El pasado día 20 de Diciembre de 2010 nos desayunamos la siguiente noticia aparecida en todos los medios de comunicación. La muestro aquí tal y como la publicó Elpais.com
José Reyes Fernández ha remitido un escrito en el que afirma que «la denuncia es tan ridícula, insostenible y grotesca que, para poder sustentarla, la madre del alumno ha tenido que echar mano de la difamación, la mentira y la calumnia». «Esto entra en confrontación con mi honor, imagen y ética profesional».
El profesor ha contado que «estaba tratando las zonas climáticas» cuando dijo que, en Trevélez se curan muy buenos jamones. «Al hablar del clima de montaña, en vez de recurrir al Himalaya, busqué un ejemplo más cercano y hablé de Trevélez», cuenta el afectado antes de explicar que, «su clima es frío y seco, y se me ocurrió decir que, gracias a ello, en Trevélez se curan muy buenos jamones, y que tienen una cierta fama». Fue entonces cuando uno de sus alumnos levantó la mano y «de forma muy correcta» le pidió que por favor, no hablase de jamones, por que era musulmán y no podía oír hablar de eso. Ante esta situación, el profesor le respondió al menor: «Lo que tú comas o coma este otro, a mí no me importa nada. La religión que tú profeses, profese éste o aquel otro, todavía me importa menos. Aquí sois 30 alumnos y tú te debes adecuar a los 29 restantes y no los 29 restantes a ti».
José Reyes también dijo a su alumno que, si no estaba de acuerdo con las enseñanzas y conocimientos que se imparten en el centro, tenía la posibilidad de elegir y marcharse a otro colegio.
La madre del alumno asegura en su denuncia que, José Reyes le dijo a su hijo que se fuera a su país si no le gustaba el jamón y que lo llamó inútil.
Es por ello, por lo que, el profesor dice reservarse el derecho de interponer una querella contra la madre del menor, a la que acusa de difamación y calumnia.
El consejero de Educación de la Junta de Andalucía, Francisco Álvarez de la Chica, ha mostrado «todo su apoyo» y, aunque ha mostrado «respeto» por la familia del menor, ha apuntado que «no ha lugar» a una queja.
La respuesta de la Federación Española de entidades Religiosas Islámicas es la siguiente:
En este sentido, Hamed ha afirmado que «no tiene ningún sentido» que denuncien a un maestro por citar un ejemplo sobre el jamón al explicar una lección sobre tipos de climas. Hamed ha apuntado que, a pesar de que el jamón no es un producto ‘halal’ -permitido- para el consumo de los musulmanes, no significa que esté prohibido conocerlo y citarlo, al igual que otros productos como el vino. De hecho, ha asegurado que en el Corán se cita «por su nombre» tanto el jamón como el cerdo y el vino.
Además, el presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas ha subrayado que los niños musulmanes que viven en un país que no es musulmán, donde se come cerdo, como España, «deben conocer el jamón, cómo se hace y por qué». «Es una cuestión de cultura y nuestros hijos deben conocerlo», ha agregado.
Mi comentario es, como no pudiera ser de otra forma, uno más que confirma la soberana tontería del caso pero deseo hacer dos consideraciones de lo aquí expuesto:
Imaginemos la situación del jamón en esa escuela.
En una aula se está impartiendo una asignatura y se está hablando de las zonas climáticas. En un momento, en el monólogo del profesor, que ya que está hablando con niños pues se le ocurre el considerar que con ese clima es bueno para la maduración del citado alimento, es decir, aparece la palabra «jamón» y algo en la cabeza de un niño, como un resorte, salta a modo de alarma y expone el estado de ofensa recibido. ¡Por un jamón! ¡Sólo por oír la palabra jamón!. ¿Qué tipo de educación tiene ese crío que es capaz de cribar escrupulosamente las palabras y reaccionar así tras escuchar el nombre de ese alimento prohibido? ¿Qué tipo de padres tiene? ¿No es cruel que un niño se comporte así por los modelos de comportamiento religiosos inculcados? Este niño ya está dirigido para percibir la vida de una manera censurada y dirigida.
Este niño acaba la clase, se va a su domicilio y se lo cuenta a sus padres. Y estos, denuncian al profesor. ¿Cómo pude haber personas tan obtusas y ofuscadas en idearios tan ridículos? Sí. Digo ridículos porque el que tenga la etiqueta de religioso no debería considerarse de otra forma el hecho de dejar de comer ciertos alimentos porque en un librote lo detalla. Y ahora doy paso al siguiente punto.
Esto que, podemos decir, que es una postura lógica, encierra todo el peligro en potencia. Argumenta que en el Corán se advierte de los alimentos que no se han de comer. Ya es lastimoso que un libro, por absurdos mandatos prohiba algo tan natural como es el comer los alimentos que apetezca.
Pero este señor dice que hablar de ello no está prohibido. ¿Eso quiere decir que si el libro dijera que está prohibido pronunciar su nombre la denuncia sería apropiada y justa? ¿Lo que diga un libro escrito hace cientos de años influiría en lo que se pudiera decir en España, en el siglo XXI en una escuela?
Con esto quiero decir que el estar dependiendo en absurdas restricciones impuestas, por muy religiosas que sean, no las hacen menos ridículas.
