¿El cuarto mandamiento se refería a padres como Miguel Bosé, por ejemplo? Él eligió ser un padre soltero.
Moisés trataba de formar un pueblo homogéneo y unido y la autoridad de los padres era el vínculo que unía a los ciudadanos con la autoridad política y religiosa. Honrar a los padres es reconocer su autoridad sobre los hijos, reconocer que los padres pueden mandarnos y aceptar nuestra obligación de obedecerlos. Aunque quizás sea algo extraño, creo que honrar al padre y a la madre indica que algo pasa, digamos, de inicio. Si Moisés apareció con un mandamiento que ordeno hacerlo nos indica que eso no ocurría habitualmente, y no eran muy amables con los padres. Es evidente que la transmisión de la propiedad necesitaba de una familia bien constituida, algo que posiblemente no estaba muy sólido cuando Moisés bajó de la montaña con su par de piedras. Supongo que los mandamientos hablan de las carencias, de aquello que mucha gente no quiere hacer por sí misma, y el de que estos ancestros no estuvieran dispuestos a honrar a sus padres me es similar a la tan manida frase que se escucha hoy en día: «Ustedes no respetan a los mayores».
Durante la infancia estamos protegidos por la figura de nuestros padres. Ellos se interponen entre nosotros y las responsabilidades, los problemas, las necesidades de la vida. Los padres son una muralla protectora. Pero llega un momento en el que los padres comienzan a disminuir en su tamaño protector, hasta que desaparecen. Entonces nos damos cuenta de que nosotros estamos en esa primera fila y nuestros hijos comienzan a guarecerse detrás. Todo esto acompañado de la evidente constancia de la existencia de necesidad, dolor, las exigencias de la vida y la propia muerte. Ya nos hemos convertido en maduros, somos padres y vamos camino a cumplir nuestro ciclo vital de la mejor o peor manera.
Es una tarea difícil, porque ejercer autoridad puede producir excesos y carencias que pueden bloquear el crecimiento hacia la libertad que se busca.
Honrarás a padre y madre, pero ¿honrarás igual al padre que a la madre? Según épocas. A lo largo de los siglos ha habido períodos patriarcales, en los que se honraba al padre y un lugar marginal lo ocupaba la madre. Pero también existieron momentos y grupos humanos que funcionaban como matriarcado, donde la madre era la figura fundamental y el padre un personaje secundario.
Actualmente, mediante la inseminación artificial, es posible tener hijos a aquellas parejas que no los pueden concebir. Pero esta herramienta también posibilita tener hijos a personas sin pareja, una mujer sola, dos mujeres o dos hombres pueden decidir programar un hijo, al que ya lo dejan de antemano sin padre o sin madre. Estamos frente a la idea que considera que los padres son fenómenos culturales de los cuales se puede prescindir. Imagino que este cuarto mandamiento también se dirigiría a los padres, o madres, o padre y padre, o madre y madre que se crean actualmente. Aunque según los grupos religiosos parece que su planteamiento es distinto a esto.
Durante siglos, los ancianos han sido portadores de la experiencia. Eran el registro viviente de aquello que se podía y debía hacer en cada una de las circunstancias. En tribus que no tenían escritura, las personas con experiencia eran las del buen consejo, las que habían pasado por distintas circunstancias y por lo tanto se consideraba que ellas sabían qué se debía hacer y qué se debía evitar.
La creación de la escritura produjo un pequeño desplazamiento del papel la memoria individual. Pero la experiencia de vida de los mayores, su madurez y su sosiego determinó que las comunidades siguieran confiando en sus consejos, lo que los convertía en líderes.
En la antigüedad éste era el gran tema, relacionado a su vez directamente con el concepto del mando. La lógica primitiva consideraba que los padres de los padres de los padres debieron de ser aún más fuertes y sabios que los padres actuales; casi parientes y colegas de los dioses. Lo que aquéllos habían considerado bueno, porque se lo había revelado alguna divinidad, no podían discutirlo los individuos del presente, mucho más frágiles y simples humanos. De ahí el sentimiento de deber de conservar las tradiciones. De ahí la supervivencia de las religiones.
En todas las culturas del mundo antiguo, era obligación respetar al padre y a la madre. Lo que hizo Moisés fue darle un carácter religioso a la norma. A partir de ese momento era el propio Yahvé el que ordenaba respetar a los padres. Honrar significaba socorrerlos en caso de necesidad, enfermedad, vivir con ellos si no podían hacerlo solos. El cuarto mandamiento tuvo un carácter social y económico.
Hoy en día, cada vez se da menos importancia a la experiencia. Incluso se convierte en un obstáculo. En el mundo laboral, alguien que nunca haya manejado una máquina de nueva generación aprende a utilizarla mejor que el que conoce modelos anteriores y tarda más en acostumbrarse a su uso. Además, la persona sin experiencia es más fácil de manejar por ser menos consciente de sus derechos. El que tiene cierta edad sabe lo que le corresponde y crea conflictos a sus patrones ya que no se deja manipular con tanta facilidad. Por lo tanto, la gente con más trayectoria no es la más buscada ni la más aceptada.
Ser joven se ha convertido en un valor en sí mismo. Hay una tendencia a considerar enfermo todo lo que tiene algunos años de más. Conocemos los valores de la juventud: fuerza, belleza, agilidad, espontaneidad. No es bueno ser anciano ni se tiene una valoración positiva de esta etapa de la vida.
¿Todos los padres son respetables?
