Dios es todopoderoso
Dios es completamente bueno
El sufrimiento existe
¿Cómo es posible que estas tres frases sean ciertas a la vez? Si Dios es todopoderoso, entonces puede hacer lo que quiera (podría eliminar el sufrimiento). Si es completamente bueno, entonces deseará lo mejor para su pueblo (no puede querer que sufra). Sin embargo, la gente sufre. ¿Cómo explicar esto?
Hay quienes defienden que Dios no es completamente bueno, al menos no en el sentido convencional. Éste es más o menos el punto de vista de aquellos que piensan que Dios posibilita de los terribles sufrimientos que padecen los seres humanos. Hay quienes objetan que si Dios no es amor, entonces Dios no es Dios.
Los que ya seguisteis la serie de entradas Errores en la Biblia donde se trataba de los errores en la Biblia, pudisteis comprobar el trabajo serio y elaborado de un estudioso bíblico. Un exégeta que volcó su vida en el estudio de la Biblia como necesidad vital. Ese estudio, paradógicamente le descubrió lo que la Biblia es realmente: un libro humano, escrito por humanos para dar sentido a sentimientos humanos. Me refiero a Bart D. Ehrman.
Como hice en esas entradas anteriores, vuelvo a recomendar un libro suyo: ¿Dónde está Dios?. En esta obra se comprueba, una vez más, su conocimiento bíblico y la interpretación racional de versículos de todos y cada uno de los autores bíblicos que trataron el problema del sufrimiento. El cómo abarca la Biblia el problema del sufrimiento.
La mayoría de las personas que han tratado con el problema lo han hecho para afirmar que las tres afirmaciones son verdaderas y que existe una circunstancia atenuante capaz de explicarlo todo. Por ejemplo, en la visión clásica de los profetas de la Biblia hebrea no hay duda de que Dios es tan todopoderoso como completamente bueno, y una de las razones por las que existe el sufrimiento es que su pueblo ha incumplido su ley o actuado en contra de su voluntad: Dios envía el sufrimiento para forzar a su pueblo a regresar a él y llevar una vida virtuosa. Este tipo de explicación funciona bien mientras sean los malvados los que sufren. Pero ¿qué sucede cuando los malvados prosperan mientras que los que siguen el camino de Dios se ven aquejados por penas interminables y miserias insoportables? ¿Cómo puede explicarse el sufrimiento de los justos? Eso es algo que exige otro tipo de explicación: por ejemplo, que todo este absurdo se corregirá en el más allá, una idea que no encontramos en los profetas, pero sí en otros autores bíblicos.
Pese a que fue un erudito de la Ilustración (Leibniz) quien creó el término teodicea y a que es a partir de entonces cuando el sufrimiento pasa a ser un problema filosófico. Pero desde la antigüedad ya estaba con nosotros. Esto fue algo que reconocieron los mismos intelectuales ilustrados. David Hume señaló que ya lo había planteado hacía más de dos mil años Epicuro:
Las preguntas de Epicuro siguen sin tener respuesta
- ¿Quiere Dios evitar el mal pero no puede? Entonces es impotente
- ¿Puede, pero no quiere? Entonces es malévolo
- ¿Si puede y quiere? Entonces ´¿por qué existe el mal?
La solución más común adoptada por los creyentes del mundo occidental es la que vincula la existencia del sufrimiento al libre albedrío. Según esto, la razón por la que hay tanto sufrimiento en el mundo es que Dios ha dado a los seres humanos libre albedrío. Sin libre albedrío para amar y obedecer a Dios, no seríamos otra cosa que robots dedicados a hacer lo que estamos programados para hacer. Pero, ya que somos libres para amar y obedecer, también lo somos para odiar y desobedecer, y ése es el origen del sufrimiento. Hitler, el Holocausto, Idi Amin, los gobiernos corruptos de todo el mundo, la corrupción de los seres humanos, etc.: el libre albedrío lo explicaba todo. Los seres humanos tenían que ser libres para que este mundo pudiera ser el mejor de los mundos que existen. Dios es todopoderoso y estaba en condiciones de crear cualquier clase de mundo que quisiera; y dado que es completamente bueno es obvio que su deseo era crear el mejor de los mundos posibles.
