¿Qué valor histórico tienen los Evangelios de la Biblia?
En ellos en absoluto existe interés histórico.- Kendrick Grobel
Para el historiador exigente… el tema de los originales resulta deficiente. Lo históricamente seguro y lo legendario se mezclan continuamente. Uno llega pronto a la conclusión de que “de las fuentes que nos proporcionan los Evangelios no es posible deducir al Jesús tal y como realmente fue. El Jesús sólo tiene que ver con el Jesús tal y como lo han visto sus primeros discípulos, con el Cristo tal y como se representó en la fe de su comunidad.
- Hans Joachim Schoeps
No se tienen escritos realizado por el propio Jesús. Sus oyentes no escribieron nada de sus palabras. La transmisión fue oral; sólo a su muerte comenzaron a circular piezas sueltas sobre él, pequeñas historias. El primero que las recogió por escrito fue Marcos, el acompañante del apóstol Pedro. Marcos no escuchó a Jesús en persona, escribió de lo que recordaba de haberle oído a Pedro y, por lo visto, sólo escribió a la muerte de éste. Hacia el 140 informa el testigo más viejo, el obispo Papías de Hierápolis:
Marcos ha registrado con exactitud las palabras y hechos del Señor, que él recordaba como traductor de Pedro, pero sin seguir un orden. Y es que él no escuchó ni acompañó al Señor, aunque, como se ha dicho, sí acompañó más tarde a Pedro, y Marcos ajustaba sus exposiciones a las necesidades, pero no de manera que hiciera una exposición continuada y coherente de las enseñanzas del Señor. De ahí que no pueda imputar a Marcos que anotara lo que recordaba
“Lo que recordaba”
Y es que, como no existía una historia oral coherente de lo que hizo Jesús, Marcos no sólo reunió las narraciones existentes, sino que creó y elaboró también el marco mismo de la historia evangélica. La mayoría de las veces no sabía en qué ocasión se dijeron aquellas palabras –caso de que se dijeran alguna vez-. Como es natural el cuándo era lo que menos interesaba. Pero, a veces, tampoco sabía el dónde, y mucho menos la secuencia, el orden, y no digamos nada la palabra exacta. De ahí que Marcos agrupara, añadiera o retocara el material a su criterio. Él rellenó las lagunas y huecos entre los diferentes elementos de la tradición mediante anotaciones, describiendo situaciones inventadas, añadidos propios; y consigue la apariencia de una narración con coherencia cronológica, pero, sobre todo, presenta el material bajo su más absoluta interpretación. La definición de Nietzsche del cristianismo como el arte de una mentira sagrada se hace evidente ya desde el primer y más antiguo evangelista.
No sólo en la antigüedad, también en el cristianismo se permitió, desde el inicio, la mentira piadosa.
Esta religión que quería llevar a los pueblos la verdad, operó en una dimensión sin parangón con la mentira y el engaño. Y este reconocimiento se lo debemos a sus propios sabios, para ellos una tercera parte de los escritos del Nuevo Testamento son falsificaciones, es decir, escritos que se imputan injustamente a apóstoles como sus autores, lo que aparentemente no perjudica a su carácter de «palabra de Dios».
- Wyneken
Y no se interrumpe en la literatura cristiana la cadena de falsificaciones. Como excusa para esta mentira piadosa se refiere a que estos escritores seguían una costumbre de la antigüedad. Pero si esto fuera así: ¿Es aceptable esta disculpa? Oímos que el cristianismo trajo al mundo una moral nueva y superior, pero no comprendía el amor por la verdad.
Tras reconocer Pablo que lo que a él le importa es anunciar a Cristo «con buena o mala fe», uno de los cristianos más prestigiosos, Orígenes, anima a mentir y engañar como «medio de salvación». Y el doctor de la Iglesia, y patrono de los predicadores, Juan Crisóstomo, difundió la necesidad de la mentira si es para conseguir la salvación del alma, apoyándose en ejemplos del Antiguo y Nuevo Testamento.
La misma Iglesia atribuyó falsamente Evangelios a los apóstoles Mateo y Juan. Se falsificaron dos cartas del Nuevo Testamento a nombre de los apóstoles Santiago y Juan, se falsificaron cartas a nombre de Pablo; es decir, el libro santo, la Biblia, está repleto de documentos falsos. El teólogo Carl Schneider escribe:
Las falsificaciones comienzan en la época neotestamentaria y todavía no han concluido.