Pero este cuarto mandamiento tiene sus propios límites. Si la obediencia y el respeto a los padres implica un perjuicio para el hijo, tiene la obligación de respetar a los padres. Uno debe honrar, pero no debe vivir en función de sus padres, no debe ser esclavo de ellos. Honrar significa alimentarlos en su ancianidad, no ocupar el lugar de ellos en la vida, hablarles de una forma respetuosa, pero no quiere decir que uno debe aceptar la carrera que el padre elija o la esposa que ellos prefieran.
Si comparamos la publicidad de hace cincuenta años con la actual, una de las primeras cosas que salta a la vista es que antes los anuncios estaban dirigidos a personas de edad mediana o entradas en años. Poco a poco la publicidad se vio invadida por la presencia de los jóvenes y la venta de cosas que refuerzan aún más esta etapa de la vida: productos de belleza, ropa, bebidas, automóviles, etcétera. ¿Por qué este cambio? Porque hoy poseen tal posibilidad de consumo que hace que los publicistas se dirijan a ellos mayoritariamente.
Los jóvenes conforman un mercado más abierto, prometedor y duradero, un mercado con más futuro y también más ingenuo. Hay pocos anuncios en los que aparezca gente mayor. Incluso cuando se ven, están maquillados y transformados en jóvenes postizos. Esto quiere decir que lo que debe hacer un viejo es vivir disfrazado comportándose como un joven. La regla que se impone es que la gente mayor no debe vivir de acuerdo a la edad que tiene y están excluidas del ideario publicitario. Voltaire daba el consejo contrario. Decía que, si uno no tiene las virtudes de su edad, seguro que tendrá todos los vicios. Así pues, uno debería tener, o al menos intentarlo, las virtudes y capacidades de su edad.
El contrasentido a esta adoración de la juventud, es que nuestras sociedades desarrolladas cada vez tienen menos hijos. Hay un envejecimiento de la población. Nacen pocos niños y eso crea una descompensación social. Los fondos para pensiones y seguridad social se mantienen con la aportación de los trabajadores en activo. Así es necesario que se incorporen permanentemente jóvenes al mundo laboral. La inmigración sustituye a esos hijos que no queremos tener. Llegan a nosotros para cubrir esos huecos de la población que hemos dejado libres.
Pero la unidad familiar ha variado mucho. Antes se contaba con la mujer sacrificada y esclavizada dentro de la casa, dedicada a hacer de enfermera, cuidar niños y abuelos. Carecía de una vida autónoma, y no tenía gran incidencia en el mundo del trabajo. Hoy todas estas circunstancias han cambiado. Como consecuencia de ello, se produjo un vacío en lo referente al trato de los mayores en el marco de la familia.
Los padres son dos elementos básicos de la biografía individual. Pero además de preguntarnos por esta relación entre hijos y padres en cada uno de los núcleos familiares, hay una consideración más amplia, más abierta y más social que hay que tener en cuenta: ¿cuál es la relación en nuestras sociedades entre los jóvenes, las personas maduras y los ancianos? ¿Cuál es el trato que damos a quienes forman parte del eufemismo llamado «tercera edad»? ¿Qué hacemos con las personas que ya no producen, con quienes representan la memoria, la tradición y que a veces constituyen un obstáculo para ciertas renovaciones? ¿Cuál es el papel de la gente venerable en la sociedad actual?
Lo que está claro es que este mandamiento, en la sociedad actual no tiene el sentido que se dio en esa otra época. Los tiempos son distintos y las gentes se comportan de la misma forma. Eso sí. El sentido de este mandamiento es genuino. Pero igual deberíamos honrar y respetar a todos aunque no sean los padres. ¿No?

Las personas mayores en la antigüedad eran muy valiosas por un simple motivo: Su longevidad era una rareza. La espectativa de vida no era muy superior a los 35 años, así que cualquier persona que superar esa edad era considerada un anciano. Sus conocimientos y sabiduría era imperativo conservarlos, por algo aquella cuestión de liquidar varones adultos y ancianos resultaba en la esclavización de una población.
Han cambiado los valores. En paises como Japón, donde la población de la tercera edad es ya un grupo grande y mayoritario a los jóvenes menores de 18, el anciano ya no es visto con tanto respeto como antaño. El «respeto a los mayores» ha disminuido, porque en el mundo, al menos con condiciones de desarrollo mínimas, la espectativa de vida es alta. Incluso en paises tan atrasados como mi Guatemala nuestra espectativa de vida está llegando, gracias a la medicina moderna y varios avances más, a espectativas de vida de cerca de 65 años, impensables solo 20 años atrás. No hay que perder la perspectiva, ya que los ancianos y gente mayor, si las condiciones de salud lo permiten, son maestros ideales para los jóvenes, conocen muchas cosas tanto técnicas como psicológicas, sociológicas, económicas y culturales. Por otro lado, son gente muy poco dada a los cambios, capaces de seguir con el mismo viejo automóvil, televisor o casa, aunque sea el primero una máquina de CO2 ambulante, el televisor un cacharro tragaelectricidad y la casa un cuchitril que se cae a pedazos. Y a nivel sociocultural, son más reticenes al cambio.
Y con los padres, ya hay los que son gentes honesta, buena y educada que cria a sus hijos en el respeto y la disciplina, mientras los hay negligentes, violentos, criminales o hasta peligrosos. Evidentemente, los primeros, que son amorosos y dedican tiempo y cariño a sus hijos, son dignos de ser recordados, los otros, no, porque no le han enseñado nada bueno a sus hijos.
Hola Kurono
Totalmente de acuerdo en todo lo que dices. Concretando en el mandamiento entregado en las tablas entonces podemos acordar que, aunque sea uno de los únicamente 10 mandamientos dados a Moisés, no todos los padres son dignos de honrar. No sólo por dar un óvulo o haberlo fecundado merece ser honrado.
Saludos