Voltaire estuvo en contra de esta concepción y se ve claramente en su obra Cándido.
Trata de un hombre que en éste «el mejor de los mundos posibles», padece y es testigo de una serie aleatoria de sufrimientos y miserias absurdos que le llevan a ser más sensato y lo que debemos hacer es hacer cuanto esté a nuestro alcance para disfrutar mientras podamos. Cándido es una obra digna de ser leída: ingeniosa, inteligente, crítica. Si éste es el mejor mundo posible, ¡imaginad como será el peor!
En cualquier caso, el concepto de que «Dios haya dado libre albedrío y el sufrimiento es el resultado del mal ejercicio de esa facultad» no tiene casi tradición bíblica. Los autores bíblicos no se plantearon la posibilidad de no tener libre albedrío pero propusieron muchas respuestas distintas explicando la existencia del sufrimiento.
Es fácil mostrar algunos de los inconvenientes de la explicación moderna estándar según la cual el libre albedrío es la causa del sufrimiento. Ciertamente es posible atribuir los conflictos políticos a la mala utilización de la libertad que se les ha otorgado, pero no ocurre lo mismo con una sequía. Cuando esta golpea un país no es porque alguien decidió que no lloviera. ¿Cómo se explica el huracán Katrina que destruyó Nueva Orleans? ¿A qué atribuir el tsunami que en 2004 mató a cientos de miles de personas de una día para otro? ¿Qué decir de los terremotos, los corrimientos de tierras, la malaria, la disentería? La lista es interminable. Además, la afirmación de que detrás de todo sufrimiento se encuentra un mal uso del libre albedrío siempre ha resultado problemático, al menos para el que reflexiona un poco. La mayoría de las personas que creen que Dios ha dado a los seres humanos libre albedrío también creen en el más allá. Es de suponer que en el más allá las personas seguirán teniendo libre albedrío, pese a lo cual allí no habrá sufrimiento. Ahora bien, ¿por qué la gente habría de saber emplear el libre albedrío en el cielo si no ha sabido cómo emplearlo en la tierra? Si Dios dio a las personas el libre albedrío como un gran don, ¿por qué no les concedió a la vez la inteligencia necesaria para utilizarlo de forma que todos los seres humanos puedan llevar vidas felices y pacíficas? No vale decir que Dios no podía hacerlo, si se quiere seguir sosteniendo que es todopoderoso. Además, si como se cuenta en la Biblia ha habido ocasiones en las que Dios ha intervenido en la historia para contrarrestar decisiones tomadas libremente por seres humanos -por ejemplo, cuando destruyó a los ejércitos egipcios durante el Éxodo (los egipcios habían elegido libremente oprimir al pueblo de Israel), cuando alimentó a las multitudes en el desierto (éstas habían optado por ir a oírle sin llevar consigo comida) o cuando neutralizó la malvada decisión del gobernador romano Pilato de hacer ejecutar a Jesús resucitando al Jesús crucificado de entre los muertos-, ¿por qué no lo ha hecho otras veces? Si Dios interviene algunas veces para oponerse al libre albedrío de los hombres, ¿por qué no lo hace con más frecuencia? De hecho, ¿por qué no lo hace siempre?
Al final siempre se termina concluyendo que la respuesta a estas preguntas es un misterio. No sabemos por qué el libre albedrío funciona tan bien en el cielo pero no en la tierra. No sabemos por qué en ciertas ocasiones contraviene el libre ejercicio de la voluntad por parte de los hombres y en ciertas ocasiones no. Esto supone un tropiezo pues si al final estas preguntas se resuelven diciendo que la respuesta es un misterio, resulta que no hay respuesta alguna: apelar al misterio es admitir que no existe respuesta. En última instancia, la «solución» del libre albedrío conduce a la conclusión de que todo es un misterio.
Y esta sí es una de las respuestas comunes que propone la Biblia: sencillamente no sabemos por qué existe el sufrimiento. Ahora bien, hay más respuestas recogidas en las Escrituras son más comunes.