El jesuita Brors sostiene (con permiso de la autoridad eclesial):
En la Sagrada Escritura no se contiene ningún error, porque Dios no puede equivocarse.
Y el jesuita Linden explica que los cuatro Evangelios
como todos los restantes libros de la Sagrada Escritura se han escrito bajo inspiración del Espíritu Santo y, por tanto, no contienen nada más que la palabra infalible de Dios… Si hay algún libro de la época antigua que merece plena fe estos son los Evangelios.
E incluso el concilio Vaticano I decreta que todos los libros de la Sagrada Escritura, con todas sus partes, han sido escritos
bajo inspiración del Espíritu Santo y Dios es el autor.
Todos los Evangelios, en su origen, fueron transmitidos anónimamente. Sólo más tarde fueron adquiriendo el nombre de los autores, la Iglesia los puso en circulación como obras de los primeros apóstoles y de discípulos de los apóstoles, lo que les daba autoridad y credibilidad. Pero la realidad es que ningun apóstol los escribió. Y todavía hoy no sabemos si Lucas es el mismo que el acompañante de Pablo o si Marcos se confunde con el compañero de Pedro. Lo que sí sabemos es que el autor del Evangelio más antiguo, escrito entre los años 70 y 80 y en Roma, Marcos, no fue ningún testigo ocular. También para él vale lo dicho por uno de los exegetas más importantes de nuestros días, el teólogo Martín Dibelius: Las narraciones cristianas primigenias no contenían
material biográfico alguno digno de tal nombre.
Y lo mismo vale para los Evangelios de Mateo y Lucas, escritos una o dos décadas después del de Marcos y, en parte, dependientes de él. Y con más razón cabe decir del último, el cuarto Evangelio, el denominado de Juan, que es totalmente ahistórico.
La teología moderna sostiene que
ni de la vida de Jesús, ni de sus estadios, ni de su particularidad anímica, ni de su desarrollo se puedecomprobar nada.
Las palabras de Jesús tampoco fueron intocables, se fueron ampliando, complementando. En muchos casos es fácil demostrar que él no las pronunció, en otros casos es discutible, hay algunas que se las tiene por verdaderas…
Los Evangelios no son fuentes históricas fiables sino productos de literatura mitológica surgidos del delirio de la fe, escritos misioneros y de propaganda destinados no sólo a fortalecer a los cristianos en su credo sino a ganar nuevos adeptos. Sus autores no habrían tenido el menor interés por la realidad
histórica, tal y como la entendemos nosotros. Dicho de otro modo: Los Evangelios son producto de la fantasía de las comunidades posteriores. Antiguos mitos han ido depositado su huella.
Si los teólogos más importantes de nuestro siglo caracterizan al Evangelio como una «colección de anécdotas», «no interesadas por la historia», hemos de preguntarnos, con qué base y seguridad se aferran a la existencia de Jesús. No es extraño que un estudioso como Bultmann no quiso seguir hablando de una «personalidad» de Jesús. Sintió que, para no arruinar su fe prefería no «seguir participando en la búsqueda del Jesús histórico.»
¿Cómo se transmitieron los Evangelios?
Las numerosas copias (del Nuevo Testamento hay unas 4000) coinciden en todos las cosas importantes
- Monseñor Alfons M. Rathgeber
… toda una selva de variantes, añadidos y supresiones entre sí
- Teólogo Hans Lietzmann
No sólo no tenemos ningún original de los Evangelios, es que no existe el texto original de ningún libro neotestamentario, de ningún libro bíblico. Ni tampoco existen las primeras copias. Sólo hay copias de copias de copias; copias de manuscritos griegos, de latín antiguo, de sirio, traducciones coptas y de citas neotestamentarias de los padres de la Iglesia recogidas de memoria. En Orígenes hay como unas 18.000. Respecto a las obras de los padres de la Iglesia no todas gozan de igual rigor en cuanto a la transmisión. Como demuestra el teólogo Hirsch, glosadores y redactores eclesiásticos pulieron, añadieron, armonizaron, limaron y las mejoraron. Al final surgieron variaciones, añadidos y omisiones opuestos entre sí que no podemos determinar el texto primigenio con seguridad sino tan solo con probabilidad.
