Los dientes y las mandíbulas permiten la masticación constituyendo un avance adaptativo importante ya que permite desmenuzar los alimentos facilitando la digestión. En los mamíferos los dientes son de diferente tipo dependiendo de su ubicación en la mandíbula. Esta dentición se denomina heterodonta. Apareciendo dos series de dientes:
- Los anteriores, especializados en cortar y rasgar (incisivos y caninos)
- y los posteriores, especializados en masticar (premolares y molares)
Esta fórmula dentaria varía mucho entre especies por el número, el tipo de dientes y la configuración de la corona. Esto, junto que estas piezas son las que mejor fosilizan, confiere a los dientes un enorme valor en antropología y paleontología.
Los dientes, un duro del cuerpo
En cuanto a su morfología, el diente de los mamíferos está formado por:
- Corona, que es la parte visible
- La raíz, incrustada en la mandíbula y con función de anclaje
- El cuello o zona cervical, que representa la unión entra las dos regiones anteriores
- La raíz se inserta y se fija en los alvéolos dentarios, una serie de oquedades situadas en los huesos maxilares.
En detalle, el diente se divide en cuatro partes:
- El esmalte, que recubre la corona o parte libre del diente y está formado por cristalización de sales de calcio en forma de hidroxiapatita, constituyendo el tejido más duro del cuerpo.
- La dentina, situada por debajo del esmalte y penetrando en la raíz, se encuentra menos mineralizada y proporciona elasticidad al diente
- El cemento esta formado por tejido conectivo que recubre la dentina en la región de la raíz y contribuye a fijar ésta al hueso.
- La pulpa, es el tejido más blando del diente, recorrido por vasos sanguíneos y nervios que proporcionan la irrigación e inervación al mismo. En la pulpa se encuentran los odontoblastos, células formadoras de la dentina.
El desarrollo embrionario de los dientes tiene lugar a partir del ectodermo formando los esbozos de los alvéolos dentarios, que se comienzan a apreciar en el ser humano a partir del segundo mes de desarrollo.
En todos los mamíferos la morfología, la estructura y el desarrollo son similares variando únicamente su fórmula dentaria. Lógico si pensamos que tienen un origen evolutivo común.
Un origen compartido
Las caracterísiticas de los dientes de los mamíferos concuerda del origen propio de éstos: Reptiles terápsidos que poblaron la Tierra durante el Paleozoico y el Mesozoico. Además de la sustitución de los dientes de leche, por una segunda dentición permanente, también parece proceder de nuestros antepasados reptilianos.
Los paleontólogos han deducido el modelo de mamífero ancestral que tendría 44 dientes diferenciados en seis incisivos, dos canino, ocho premolares y seis molares en cada mandíbula.
En los primates, sólo algunos lemures fósiles han conservado los cuatro premolares. Primates americanos han perdido uno de ellos, mientras que los hominoideos conservan solo dos. Estas pérdidas se produjeron por el acortamiento de la mandíbula y el cambio en los hábitos alimenticios. Los homínidos han modificado también la serie anterior cortadora, típica de carnívoros y presente únicamente en los autralopitecos más antiguos. En el hombre los caninos se han convertido en unos incisivos más a pesar de mantener una ligera diferencia en longitud, testimonio de los «colmillos» de nuestros antepasados. Estructuras intermedias se encuentran en los homínidos fósiles en torno a los 3 millones de años.
Algunos autores opinan que estos cambios alimenticios pudieron contribuir de forma importante al aumento de la capacidad craneal por las alteraciones anatómicas relacionadas con el acortamiento de la mandíbula. No hay que olvidar que el tamaño y robustez de la mandíbula condiciona la estructura de toda la cabeza. Sin embargo, muy posiblemente la evolución de la capacidad craneana supuso un proceso mucho más complejo, con diferentes factores implicados además de la dieta alimenticia.
Demasiados dientes
La dentadura humana supone el resultado de una modificación evolutiva durante millones de años, donde el cambio de hábitats y hábitos ha producido un acortamiento gradual de la mandíbula y, por lo tanto, menos espacio para los dientes. Actualmente tenemos 32 piezas dentales, frente a las 44 del mamífero ancestral. Además, los cambios en la dieta también han producido una modificación en la estructura y función de las piezas dentales, a pesar de que podamos reconocer la misma fórmula en los primates.
Pero la evolución es un proceso continuo y todos los los organismos actuales, incluyendo el ser humano, no somos especies finalizadas, sino formas intermedias entre nuestros ancestros y nuestros descendientes.
Y eso ocurre también con nuestras mandíbulas y nuestros dientes. A pesar de haber acortado la mandíbula seguimos teniendo los mismos 32 dientes que los chimpancés y otros primates. El problema es que no nos caben. La evolución anatómica de la mandíbula no ha ido pareja con la de la fórmula dentaria, y nuestros terceros molares no tienen espacio para desarrollarse con normalidad.
Estos terceros molares son denominados «muelas del juicio» por aparecer tarde, en torno a los 17-25 años. Incluso, cerca del 10% de los seres humanos (con marcadas diferencias regionales) no desarrollan nunca muelas del juicio. Lamentablemente, en el resto suelen producir muy diversos de desvío del resto de la dentadura, empuje en dientes cercanos, crecimiento en dirección incorrecta, etc. Siendo todos motivados por la mencionada carencia de espacio precisando, muchas veces, de cirugía.
Estos molares son órganos vestigiales de épocas en las que las mandíbulas de nuestros antepasados presentaban una mayor longitud. Éstas permitían una mejor masticación del follaje, facilitando la digestión en una dieta fundamentalmente vegetal. Los posteriores cambios alimenticios acortaron la mandíbula, pero aún nos encontramos en pleno proceso de perdida del último molar, con todas las desagradables consecuencias de este poco coordinado desarrollo evolutivo.
¿Qué clase de diseñador inteligente pondría dientes de más sólo para que muchos tengan dolores importantes? Mal diseñador o, realmente, no existe tal.
