Considera exclusivamente las posibilidades favorables, menospreciando el resto de las alternativas.
Quien incurre en esta falacia piensa que las cosas irán bien porque pueden ir bien. Es una forma de turbación que nos lleva a confundir nuestros deseos con la realidad o lo que es meramente posible con lo que es probable o seguro. Cuando Creso preguntó si debía emprender la guerra contra los persas, el oráculo predijo que si lo hacía destruiría un gran imperio. No se le ocurrió preguntar de qué imperio se trataba, y emprendió la guerra confiadamente. La realidad fue que cayó un imperio: El suyo.
Estamos ante una falacia opuesta a la Pendiente resbaladiza. Al contrario que ésta, anima a dar el primer paso. Ahora se trata de mostrar un resultado final positivo pero incierto. El motivo es el mismo: Ofrecer un panorama, en este caso atractivo, que distraiga de la falta de méritos del hecho o decisión que se discuten.
- La construcción del megamuseo se puede defender alegando que, de no construirlo, la ciudad perderá renombre y atractivo; atraerá menos turistas; algunos negocios no se instalarán y otros abandonarán la ciudad; se perderán empleos, subirán los impuestos y descenderá el precio de las propiedades inmuebles. Un desastre.
- Por el contrario, se puede combatir con una buena ensoñación: es mejor emplear esa montaña de millones en mejorar las infraestructuras, el trasporte y la educación, todo lo cual atraerá más industrias, combatirá el paro y permitirá que bajen los impuestos.
Seguramente ni la falta del megamuseo sería un desastre ni el rechazarlo nos traslada al paraíso. Ambas posiciones son falaces porque aceptan que las posibilidades remotas son ciertas y automáticas.