No obstante, afirma el teólogo católico Alexander Zwettler (con el permiso de impresión del arzobispado ordinario de Viena):
Ningún libro de la literatura del mundo ha sido transmitido a la posteridad con tanto esmero como la sagrada Escritura. Se excluyen el engaño y la mentira. Alois Stifvater, presidente de Kolping, rebajaba sólo en un uno por ciento la credibilidad de la Biblia: «La Biblia está en un 99% en orden».
Sin duda lo contrario se ajusta más a la verdad. Stiefvater se apoya también en la crítica moderna de la Biblia. ¿Por qué la Biblia iba a estar tan mutilada?, se pregunta.
La Biblia ha sido transmitida con más preocupación y esmero que los demás libros. Además la crítica moderna se ha cuidado de que la Biblia sea examinada científicamente con cuidado y detalle… Se la puede creer.
En los orígenes cristianos, no existía ningún Nuevo Testamento, y al carecer de una sagrada escritura propia se reivindicaba la del judaísmo. Fue en la segunda mitad del siglo II, cuando dando forma y orden a los escritos obtenidos, cuando los Evangelios se equipararon al Antiguo Testamento para, finalmente, terminar teniendo más importacia que éste. Es ahora cuando se comienzan a prioritar los cuatro Evangelios a los “apócrifos” hasta convertirlos en el Evangelio. Pero durante largo tiempo no se tienen por inspirados. Excepto el autor del Apocalipsis, que entró con facilidad en la Biblia, ningún autor neotestamentario consideró su obra como divina o inspirada por Dios, ni Pablo, ni los autores de las restantes cartas, ni los evangelistas. Tampoco creían hacer algo extraordinario.
Como hemos visto en las anteriores entradas, incontables copistas quisieron mejorar los Evangelios. Ellos tacharon y añadieron detalles, escribieron mucho más de lo que era la trascripción de copia. Los teólogos Hoskyns y Davey afirman que el
texto original va desapareciendo más y más; se van dando cuenta de las contradicciones que van surgiendo entre los manuscritos de distinta trasmisión y se intenta ajustarlos: el resultado es un verdadero caos.
A juzgar por el teólogo Jülicher, hasta el año 200 los textos neotestamentarios sucumbieron en parte a una degeneración formal, se procedió con los Evangelios como se quiso, se los ajustó a gusto y capricho. Pero también posteriores copistas siguieron cambiando, añadiendo nuevos milagros o exagerando los ya existentes.
Y para poner fin a tanto desmán el año 383 el obispo Dámaso de Roma encargó a Jerónimo, la elaboración de un texto unificado de las Biblias latinas, de las que no había dos que coincidieran en párrafos un tanto extensos. El secretario papal modificó el original de los modelos, que utilizó como base para su legitimación de los cuatro Evangelios, en unos 3.500 lugares. Esta traducción de Jerónimo, la conocida como Vulgata y rechazada durante siglos por la Iglesia, fue declarada en el siglo XVI por el concilio de Trento como auténtica.
Y así como entre los manuscritos latinos clásicos de la Biblia no se podía armonizar del todo ninguno con los demás, algo parecido ocurría con los griegos, y no había dos que coincidieran exactamente en el texto. Y los códices no concuerdan ni en la mitad de las palabras. Y esto, aun cuando en la transmisión manual escrita se han ajustado los Evangelios entre sí, se calcula el número de esas variantes en 250.000. El texto de la Biblia, publicada hoy día en más de 1100 lenguas y dialectos, está deformado y ya no es posible restablecerlo a su forma primitiva.
A esto hay que añadir que, de forma oficial, se continúa modificando y falsificándolo.
Por ejemplo, Lutero en su traducción de los prisioneros de guerra de David escribió:
Y al pueblo de dentro lo sacó fuera, y los colocó bajo sierras, ganchos y puntas aceradas y los quemó en hornos de ladrillo
Este método del divino David recordaba tras la Segunda Guerra Mundial en exceso a los métodos de Hitler. Por eso la Biblia impresa en 1971 con el visto bueno del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania y de la Federación de las Sociedades Evangélicas de la Biblia en Alemania de 1956 y 1964 traduce este texto en:
Y al pueblo de dentro lo sacó fuera y los colocó como esclavos en las sierras, en los picos y hachas de hierro y les hizo trabajar en hornos de ladrillo.
Y Lutero traduce el correspondiente texto:
Y al pueblo de dentro lo sacó fuera, y los partió con sierras, ganchos y punzones de hierro
- 1 Crónicas 20:3
Y en la Biblia autorizada por el Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania se dice:
Y al pueblo de dentro lo sacó fuera e hizo que llevaran a cabo trabajos de servidumbre en sierras, hachas y picos de hierro.
