que esta alteración estaba animada por sentimientos antisemitas.
Un último ejemplo proviene del Codex Bezae, un manuscrito del siglo V que contiene más variantes interesantes y desconcertantes que cualquier otro. En Lucas 6:1-4 , donde los fariseos acusan a Jesús y sus discípulos de no respetar el sábado, el Codex Bezae nos ofrece un relato adicional que consta de una sola frase: «El mismo día, viendo trabajar a uno en día de sábado, le dijo: «Amigo, si sabes lo que haces, eres dichoso, pero si no lo sabes, eres un maldito y un trasgresor de la Ley»». Una interpretación completa de este pasaje, tan inesperado como inusual, exigiría una investigación más amplia. No obstante, dentro de los límites de este capítulo, es suficiente con que llamemos la atención sobre el hecho de que aquí Jesús se muestra bastante explícito, de un modo como nunca lo es en el resto de los evangelios. En otros casos, cuando se le acusa de no respetar el sábado, Jesús defiende sus actividades, pero nunca indica que las leyes sobre el sábado hayan de ser incumplidas. En este versículo, en cambio, Jesús declara con claridad que cualquiera que sepa por qué es legítimo violar el sábado puede hacerlo, y que sólo aquellos que no entienden por qué es legítimo se comportan de forma equivocada al trabajar ese día. Esta variante probablemente también está relacionada con el aumento del antisemitismo en la Iglesia primitiva.
LOS PAGANOS Y LOS TEXTOS DE LAS ESCRITURAS
Los cristianos de los primeros siglos de la Iglesia no sólo tuvieron que enfrentarse a los herejes y los judíos, sino que también se consideraban inmersos en una batalla con el mundo en general, un mundo compuesto en su mayor parte por paganos ajenos a la fe. La palabra pagano es cualquier individuo del mundo antiguo vinculado a alguna de las religiones politeístas de la época. Dado que esto incluye a todo el que no fuera judío ni cristiano, estamos hablando de alrededor del 93% de la población del Imperio. Los paganos se opusieron a los cristianos algunas veces por un estado culto y su aceptación de que Jesús era el Hijo único de Dios cuya muerte en la cruz había traído la salvación al mundo; y en ocasiones esta oposición influyó en los escribas.
La oposición pagana al cristianismo
El cristianismo no estaba prohibido y los cristianos no necesitaban esconderse. La idea de que tenían que reunirse en las catacumbas romanas para huir de la persecución es sólo leyenda. No era ilegal seguir a Jesús, no era ilegal venerar al Dios judío, no era ilegal celebrar encuentros religiosos privados y no era ilegal convencer a otros de que Cristo era el Hijo de Dios.
No obstante, los cristianos fueron perseguidos en algunas ocasiones. ¿Por qué?
Las religiones paganas en el Imperio romano eran politeístas. Veneraban a sus dioses mediante actos de oración y sacrificio. Por lo general, no se veneraba a los dioses para garantizar que quien lo hacía fuera feliz en la otra vida, pues la mayoría de la gente estaba más preocupada por su vida actual. A estas personas los dioses podían proporcionarles lo que les resultaba imposible conseguir por sí mismas como que las cosechas crecieran, que el ganado contara con alimento, que las lluvias fueran suficientes, gozar de salud, bienestar y fertilidad, la victoria en tiempos de guerra, la prosperidad en tiempos de paz. Los dioses protegían al Estado y lo hacían grande; los dioses podían intervenir en la vida de las personas para conseguir que ésta fuera llevadera, larga y feliz. Y hacían todo ello a cambio de actos de devoción simples; a nivel estatal, durante las ceremonias públicas en honor de los dioses, y a nivel local, en las comunidades y las familias.
Cuando las cosas no marchaban bien, cuando había amenazas de guerra, sequía, hambruna o enfermedades, era posible que ello se interpretara como una señal de que los dioses no estaban satisfechos con el modo en que se los honraba. En tales épocas, ¿a quién se culpaba por no haber honrado a los dioses como era debido? Evidentemente a los que se negaban a venerarlos: los cristianos.
Los judíos tampoco veneraban a los dioses paganos, pero a ellos se les consideraba una excepción a la regla de que todas las personas debían rendir culto a los dioses, ya que se trataba de un pueblo aparte que respetaba sus propias tradiciones ancestrales. Pero cuando los cristianos aparecieron, no se les reconocía como un pueblo aparte: eran un grupo de conversos procedentes del judaísmo y de las distintas religiones paganas, sin lazos de sangre que los unieran y sin otro vínculo en común que su peculiar conjunto de creencias y prácticas religiosas. Además, se sabía que era gente antisocial que formaba comunidades propias y se negaban a participar en las festividades y celebraciones religiosas públicas.
