Para el judaísmo y el cristianismo el pecado original es el cometido por los primeros padres de la humanidad al desobedecer el mandato divino de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Fue castigado con la expulsión de la humanidad del jardín del Edén y su sujeción a la muerte y el sufrimiento eterno. La historia, narrada en el Génesis 3 , es común a las tres grandes religiones monoteístas; la interpretación de la naturaleza exacta del pecado cometido y del castigo impuesto, sin embargo, varía entre las citadas religiones.
Para el Islam no existe la noción de pecado original, se rechaza rotundamente. Así, la transgresión cometida por Adán y Eva —y que fue responsabilidad de ambos, y no de Eva en mayor grado— acabó con el castigo recibido, es decir, con la expulsión del Paraíso. El Islam no condena a la naturaleza humana como tal y además rechaza que otro pague por los errores de los demás: «Nadie cargará con la culpa ajena» Sura 17, versículo 15.
Para el judaísmo este acto es una desobediencia al mandato divino. Pero los efectos de este pecado se reducen a castigos personales, como la expulsión del paraíso, la multiplicación excesiva de la dificultad del trabajo (no el trabajo en si mismo que es un don divino y precedía al pecado mismo), la enfermedad, la vejez y la muerte.
Las corrientes renovadoras dentro del judaísmo lo interpretan como el primer acto de libre albedrío del hombre, y lo consideran como parte del plan divino, puesto que la falta representaría la admisión de la responsabilidad.
Para el cristianismo el pecado original tiene una mayor y más dramática repercusión, aunque según qué corriente cristiana tiene significados diferentes.
La teología escolástica distingue entre el pecado original originante que es el acto concreto de desobediencia cometido por Adán y Eva, y el pecado original originado, las consecuencias que el mismo provocaría sobre la constitución de la especie humana. Así, por el original originado, no sólo se perderían la inmortalidad y la exención del sufrimiento, sino que las capacidades del espíritu humano carecerían de su vigor natural, sometiendo la voluntad a las pasiones y el intelecto al error. De acuerdo a la doctrina fijada en el concilio de Trento, la condición de «naturaleza caída» se transmite a cada uno de los nacidos tras la expulsión del Edén.
En los concilios se estableció el pecado original como la razón del bautismo católico, ya que éste liberaría al bautizado de las culpas del género humano que contrapone el pecado de Adán con la pasión de Jesús. La Iglesia Católica y otras que practican el culto mariano excluyen, sin embargo, de las consecuencias del pecado original a la Virgen María, en virtud de una gracia especial de Dios para que Jesucristo no tuviera el pecado original.
Para el pelagianismo, la introducción del pecado por Adán se limita a proporcionar un mal ejemplo a sus descendientes, pero no hiere sus facultades.
Numerosas iglesias protestantes en la actualidad descartan la noción de la caída de la naturaleza, aunque mantienen la creencia en el pecado de desobediencia de Adán.
Para el Libro de Enoc, libro apócrifo, el Génesis se unifica el pecado original y la caída de Lucifer y sus seguidores. La trama está bastante más elaborada, pero también se señala directamente a la mujer como principal responsable. A pesar de ser apócrifo, este libro está incluido en la Biblia de la Iglesia etíope.
Sin embargo, para el cristiano evangélico, el concepto de pecado original no existe como tal, ya que el pecado estaba ya presente en el universo desde antes de la caída de Adán y Eva. El verdadero impacto de la tentación demoníaca en la narración de la caída en Génesis 3 radica en la sutil sugerencia de la aspiración humana a llegar a ser igual a su hacedor.
Es evidente que para el cristianismo y, en concreto, para el catolicismo, los creyentes han de pasar generaciones futuras con la creencia de llevar tatuado en la piel una culpa que no tiene. Aunque creo que el verdadero pecado es no cuestionar esas creencias absurdas.
Es curioso que ahora se diga que existe una corriente laicista y atea en el mundo como si fuera una peste a la que hay que combatir y no se dan cuenta que durante siglos, sus creencias son las que han lavado el cerebro de millones de personas de forma que no les era cómodo preguntarse siquiera si lo aprendido es lógico o no.

Buenas.
Yo lo único que opino es lo siguiente:
Adán y Eva es un cuento realizado por nuestros ancestros para explicar el Pecado Original. Además de que Dios no creo que hubiera entablado ningún tipo de conversación con los susodichos. Entonces esto me lleva a la siguiente conclusión: ¿Por qué tenemos que ser pecadores? ¿Por qué tenemos que tener culpa? pues muy simple: para tenernos a todos acojonados con que vamos a ir al infierno por los siglos de los siglos.
Es todo un aleccionamiento en el miedo, miedo a la represalia de Dios, al infierno, a la condenación eterna.
Y claro, después ya viene la historia de Israel etc etc, una historia que ha ido pasando de boca en boca (teléfono escacharrado) y que después de tantísimos siglos se ha traducido innumerables veces, ha pasado por Concilios, diversos Papas, corrientes ideológicas y lo más importante (a mi parecer): LA GRAN INCULTURA.
Gracias por dejar que me exprese jajajaja