Los griegos y los romanos tenían cada día dedicado a un dios. Si las personas trabajaban de sol a sol todos los días del año, debían dejar un espacio dedicado al culto. Y eso era necesario para que el pueblo estuviera dirigido por los líderes religiosos y dieran sentido al aparato religioso del templo. El sábado, día sagrado en que no se trabaja, es la forma histórica de reserva de tiempo de la vida humana para la religión y hacerla así socialmente relevante.
Guardarás el sábado para santificarlo, como Jehová, tu Dios, te ha mandado. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios. Ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que tu siervo y tu sierva puedan descansar como tú. Acuérdate de que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová, tu Dios, te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido, por lo cual Jehová, tu Dios, te ha mandado que guardes el sábado.
- Deuteronomio 5:12-15
Los campesinos siempre han trabajado teniendo en cuenta las estaciones y las épocas del año, nunca como semanas. Tenían que sembrar en un momento y cosechar en otro no podían atenerse al pequeño período de siete días. La semana no tiene nada que ver con el sol, la lluvia o el viento, está relacionada con la forma de acotar el tiempo en la ciudad. Se inventó al margen del calendario solar.
En el mundo judío había cinco grandes fiestas, planificadas en función de la agricultura, copiadas de los cananeos y los fenicios. Estas grandes fiestas, como la de los Tabernáculos, eran de carácter obligatorio y generaban una interrupción en el trabajo, porque la gente debía desplazarse hasta Jerusalén, que era el centro de la celebración.
Los cristianos cambiaron el día a santificar al domingo. ¿Por qué el domingo y no el sábado? Porque a la semana misma de la resurrección de Cristo, el domingo, los apóstoles se reunieron para celebrar el milagro.
Un mandamiento aliviador
El trabajo no es bueno, sino todo lo contrario, y la prueba es que te pagan por hacerlo. No hay que olvidar que lo importante es sólo trabajar para vivir, y no sacrificar la vida al trabajo. En realidad, la idea de dedicar un día a Dios fue una excusa magnífica, ya que no se podía cocinar, trabajar, ni encender fuego, etc. Lo único posible era permanecer en un estado de pasividad. Además, este mandamiento ponía en cuarentena la maldición bíblica a Adán y Eva, cuando fueron expulsados del Paraíso, y que dejó a la humanidad trabajando para ganar el pan con el sudor de su frente. El judaísmo asoció desde un principio la idea del descanso al Génesis, a la creación del mundo.
Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.- Génesis 1:3
Voy a dejar un titular: La esclavitud fue un avance
La esclavitud es uno de los males más terribles que ha padecido la humanidad durante siglos. Pero analizándola fríamente y con la anestesia del tiempo, la esclavitud fue uno de los grandes avances de la civilización. Los pueblos guerreaban entre sí y el destino de los adversarios derrotados no era otro que el de la muerte. No existía piedad para el vencido, ni para su familia. El triunfador masacraba a hombres, mujeres, niños y ancianos.
Cuando los pueblos comenzaron a necesitar mano de obra para cubrir sus requerimientos de agricultura, ganadería y construcciones, entendieron que era mucho más útil esclavizar que matar, con lo que además les daban una posibilidad de supervivencia. Ese esclavo conquistado y sometido por la fuerza se convertía en parte de la sociedad a la que se integraba, aunque careciera de todos los derechos que poseían sus amos. Poco a poco, a lo largo de los siglos esos trabajadores fueron ganando reconocimiento y dignidad, de tal modo que el trabajo pasó de ser una obligación atroz a ser un derecho exigible y necesario, rodeado de garantías. Esta historia de la evolución de las fuerzas laborales está inmersa en el desarrollo de la civilización.
Pero el trabajo no siempre ha sido un valor bien visto. En el pasado era identificado con las clases bajas, una maldición a la que estaban obligados los pobres. Los valores imperantes eran los aristocráticos: la guerra, la caza, el baile, el mando. Las personas que vivían de forma deseable no trabajaban y se enorgullecían de no hacerlo. Las mujeres debían tener sus manos finas y tersas, no encallecidas por las tareas diarias. Sus rostros debían ser blancos, lo que las diferenciaba de las miserables campesinas que se exponían todos los días al sol. A partir del siglo XIII las cosas empezaron a cambiar, con el ascenso de la burguesía, se comenzó a tener en cuenta la importancia de que una persona fuera trabajadora, responsable y que pudiera levantar una empresa con su esfuerzo.