Se persiguió a los cristianos al considerárselos dañinos para el bienestar de la comunidad, tanto por abstenerse de venerar a los dioses que protegían a la sociedad como por llevar una vida en común que parecía antisocial. Así que cuando un desastre ocurría, lo más probable era que se señalara a los cristianos como responsables.
Hacia mediados del siglo II, los intelectuales paganos empezaron a prestar atención a los cristianos y a atacarles escribiendo en su contra. Describían a los seguidores de la nueva religión de forma negativa y criticaban sus creencias, a las que calificaban de absurdas y escandalosas. Los cristianos se reunían de noche, aprovechando la oscuridad, se llamaban unos a otros «hermanos» y «hermanas», se saludaban con besos y adoraban a su dios comiendo la carne y bebiendo la sangre del que llamaban Hijo de Dios. ¿Qué podía decirse de semejantes costumbres? Imaginad lo peor. Los adversarios paganos del cristianismo aseguraban que los cristianos realizaban rituales incestuosos (sexualidad entre hermanos y hermanas) y que practicaban el infanticidio (el asesinato del Hijo) y el canibalismo (comían su carne y bebían su sangre). Estas acusaciones quizá nos parezcan hoy imposibles de creer pero en una sociedad que respetaba la decencia y la franqueza, se las consideró verosímiles. En muchos lugares se veía a los cristianos como una secta nefasta.
En los ataques intelectuales contra los cristianos se prestaba bastante atención al propio Jesús, el fundador de esta fe novedosa que tan mala reputación tenía entre la sociedad. Los escritores paganos señalaron sus orígenes humildes y su condición de persona de clase baja para burlarse de los cristianos por pensar que semejante individuo era digno de ser adorado como un dios. Se decía que los cristianos veneraban a un delincuente que había sido crucificado y cuya tontería los llevaba a considerarlo un ser divino.
Algunos de estos escritores empezaron a leer literatura cristiana con el fin de afinar sus argumentos. Y así, por ejemplo Celso anotaba a propósito del fundamento de su ataque contra las creencias cristianas que:
Estos escritos fueron en ocasiones ridiculizados, como ocurre en Porfirio, otro crítico pagano:Esas objeciones proceden de vuestros propios escritos, sin necesidad de ningún otro testimonio, pues vosotros proporcionáis vuestra propia refutación
- Contra Celso 2.74
Necesitamos depender de los adversarios paganos del cristianismo para encontrar pruebas de que los escribas ocasionalmente alteraron sus textos para hacer frente a las críticas de éstos. La tradición manuscrita del Nuevo Testamento recoge pasajes en los que se observa esta tendencia.Los evangelistas fueron escritores de ficción, no observadores o testigos presenciales de la vida de Jesús. Al escribir su relato sobre lo que sucedió en la pasión y la crucifixión, cada uno de los cuatro contradice a los demás
- Contra los cristianos 2.12-15
Antes de examinar algunos pasajes relevantes es importante señalar que las acusaciones de los paganos contra el cristianismo y su fundador no dejaron de hallar respuesta entre los creyentes. Como hemos anotado en un capítulo anterior, desde mediados del siglo II, cuando personas que gozaban de una formación intelectual empezaron a convertirse al cristianismo, comenzaron a escribirse numerosas defensas razonadas de la fe, las llamadas apologías. Algunos de estos autores son muy conocidos entre quienes han estudiado el cristianismo primitivo, como Justino Mártir, Tertuliano y Orígenes; otros son menos famosos, pero igualmente dignos de destacar por su defensa de la religión, como Atenágoras, Aristides y el autor anónimo de la Carta a Diogneto. Estos eruditos se esforzaron por demostrar lo falaces que eran los argumentos de sus oponentes paganos y sostuvieron que, lejos de ser peligrosa para la sociedad, la religión cristiana era el cemento que la mantenía unida. Insistieron en que el cristianismo no sólo era una fe razonable sino que era la única religión verdadera que el mundo había conocido; defendiendo la idea de que Jesús era en verdad el Hijo de Dios cuya muerte traía la salvación; y pretendieron justificar el carácter inspirado y auténtico de los textos fundacionales de la fe.
¿Como influyó este movimiento apologético en los escribas que copiaban los textos sagrados del cristianismo en los siglos II y III?
Alteraciones apologéticas
En el capítulo 5, Marcos 1:41 indicaba originalmente que Jesús había reaccionado con furia ante el leproso que se había acercado a él para que lo curara. Algunos escribas habían considerado difícil atribuir en este contexto semejante emoción a Jesús, y por tanto habían alterado el texto para que dijera, en cambio, que Jesús había sentido «compasión» por el enfermo.