Y Lutero habla de 50.000 y 70 hombres, a los que Dios mata porque han mirado al arca de la alianza, y la Biblia del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania habla de “70 hombres”
Una falsificación sistemática. En el texto revisado de la Biblia de Lutero en 1975 apenas si se remontan o basan directamente en Lutero dos tercios del texto. Se modifica una de cada tres palabras, a veces en pequeñas cosas, otras en cosas importantes.
Pero, a menudo, las contradicciones de los Evangelios son enormes
Contradicción sobre contradicción- Teólogo Friedrich Heiler
La mayoría de los hombres divinos antiguos procedían de un Dios o de una casa real, cuyo origen se fundamentaba en un Dios, y una característica tradicional de la figura del mesías judío era que descendía de la estirpe de David, los evangelistas tardíos hacen proceder a Jesús de David, y además de dos genealogías a través de José, en contraposición a Marcos, que no conoce esto. Y no se dan cuenta que el padre de Jesús no es José sino el Espíritu Santo y, por tanto, ¡Jesús no podía estar relacionado con la casa de David! El que María sea de la casa de David y Lucas presente su árbol genealógico, tal y como la Iglesia católica sostiene, no sólo contradice al texto sino que va en contra del principio básico, que consiste en no tener en cuenta el parentesco materno, puesto que a los ojos del derecho judío en la descendencia sólo cuenta la línea paterna.
Ambas genealogías, que pasan claramente a través de José, rezuman contradicciones. En Mateo se dice que el padre de José es Jacob y en Lucas que es Eli, ambas genealogías a lo largo de un siglo sólo tienen dos nombres comunes; para Lucas de Abraham a Jesús hay 56 generaciones, en Mateo 42. De esto se mofa ya el emperador Juliano:
…pero ni siquiera el invento lo habéis hecho con habilidad, puesto que Mateo y Lucas se contradicen en la genealogía de Jesús.
También es evidente que tanto José como María padecen mala memoria. Aun cuando los dos han sido aleccionados de la naturaleza divina del niño –mediante un ángel, los pastores informados por ángeles, los sabios de oriente- y aun cuando la María preñada loa de modo entusiástico al «Dios» y al «Salvador» de su vientre, ambos sólo lo comprenden más tarde, no tienen en cuenta todas las revelaciones divinas, ni a Simeón impulsado por el espíritu alabando al niño Jesús en el templo, ni entienden allí al joven Jesús que les dice:
¿No sabíais que debo estar en la casa de mi padre?
Al comienzo de su actividad misionera se marcha la olvidadiza María con los hermanos y hermanas de Jesús para llevarle a casa a la fuerza, pues “está fuera de sus cabales” –una palabra que los evangelistas lo pasan por alto para evitar la contradicción con sus maravillosas historias de su nacimiento, de las que el evangelista más antiguo no tiene ni idea-.
Y parecida falta de memoria le ocurre a Juan el Bautista. En su bautismo de Jesús se abre el cielo, baja el espíritu santo y una voz proclama a Jesús como hijo amado; pero Juan, cuando 8 capítulos más tarde está en la cárcel, ha olvidado todos estos sucesos llamativos tan completamente que manda a sus discípulos a preguntar a Jesús:
¿Eres tú el que va a venir o debemos esperar a otro?
En ninguna parte, y no por casualidad, son las contradicciones tan abundantes y numerosas como en el mayor milagro del cristianismo, en la resurrección.
Comencemos con toda esa lista de incongruencias. En Marcos las mujeres compran los ungüentos para el cuerpo de Jesús el día después del sabbat, en Lucas el día antes. En Marcos van las tres mujeres al sepulcro, en Mateo sólo dos (una discrepancia, que probablemente proceda de la historia de la resurrección de Osiris, en la que según una redacción van al sepulcro tres personas, como en Marcos, pero según otra redacción sólo dos mujeres, como se dirá en Mateo; y también en la leyenda de la resurrección de Osiris traen las mujeres, como en la Biblia, bálsamo). Y posiblemente esta fluctuación de las narraciones evangélicas de la resurrección entre el tercer día y el cuarto, ¡tras tres días!, se basa en que la resurrección de Osiris se dio al tercer día y la de Atis al cuarto de su muerte. Marcos habla de las mujeres y su descubrimiento de la tumba vacía: “Ellas no comentaron con nadie”. En Mateo, sin embargo, las mujeres corrieron y fueron directamente “a contar el mensaje a sus discípulos”, mensaje que en Lucas dan a conocer “a todos los demás.”
