¿Porqué somos tan propensos a que nos duela la espalda? Es uno de los principales factores de absentismo laboral y algunas estimaciones calculan que dos de cada tres personas presentan dolor lumbar en algún momento entre los 20 y los 50 años.
Algunas actividades o posturas poco adecuadas contribuyen a agudizar de las molestias en la espalda, pero el motivo principal es una deficiencia de diseño de la columna vertebral.
La columna vertebral
En el ser humano la columna está compuesta por 29 vértebras de las que las siete primeras pertenecen al cuello, doce son torácicas o dorsales, cinco lumbares y 5 sacras soldadas entre sí. En el extremo, un vestigio de la cola primate constituye un pequeño hueso residual, el cóccix, formado por la fusión de pequeños restos vertebrales. Todas las vértebras se articulan entre sí de forma muy compleja presentando distintos tipos de articulaciones con mayor o menor movilidad según la parte.
A pesar de ser ósea, la columna presenta estructuras cartilaginosas como los discos intervertebrales situados entre los cuerpos de las vértebras que sirven de cojinete tanto durante el movimiento como en el soporte del peso cuando el cuerpo está erguido. Un elevado número de ligamentos sujeta unas estructuras con otras permitiendo la consistencia, junto con la musculatura, de este eje corporal compuesto de pequeños eslabones óseos.
La columna presenta varias curvaturas que le dan una forma sinuosa en visión lateral. Estas curvaturas, junto con los discos intervertebrales, contribuyen a absorber y distribuir el esfuerzo al caminar o en actividades más intensas como correr y saltar.
Es imposible dar una explicación biomecánica de la columna sin acudir al origen evolutivo de la misma. Los vertebrados desarrollaron un envoltorio duro para proteger el sensible tubo nervioso dorsal. Este envoltorio sería el cráneo y columna vertebral en cuyo interior se encuentra el encéfalo y la médula espinal, respectivamente. Sin embargo, como suele ser común en evolución, sobre esta función protectora original se desarrollaron otras posteriores como eran la de sustentación y desplazamiento. Así la columna presenta otra característica importantísima, la de proporcionar un punto de anclaje para la musculatura corporal.
Los primeros vertebrados comenzaron a utilizar este eje duro y móvil para el desplazamiento mediante la ondulación en el plano horizontal. Los peces tienen una aleta caudal con su plano dispuesto verticalmente así las desplazan de derecha a izquierda propulsándole. Los primeros vertebrados que colonizaron la tierra firme se trasladaban también mediante oscilaciones horizontales tal y como hacen los actuales cocodrilos y serpientes. A los que les aparecieron las patas se situaron en los laterales.
Posteriormente las extremidades se colocaron por debajo del tronco para soportar el peso corporal. Esta nueva función lleva al desarrollo de las cinturas (escapular y pelviana), al robustecimiento de los huesos de las patas y a la curvatura dorsal de la columna (cifosis), siendo un arco apoyado en las extremidades para soportar todo el cuerpo prácticamente colgando de ella.
Esta postura requiere un considerable gasto energético porque exige una actividad muscular permanente para mantenerla. El beneficio es la gran ventaja que aporta para la locomoción. Al situarse el centro de gravedad cercano al suelo y por delante de las patas posteriores, puede aprovechar la fuerza de reacción del suelo al avanzar. Por otro lado, esta nueva disposición, permite el movimiento vertical de la columna consiguiendo, mediante movimientos de extensión y flexión (galope), alcanzar una velocidad y empuje considerables. Esto es lo que explica que los mamíferos marinos, que proceden de organismos terrestres, se desplacen mediante movimientos en el plano vertical, colocando sus aletas dorsales horizontales, a diferencia de los peces.
La nueva estructura y función de la columna vertebral aporta grandes ventajas adaptativas pero también comienza a pasar factura un cambio tan drástico sobre una estructura que no estaba pensada para esa evolución. De unos peces que nunca se quejarían de lumbago o contracturas en el cuello, hemos llegado a unos cuadrúpedos que empiezan a sufrir las consecuencias del peso, repercutiendo en problemas en las caderas y articulaciones.
La última vuelta de tuerca: la postura erguida
Sobre esta estructura ya modificada, los homínidos hemos sufrido otro nivel de modificación funcional al utilizarla para servir de poste y permitir la postura erguida o bipedestación. Esta nueva posición presenta muchos problemas producido por las imperfecciones de un órgano original modificado para algo muy diferente que el mantenerse en una postura horizontal.
La posición bípeda resulta mucho más frágil pues el ser humano presenta las partes menos protegidas de su cuerpo totalmente descubiertas y hacia el frente, en lugar de en la parte inferior del cuerpo, mucho menos accesible. Con la excepción de los machos de algún otro primate cercano, somos el único animal que se enfrenta a sus adversarios poniéndole bien a tiro los genitales.
El bipedismo proporciona menos velocidad y un complejo control muscular y nervioso para poder mantener el equilibrio sobre la marcha. En distancias cortas no somos precisamente buenos escapando a predadores. Mantener la postura erguida representa un costo energético muy grande pues muchos músculos dorsales necesitan contraerse constantemente incluso si permanecemos inmóviles pues el centro de gravedad se encuentra por delante de la columna, siendo esta el eje sustentador del cuerpo. A diferencia de otros tetrápodos, cuya base de apoyo es un área delimitada por las cuatro extremidades, en el humano se ve reducida al área que abarcan nuestros dos pies. Esto provoca que desplazar el centro de gravedad fuera del área de apoyo sea muy fácil, perdiendo así el equilibrio. La simple acción de levantar un brazo hacia delante exige un aumento en la contracción de los músculos dorsales para compensar el desplazamiento del centro de gravedad. Este aspecto se ve magnificado en la cabeza pues la columna se inserta en la parte posterior de la base del cráneo, una posición muy retrasada con respecto al centro de gravedad de éste. Para poder mantener la cabeza erguida requiere de una contracción constante dorsales del cuello (por eso tendemos a que la cabeza se nos incline hacia delante a la mínima relajación).