Un tema recurrente de los debates entre los críticos paganos del cristianismo y los defensores intelectuales de la fe era el comportamiento de Jesús y si su conducta era la correspondiente a alguien que aseguraba ser el Hijo de Dios. No era una disputa sobre si es concebible que un ser humano pueda al mismo tiempo ser divino en algún sentido. Esto era algo en lo que los paganos y los cristianos coincidían por completo, ya que los primeros también sabían de historias en las que seres divinos se convertían en humanos e interactuaban con otros seres humanos aquí en la tierra. La cuestión era si la forma en la que Jesús se había comportado justificaba el pensamiento de que era alguien divino o si su actitud descartaban el que fuera un hijo de Dios.
En este período, la creencia de que los dioses no estaban sometidos a las emociones y caprichos de los mortales estaba muy difundida entre los paganos que pensaban que los dioses estaban por encima de tales cosas. ¿Cómo se determinaba que un individuo era o no un ser divino? Era obvio que tenía que dar pruebas de tener poderes sobrehumanos; pero también era necesario que se comportara de un modo compatible con la idea de que provenía del ámbito divino.
En aquella época se insistía que los dioses no podían sentirse «furiosos» ya que la ira era una emoción humana suscitada por la frustración, las ofensas o algún otro motivo de escasa importancia para un ser divino. Los cristianos explicaban que Dios podía «enfurecerse» con su pueblo por el mal comportamiento de éste. Pero también se daba por sentado que el Dios cristiano estaba más allá de padecer cualquier tipo de irritabilidad. Sin embargo, en la historia de Jesús y el leproso de Marcos, no hay una razón obvia que justifique la ira de Jesús. En vista de que el texto se modificó en la época en que los paganos y los cristianos debatían si el comportamiento de Jesús era apropiado a su divinidad, es del todo verosímil que un escriba hubiera cambiado el texto a la luz de esta controversia.
Otra alteración afecta al pasaje en el Evangelio de Marcos en el episodio donde los paisanos de Jesús se escandalizan de que él pueda enseñar cosas tan maravillosas y realizar milagros espectaculares. Como ellos mismos dicen: «¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» (Marcos 6:3). ¿Cómo es posible que alguien que creció entre ellos y a cuya familia todos conocen, sea capaz de hacer semejantes cosas?
Éste es el único pasaje en todo el Nuevo Testamento en el que se llama carpintero a Jesús. En otros textos griegos, la palabra empleada aquí, TEKTON, se aplica comúnmente a cualquiera que haga cosas con sus manos; así, en escritos cristianos posteriores, se dice que Jesús hacía «yugos y puertas». Esto significa que no debemos imaginarlo como alguien que se dedicaba a realizar finos trabajos de ebanistería. Quizá la mejor forma de «captar» el sentido de este término sea mediante una comparación más cercana a nuestra experiencia: decir que Jesús era un TEKTON era como decir hoy que era un obrero de la construcción. ¿Cómo podía alguien con ese pasado ser el Hijo de Dios?
Ésta era una cuestión a la que los críticos paganos del cristianismo daban una gran importancia; de hecho, para ellos la pregunta era simplemente retórica: si Jesús era un simple TEKTON, era obvio que no podía ser un hijo de Dios. Celso se mofó de los cristianos por este motivo, relacionando la afirmación de que Jesús era un «carpintero» al hecho de que fuera crucificado (en un madero) y a la creencia cristiana era un «árbol» de la vida.
Y en sus escritos hablan por todas partes del árbol de la vida… Supongo que este se debe a que su maestro fue clavado en un cruz y era carpintero de profesión. Por lo que de haber sido tirado por un barranco o arrojado a un pozo o estrangulado con un cuerda, o si hubiera sido zapatero o cantero o herrero, tendríamos un barranco de la vida sobre los cielos, un pozo de la resurrección, una cuerda de la inmoralidad, y se hablaría de una piedra bendita, de un hierro del amor o de la santa piel de cuero. ¿No se sentiría avergonzada la anciana que arrulla a los niños pequeños con canciones para que se duerman contando cosas como éstas?
- Contra Celso 6:34
En su respuesta a Celso, Orígenes se tomó muy en serio la acusación de que Jesús no era más que un simple «carpintero». Pero es curioso que en lugar de minimizar la relevancia de esto, niega que sea cierto: según Orígenes, Celso está ciego y es incapaz de ver
que en ninguno de los evangelios usados en las iglesias se describe a Jesús como carpintero
- Contra Celso 6.36
¿Cómo debemos entender este desmentido? O Orígenes había olvidado la existencia de Marcos 6:3 , o disponía de una versión del texto en la que no se anotaba que Jesús fuera carpintero. Pues bien, hay manuscritos que recogen una versión alternativa de este pasaje. En el manuscrito del Evangelio de Marcos más antiguo del siglo III (la época de Orígenes), así como en varios otros testimonios posteriores, el versículo es ligeramente diferente. En tales copias, los coetáneos de Jesús se preguntan: «¿No es éste el hijo del carpintero?»; con lo cual Jesús deja de ser un carpintero para convertirse en el hijo de uno.