El Dios que muestra la Biblia es un dios que participa activamente en este mundo. Salvó a los israelitas de la esclavitud, envió a Jesús para salvar al mundo, respondió a las oraciones, intervino en nombre de su pueblo cuando éste lo necesitaba de forma desesperada y estaba involucrado de manera concreta en mi propia vida. Me resulta imposible creer en ese Dios, pues a juzgar por lo que hoy observo en el mundo, él no interviene en sus asuntos. Una respuesta a esa objeción es que interviene en los corazones de los que sufren, a los que proporciona consuelo y esperanza en el momento en que más los necesitan. Ésta es una idea bonita, pero no es cierta. La enorme mayoría de las personas que mueren de hambre, malaria o sida no siente ningún consuelo o esperanza, sino que son gente dominada por la agonía física, el abandono personal y la angustia mental. La respuesta consoladora a esa objeción es que ello no tiene por qué ser así y que si esas personas tuvieran fe, su situación sería diferente.
Sorprende de los lectores de la Biblia es que algunas de esas respuestas están lejos de ser las esperadas, y algunas de ellas se contradicen entre sí. Así, en el libro de Job tiene dos conjuntos de respuestas al problema del sufrimiento (una está en la historia de Job narrada al comienzo y al final del libro, la otra en los diálogos entre Job y sus amigos que conforman la mayor parte de la obra). Estas dos perspectivas son discrepantes. Ambas difieren de las opiniones de los profetas. Y la respuesta profética no coincide con la de «apocalipticistas» judíos como Daniel, Pablo e incluso Jesús.
La Biblia ofrece muchas respuestas al problema del sufrimiento y mucha gente se acerca a la Biblia como si se tratara de un «bufé libre» en el que puede seleccionar y elegir sólo aquello que les conviene y se adecua a las ideas que profesan, sin reconocer que las Escrituras son un conjunto de concepciones y puntos de vista diferentes. Así, hoy existen millones de personas a las que se les discrimina socialmente por ser homosexuales. En ciertas ocasiones esa discriminación parte de creyentes bíblicos que insisten en que en las Escrituras se condenan las relaciones homosexuales, una cuestión polémica sobre la que hay diversidad de opiniones entre los estudiosos del texto bíblico. Independientemente de esta falta de consenso entre eruditos, la reprobación de las relaciones homosexuales «porque la Biblia las condena» es un ejemplo perfecto de cómo la gente escoge aquellas partes que le parecen aceptables e ignora todo lo demás. Así, el mismo libro que condena las relaciones homosexuales exige que los padres apedreen a sus hijos hasta la muerte si éstos son desobedientes, que se ejecute a todo aquel que realice algún tipo de trabajo el sábado o coma chuletas de cerdo, y que se condene a quien vista camisas hechas con fibras de dos clases diferentes. La Biblia no resalta ninguna de estas leyes por encima de las demás: todas son por igual parte de la ley de Dios. Con todo, en ciertos sectores de nuestra sociedad se condenan las relaciones homosexuales, y se considera válido comer bocadillos de jamón o trabajar los sábados.
Es importante saber qué dice la Biblia y no pretender que no dice aquello que contradice nuestros puntos de vista particulares. Eso sí, todo lo que diga la Biblia ha de evaluarse. No se trata de ponerse en la posición de Dios para establecer lo que vale o no como verdad divina. Se ha de usar la inteligencia para valorar los méritos de lo que los autores bíblicos dicen, sobre las preferencias sexuales, el trabajar fines de semana o los preceptos sobre gastronomía e indumentaria.
Mucha gente inteligente han reflexionado acerca del sufrimiento. Esto es porque todos los seres humanos sufrimos y muchos lo hacen en gran manera. Incluso los que podemos considerar que tenemos una vida acomodada, hemos tenido acceso a una buena educación y disfrutamos del amor y el cuidado de quienes nos rodean no somos ajenos al sufrimiento: desilusiones profesionales, perder nuestros empleos, sufrir la pérdida de una hijo, tener cáncer, cardiopatías, problemas neurológicos, todos los seres humanos sufriremos y moriremos.
Para las personas que prefieren las respuestas simples, el placebo les sirve. Pero para los que se esfuerzan por indagar a fondo en las cuestiones de la vida y consideran insatisfactorias las respuestas fáciles, el placebo no es respuesta de nada.
- ¿Qué dicen los autores bíblicos sobre el sufrimiento?
- ¿Dan una respuesta o muchas?
- ¿Se contradicen entre sí y por qué es esto importante?