La columna soporta una tensión extrema, por el peso de las partes cefálica, torácica y abdominal es soportado directamente por las articulaciones intervertebrales. Durante el desplazamiento, sobretodo en la carrera, la columna sufre el violento golpe de gran parte de la masa corporal al descender contra el suelo.
El bipedismo ha afectado incluso dificultando el parto pues el nuevo lugar pelvis pasa a soportar verticalmente el peso corporal produciendo un canal del parto más largo y sinuoso que el de cualquier otro mamífero, incluyendo al resto de los primates.
A lo largo de la evolución humana, estos problemas se han ido solventando sobre la marcha de mejor o peor forma. Así la columna se ha curvado dorsoventralmente para equilibrar el centro de gravedad y amortiguar las tensiones verticales, las vértebras se han hecho más redondas para soportar mejor el peso, la cintura pelviana se ha modificado haciéndose más robusta mientras que la escapular se ha aligerado para primar la movilidad de los miembros superiores modificados para la manipulación. Las extremidades posteriores, por el contrario, se han fortalecido ósea y muscularmente, al ser ahora las únicas responsables del soporte y desplazamiento.
Por si fuera poco nuestras crías no pueden andar nada más nacer pues tienen que aprender dificultosamente, siendo especialmente vulnerables y totalmente dependientes de sus progenitores.
La improvisación pasa factura
Como cabe esperar de cualquier parche. Todas estas soluciones presentan importantes desventajas agravadas por ser adaptaciones relativamente recientes (no más de 6 o 7 millones de años). De esta forma sufrimos dolores de espalda generalizados, contracturas, fragilidad de las vértebras, hernias discales, pinzamientos, partos complejos y peligrosos, unas crías con una gran indefensión durante un largo período.
Nuestro bipedismo produce una mayor propensión a las lesiones accidentales en rodillas y tobillos que deben soportar todo el peso del cuerpo, son especialmente frágiles. En el extremo opuesto, el gran tamaño, el peso y la elevada posición de la cabeza hacen que la pérdida del equilibrio pueda acabar estampando nuestro cráneo contra el suelo con gran violencia, siendo demasiado comunes las lesiones craneales y encefálicas por un mero tropezón o un simple desvanecimiento.
Por si fuera poco la edad va produciendo un aplastamiento progresivo de la columna y especialmente de los discos vertebrales, que se traducen en una curvatura cada vez mayor y las consecuentes pérdidas de funcionalidad, merma en la estatura y desarrollo de cifosis.
Pues vaya. ¿No?
Es evidente que ningún diseñador divino competente habría cometido tal serie de chapuzas a la hora de construir un organismo bípedo de haber tenido libertad de acción. Si nuestra estructura hubiera sido mínimamente meditada, la disposición, estructura y funcionamiento del esqueleto y musculatura sería muy diferentes.
La única forma de comprender el porqué se ha producido tal chapuza es estudiar de donde procedemos y cómo hemos alcanzado la bipedestación. Nuestro cuerpo corresponde a un tetrápodo puesto de pie que, a su vez se, originó a partir de peces con una columna diseñada para anclar los músculos implicados en el desplazamiento, no para soportar el peso. La anatomía comparada nos enseña cómo los huesos y otros órganos se han ido modificando a partir de las estructuras anatómicas de nuestros ancestros no bípedos con configuraciones biomecánicas muy diferentes.
No podemos explicar que nuestras manos tengan exactamente los mismos huesos que nuestros pies sin recurrir a las extremidades similares de los mamíferos de los que procedemos. Seríamos incapaces de entender por qué nuestro eje de sustentación esta en posición dorsal en lugar de central si no lo comparamos con la columna vertebral cuadrúpeda. Pensaríamos en nuestro canal del parto como obra de un sádico si no lo analizáramos como producto de una pelvis de vivíparo modificada.
Pero debió merecer la pena. La postura bípeda supuso una ventaja adaptativa tan grande que compensara todas las desventajas que produce. Aunque es un tema muy discutido en antropología, el bipedismo ofreció muchos beneficios a nuestros antiguos parientes. La postura erguida parece haber surgido antes de que los homínidos abandonaran el medio boscoso, posiblemente incluso como una adaptación a determinado tipo de desplazamiento arbóreo. Posteriormente, cuando los cambios climáticos redujeron estos hábitats en favor de las grandes extensiones herbáceas de la sabana supuso una mejor posición para examinar el horizonte por encima de la vegetación herbácea, para localizar tanto depredadores como refugios. A diferencia del mantenimiento de la postura y de la carrera, la marcha bípeda lenta es menos costosa energéticamente, permitiendo recorrer grandes distancias en un medio como la sabana, mucho más pobre en recursos que la selva o el bosque. Algunos autores también apuntan que el cambio de conformación pudo favorecer el aumento de la capacidad craneana y el tamaño del cerebro aunque el aumento distintivo en Homo es muy posterior a la bipedestación.
Por otro lado la bipedestación permite liberar los miembros superiores, dejando vía libre a una especialización de estos en la manipulación, comenzando por la capacidad de transporte y finalizando con la habilidad de fabricar y manipular herramientas muy elaboradas.