Del mismo modo que en su esfuerzo por defender la fe Orígenes tenía razones para negar que en los evangelios se mencionara que Jesús era carpintero, es concebible que un escriba hubiera modificado el texto (adaptándolo a Mateo 13:55) para rebatir el argumento pagano de que Jesús no podía ser el Hijo de Dios porque no era más que un TEKTON de clase baja.
Otro versículo que se modificó es Lucas 23:32 , en donde se habla de la crucifixión de Jesús. El texto se traduce como: «Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados». Pero la redacción del versículo en griego permitiría traducirlo así: «Llevaban con él a otros dos, que también eran malhechores, para ser ejecutados». Dada la ambigüedad del texto griego, no sorprende que algunos escribas consideraran que la defensa de la fe hacía necesario disponer las palabras para afirmar, sin ambigüedades, que los malhechores eran los otros dos, no Jesús.
Hay otros cambios en la tradición textual que parecen haber sido animados por el deseo de demostrar que Jesús, en tanto hijo verdadero de Dios, no podía haberse «equivocado» en sus declaraciones, en especial en relación al futuro (pues el Hijo de Dios necesariamente tenía que saber lo que iba a ocurrir en él). Esto fue lo que motivó el cambio de Mateo 24:36 . Allí Jesús afirma que nadie sabe el día y la hora del fin de los tiempos, «ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre»; no obstante, un número significativo de manuscritos omiten la frase «ni el Hijo». La razón para ello es fácil imaginar: el que Jesús no conociera el futuro comprometía la afirmación de los cristianos de que era un ser divino.
Un ejemplo menos evidente lo vemos en Mateo, tres capítulos más adelante, en la crucifixión. En Mateo 27:34 se nos dice que mientras Jesús estaba en la cruz se le dio a beber vino mezclado con hiel. Pero un gran número de manuscritos indican que lo que se le ofreció no fue vino sino vinagre. Es probable que este cambio haya sido realizado para acercar el texto al pasaje del Antiguo Testamento que se cita para explicar esta acción, el Salmo 69:22 . ¿Algo más motivó a los escribas a hacerlo? Así es interesante advertir que durante la Última Cena, en Mateo 26:29 , tras entregar la copa de vino a sus discípulos, Jesús declara explícitamente que no volverá a beber vino hasta que vuelva a encontrarse con ellos en el reino del Padre. ¿Es posible que al cambiar el vino por vinagre en 27:34 se pretendiera salvaguardar esta predicción, de manera que Jesús no probara el vino tras haber asegurado que no lo haría?
También es interesante la forma en que se alteró la predicción que Jesús hizo delante del sumo sacerdote durante su juicio en Marcos 14:62. Cuando se le pregunta si él es en verdad el Cristo, el Hijo del Bendito, Jesús responde: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo». Estas palabras eran incómodas para muchos cristianos pues el Hijo del Hombre nunca vino entre las nubes del cielo. ¿Por qué predijo Jesús que el sumo sacerdote le vería llegar? Desde un punto de vista histórico, la respuesta es que Jesús pensaba que el sumo sacerdote sería testigo de tal cosa, esto es, que la llegada del Hijo del Hombre se produciría durante su vida. Sin embargo, por razones obvias, en el contexto de los apologistas cristianos del siglo II la respuesta de Jesús podía considerarse una predicción falsa. No ha de sorprendernos entonces que uno de los testimonios más antiguos del Evangelio de Marcos modifique el versículo eliminando las palabras que resultan incómodas, de modo que Jesús simplemente afirma que el sumo sacerdote verá al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder entre las nubes del cielo. Desaparece así la alusión a la inminente venida de Aquel que nunca vino.
Así, en los testimonios que han sobrevivido hasta ahora hay cierto número de pasajes que parecen haber sido modificados por los primeros cristianos para defender su fe de las críticas de los paganos, en especial cuando éstas se relacionaban con el fundador de su fe, el propio Jesús. Al igual que los conflictos teológicos de la Iglesia primitiva, la cuestión del papel de las mujeres y el enfrentamiento con los judíos, las disputas entre los cristianos y los paganos cultivados que despreciaban sus creencias alteraron la transmisión de los textos que finalmente conformarían lo que hoy conocemos como Nuevo Testamento, en un período, los siglos II y III, en que la copia de este conjunto de libros se ocupaban escribas no profesionales que lo modificaron a la luz de los debates de su época.