Al llegar el siglo XIX estos conceptos se impusieron de forma definitiva. Como contraposición, a fines del siglo pasado hubo una nueva revaloración del ocio. ¿Ha merecido la pena este proceso modernizador que nos llevó a ser propietarios?
Sin embargo, no toda la humanidad es igual. Los pueblos considerados incivilizados trabajan muy pocas horas al día y no necesitan de muchos objetos para vivir. Tampoco se preocupan por las posibles dificultades que pueda acarrear el futuro. Lo que sí tienen es tiempo libre que utilizan para divertirse o sencillamente para no hacer nada. Los especialistas en temas económicos insisten en que esta gente vive en la escasez. Lo que no entienden los economistas es que son millonarios en ocio, uno de los bienes más preciados en estos días.
El problema más acuciante es el ocio, pues es muy dudoso que el hombre se aguante a sí mismo.
- Nacho Duato
Vivimos en una época en la que el ocio es más cansado que el trabajo. Aunque parezca un contrasentido, el ocio es un tiempo ligado íntimamente a la producción. Es el momento del gasto. Se trabaja con intensidad para acumular dinero que luego será gastado durante las vacaciones, la segunda residencia de recreo, las diversiones, el entretenimiento, etc.
El tercer mandamiento es el mandamiento del ocio y del juego, es el mandamiento de la diversión, el mandamiento del deporte, de las bellas artes y del disfrute de la vida. Y no solamente el mandamiento de ir a misa los domingos bajo la angustiosa amenaza del fuego eterno. Hemos de reflexionar acerca de para qué queremos todo lo que conseguimos con el trabajo. Estás trabajando seis días a la semana y de pronto hay un día en que paras, miras al cielo y al infierno, y te preguntas, ¿qué sentido tiene todo esto?. Y ese instante de reflexión es el descanso.
El trabajo en la antigüedad podía ser extenuante pero, al menos, el individuo guardaba siempre la impresión de que era el dueño de aquello que estaba haciendo. Con su esfuerzo veía brotar un objeto, un producto. Algo completo y determinado que salía de sus manos.
Se nos dice: No trabajéis
No se pensó ningún mandamiento que obligase a trabajar. La necesidad de trabajar era tan elemental que no se consideró necesario incluirla entre las obligaciones de los hombres. Este tercer mandamiento es el único que nos prohíbe algo que no nos apetece. Algo que a nadie le amarga. Es el mandamiento más jubiloso y más fácil de seguir. Yo supongo que nadie presenta objeciones a pasar un día de descanso. La expresión es santificar las fiestas, pero quiere decir que se debe dedicar la jornada al propio yo, al propio gusto, al desarrollo de la propia personalidad y no simplemente a la productividad. De modo que estamos ante el más hedonista de los mandamientos. Se trata de una ley que cubre una serie de aspectos que en primera instancia no se nos hubiesen ocurrido: las relaciones con el trabajo, con el ocio, con el sentido mismo de la vida. En definitiva, mucho más rico y profundo que simplemente pensar en obligarnos a dejar de hacer nuestra rutina una vez por semana.
De todas formas es poco comprensible el que pudiera ser tan categórico este mandamiento condenando a alguien por trabajar el día destinado a la alabanza de ese Dios que tutela. ¿Este mandamiento no hace distinciones? Alguien que no trabaje habitualmente y se surgiera la oportunidad, sería cruel el que recibiera la ira del Dios por trabajar. Al fin y al cabo fuimos condenados a ello en el Génesis. ¿No?
Lo cierto es que este mandamiento no se toma mucho en serio. Hoy en día se hace un descanso… los que pueden. Pero los que no lo hacen no son especialmente traumatizados por no cumplir este mandamiento. Entiendo algo curioso que habiendo sólo 10 mandamientos, el que alguno sea “prescindible” dice muy poco de la calidad del mensaje concreto del las tablas.
