Abraham selló un pacto con Yahvé, por el que se le prometía ser padre de una muchedumbre de pueblos y la tierra de Canaán a cambio de que él y los varones de su casa se hicieran la circuncisión. ¿Qué clase de mandato divino es ese?
Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo:
-Este es mi pacto contigo: serás padre de muchedumbre de gentes.
No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.
Te multiplicaré en gran manera, y de ti saldrán naciones y reyes.
Estableceré un pacto contigo y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: un pacto perpetuo, para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti.
Te daré a ti y a tu descendencia después de ti la tierra en que habitas, toda la tierra de Canaán, en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.
Dijo de nuevo Dios a Abraham:
-En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti de generación en generación.
Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado.
Circuncidaréis la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros.
A los ocho días de edad será circuncidado todo varón entre vosotros, de generación en generación, tanto el nacido en casa como el comprado por dinero a cualquier extranjero que no sea de tu linaje.
Debe ser circuncidado el nacido en tu casa y el comprado por tu dinero, de modo que mi pacto esté en vuestra carne por pacto perpetuo.
El incircunciso, aquel a quien no se le haya cortado la carne del prepucio, será eliminado de su pueblo por haber violado mi pacto.- Génesis 17:3-14

El camino inverso ha seguido otro rito semejante, la ablación del clítoris, nacido también en África y que el islam ha difundido por oriente, pero que es piedra de escándalo en occidente, en donde, a causa de la fuerte sensibilización por el movimiento liberador femenino, no se ve en él más que una bárbara agresión de género institucionalizada, una añagaza del patriarcalismo para anular la personalidad de la mujer y reducirla al papel de servidora y reproductora. Para colmo, su inutilidad desde nuestro punto de vista es más evidente aún que en el caso anterior y el dolor y los riesgos, superiores. Sin duda, en su origen, ambas mutilaciones genitales compartían algo ¿Qué?
Émile Durkheim, uno de los creadores de la sociología moderna escribió un ensayo titulado Las formas elementales de la vida religiosa; a él pertenece el siguiente párrafo:
[…] está fuera de duda que estas creencias y prácticas religiosas parecen a veces desconcertantes y quizá se sienta la tentación de atribuirlas a algún tipo de aberración profunda. Mas por debajo del símbolo hay que saber encontrar la realidad simbolizada, aquella que le da su significación verdadera. Los ritos más bárbaros, los más extravagantes, los mitos más extraños traducen alguna necesidad humana, algún aspecto de la vida, ya sea individual o social. Las razones que el fiel se da a sí mismo para justificarlas pueden ser, y de hecho lo son la más de las veces, erróneas; no por ello deja de haber razones verdaderas; es quehacer de la ciencia el descubrirlas.
Aunque lo parezca, no se refería a estas dos prácticas ni a ninguna otra en concreto, pero viene tan al pelo que parece que estuviera pensando en ellas.
La pureza es un concepto básicamente religioso. Lo puro (sin mezcla) es lo bueno y se opone a lo impuro (mezclado, corrompido) que es lo malo. Aparece en todas las religiones, incluidas las más elementales, y todas muestran una gran preocupación, dando lugar a una normativa prolija para mantenerla o alcanzarla. En apariencia, el sexo se presenta mezclado: en las mujeres hay un elemento masculino (el clítoris) y en el hombre un elemento femenino (el prepucio, piel que protege y oculta el glande, y que recuerda el genital femenino). La extirpación de uno y otro debió tener la función de conseguir la pureza, que sólo puede traer beneficios para la acomodación de cada individuo en su sexo y para la procreación: es justo lo que esperan las mujeres africanas o musulmanas que someten a sus hijas a la operación; es lo que promete Yahvé a Abraham, ser padre de una muchedumbre. No se trata pues de una barbarie sin sentido, sino de una conjetura arraigada profundamente que ha sobrevivido desde creencias ancestrales en tiempos primitivos y que llegó a nuestros días adaptándose a religiones complejas (judaísmo, islamismo), perdiendo o difuminando en el viaje su sentido originario, pero conservando su fuerza.
La circuncisión, la ablación… muestras del poder del dogma
Intentar combatir la ablación con criterios y argumentos extraídos de la civilización occidental o con la simple prohibición puede, no sólo resultar inútil, sino incluso provocar una reacción. La mirada de occidente que únicamente ve barbarie en esta práctica, es tan irracional y falta de comprensión como la de las africanas que se empecinan en ella.