Un milagro es el ángel en la narración de la resurrección. En Marcos las mujeres lo encuentran en el sepulcro; en Mateo está delante de la fosa en la losa corrida. En Lucas no está ni delante del sepulcro ni en el sepulcro, pero inmediatamente llegan dos ángeles. Se colocan de pronto junto a las mujeres. También en el cuarto Evangelio hay dos ángeles, pero estos aguardan ya sentados en el sepulcro. En el Evangelio de Marcos y en el de Juan aparece el resucitado primero a María Magdalena, en el de Mateo aparece primero a las dos Marías a la vez, en Lucas se muestra primero a los dos discípulos de Emaús. El lugar de las apariciones, según Marcos y Mateo, es en Galilea, según Lucas en Jerusalén. No es, por tanto, extraño que los teólogos críticos le atribuyan un “carácter fuertemente legendario” al constatar: “contradicción tras contradicción “, o: “entre todas las narraciones no hay dos que coincidan.” Nada extraño tampoco que Denis Diderot se sonría:
¿Eran acaso todos judíos los que estaban en Jerusalén y se convirtieron a la vista de los milagros de Jesús? En modo alguno. En lugar de creer en él lo crucificaron… Por tanto hay que hacer valer este milagro, la incredulidad de los judíos, y no el milagro de la resurrección.
Del lado católico se sostiene que
Los milagros de Jesús son hechos históricos, de cuyo carácter sobrenatural no cabe duda. El mayor de todos es su propia resurrección.
Son especialmente numerosas y profundas las diferencias entre el cuarto evangelista, el evangelista preferido por la Iglesia, el supuesto testigo Juan, y sus predecesores: Marcos, Mateo y Lucas, los sinópticos, denominado así por su concordancia en parte, por su visión conjunta, por su sinopsis.
En los sinópticos llama Jesús a sus primeros discípulos tras la encarcelación del Bautista, en Juan antes. En los sinópticos les llama en Galilea, en Juan en Judea. En los sinópticos los encuentra en el lago de Genesaret al pescar, en Juan como discípulos de Juan Bautista. Según Marcos Jesús aparece públicamente tras la detención de Juan Bautista por Herodes, en el Evangelio de Juan Jesús actúa durante un tiempo conjuntamente con el Bautista. La limpieza del templo, que según Mateo y Lucas sucede en el segundo día de la entrada de Jesús en Jerusalén, en cualquier caso en los sinópticos hacia el final de su actividad pública, en Juan sucede al principio de la misma. En Marcos la unción de Jesús en Betania marca el final de su actuación en Jerusalén, en Juan se da antes de la entrada de Jesús en la ciudad. En Marcos Jesús oculta su dignidad mesiánica hasta sus últimos días de su vida, en Juan aparece como Mesías en el primer capítulo y exige por doquier ser reconocido como tal. Ni siquiera en la fecha de la crucifixión coincide Juan con los sinópticos.
He expuesto las fuentes y la (no)credibilidad de los escritos cristianos más antiguos. Pues hay que saber con cuánta razón Lessing denomina inciertas las bases históricas del cristianismo, y Goethe –que culpó al «cuento de Cristo» el que «nadie entre en razón»- escriba que «toda la enseñanza de Cristo…es algo ficticio». Hay que conocer que no sólo el papa León X (1513-1521) debió decir lo “mucho que nos ha servido el embuste de Cristo” sino que Tertuliano, el padre del cristianismo de occidente, que está mucho más próximo a los orígenes del cristianismo (150-225), el auténtico fundador del catolicismo, abiertamente y por tres veces habló del cuento-Cristo. Hay que saber lo absolutamente insegura que es la transmisión de Jesús para darse cuenta al mismo tiempo que las afirmaciones absolutamente seguras de la Iglesia no pueden ser verdad. Esto lo dejan ya claro los escritos cristianos más antiguos, los Evangelios, los restantes libros neotestamentarios, las primeras publicaciones de los padres de la Iglesia, con las que se inicia y prosigue la formación de los dogmas y, sobre todo, el dogma de Cristo como Hijo de Dios.
