El dragón en el garaje es un fragmento de «El Mundo y sus Demonios» del Astrónomo y divulgador científico Carl Sagan. Descubrimos que la historia del “Dragón en el Garaje” se puede aplicar a cualquier cosa que no exista o que, por la escasez de pruebas, tenga muy poca probabilidad de existir; incluyendo a los dioses.
Si defiende la existencia de Dios, como invisible que es y está en todos lados y que no puede ser probado con experimentación física, estás tomando exactamente la misma actitud del dueño del garaje y su dragón imaginario. Cada vez que cualquier persona te exija un mínimo de pruebas para comprobar la existencia de tu dios, simplemente argumentará que por las características «especiales» ese Dios, las pruebas no se pueden aplicar.
En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.
Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!
– Enséñemelo -me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
-¿Dónde está el dragón? -me pregunta.
– Oh, está aquí -contesto yo moviendo la mano vagamente-. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.
– Buena idea -replico-, pero este dragón flota en el aire.
Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
– Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.
– Se puede pintar con spray el dragón para hacerlo visible -propongo-
– Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará.
Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente?
Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.
Lo único que ha aprendido usted de mi insistencia en que hay un dragón en mi garaje es que estoy mal de la cabeza. Se preguntará, si no puede aplicarse ninguna prueba física, qué fue lo que me convenció. La posibilidad de que fuera un sueño o alucinación entraría ciertamente en su pensamiento. Pero entonces ¿por qué hablo tan en serio? A lo mejor necesito ayuda. Como mínimo, puede ser que haya infravalorado la falibilidad humana.
Imaginemos que las cosas hubieran ido de otro modo. El dragón es invisible, de acuerdo, pero aparecen huellas en la harina cuando usted mira. Su detector de infrarrojos registra algo. La pintura del spray revela una cresta dentada en el aire delante de usted. Por muy escéptico que se pueda ser en cuanto a la existencia de dragones -por no hablar de seres invisibles- ahora debe reconocer que aquí hay algo y que, en principio, es coherente con la idea de un dragón invisible que escupe fuego por la boca.
Ahora otro guión: imaginemos que no se trata sólo de mí. Imaginemos que varias personas que usted conoce, incluyendo algunas que está seguro de que no se conocen entre ellas, le dicen que tienen dragones en sus garajes… pero en todos los casos la prueba es enloquecedoramente elusiva. Todos admitimos que nos perturba ser presas de una convicción tan extraña y tan poco sustentada por una prueba física. Ninguno de nosotros es un lunático. Especulamos sobre lo que significaría que hubiera realmente dragones escondidos en los garajes de todo el mundo y que los humanos acabáramos de enterarnos. Yo preferiría que no fuera verdad, francamente. Pero quizá todos aquellos mitos europeos y chinos antiguos, sobre dragones no eran solamente mitos…
Es gratificante que ahora se informe de algunas huellas de las medidas del dragón en la harina. Pero nunca aparecen cuando hay un escéptico presente. Se plantea una explicación alternativa: tras un examen atento, parece claro que las huellas podían ser falsificadas. Otro entusiasta del dragón presenta una quemadura en el dedo y la atribuye a una extraña manifestación física del aliento de fuego del dragón. Pero también aquí hay otras posibilidades. Es evidente que hay otras maneras de quemarse los dedos además de recibir el aliento de dragones invisibles. Estas «pruebas», por muy importantes que las consideren los defensores del dragón, son muy poco convincentes. Una vez más, el único enfoque sensato es rechazar provisionalmente la hipótesis del dragón y permanecer abierto a otros datos físicos futuros, y preguntarse cuál puede ser la causa de que tantas personas aparentemente sanas y sobrias compartan la misma extraña ilusión.
La magia requiere la cooperación tácita de la audiencia con el mago: una renuncia al escepticismo o lo que se describe a veces como la suspensión voluntaria de la incredulidad. De ello se deduce inmediatamente que, para penetrar en la magia, para descubrir el truco, debemos dejar de colaborar.
¿Cómo se puede progresar en este tema cargado de tantas emociones, controvertido y fastidioso?
El dragón de los creyentes
Según los creyentes existen infinidad de «Pruebas» de la existencia de Dios. Incluso afirman que cientos de creyentes han visto esas pruebas (milagros o cualquier otro tipo de manifestación divina) pero lo curioso es que nunca son tan concluyentes cuando hay un escéptico cerca. Ni la más mínima evidencia de algo extraordinario o que siquiera insinúe la presencia de seres sobrenaturales. Claro, las excusas abundan:
- Lo que pasa es que sin Fe, nunca obtendrás las pruebas que necesitas. (Esta es una respuesta algo necia ya que si yo tuviese «Fe» de seguro no necesitaría ninguna prueba o vería «pruebas» en todos lados)
- Que extraño… que casualidad que hoy no ha ocurrido… pero puedes preguntar a quien desees y te dirán que las pruebas existen. (Si, claro…)
- ¿Acaso no crees que tantas personas unidas alabando y orando a Dios no es suficiente prueba de que el existe y nos escucha?
Otros creyentes deseen desesperadamente tener «Pruebas» de la existencia de Dios que no dudan en darle una «Ayudita» a esas pruebas, falsificando o alterando la realidad para que personas incautas y de gran necesidad de creencia vean desechadas sus dudas; y así de paso, conquistar el corazón de alguno que otro Escéptico Ateo.
Lo paradójico de todo esto es que si a usted un Musulmán o alguien que crea en un Dios que no es el suyo, le ofrece «Pruebas» para comprobar la existencia de esa deidad diferente, de seguro usted se comportaría tanto o más escéptico que yo cuando usted me ofrece las pruebas de su Dios.
Y parafraseando a Sagan:
Que diferencia hay entre un Dios que no es comprobable ni evidenciable con un Dios inexistente
La respuesta sería la misma que respondería ese mismo creyente al pedir pruebas de Alá, Zeus, Ra, Fantasmas o duendes: NINGUNA
