Con el sugerente título de: EL GRAN DISEÑO. Stephen Hawking; ¿Es Dios Creador un mito que se ha desmoronado?, de la revista GARNATA nº 11 Noviembre 2010. José M. Castillo (Teólogo) me ha sorprendido agradablemente.
El motivo de mi sorpresa es porque este teólogo, sin dudar de su fe en dios, deja muy claro que la ciencia abarca unos saberes y unas competencias donde la religión no ha de entrometerse y viceversa. Abandona una postura, habitual entre los creyentes, de conceder a la Biblia potestad para dar explicaciones que únicamente se pueden dar racional y empíricamente. Transcribiré literalmente párrafos de este artículo y haré comentarios sobre estos.
Yo no voy a discutir aquí la teoría de la expansión del universo a partir del Big-Bang y sus consecuencias en el ámbito del saber científico. Ni yo soy experto en esas cuestiones, ni por tanto me corresponde entrometerme en un terreno que no es el mío. Lo que sí quiero dejar claro, desde este momento, es que la experiencia histórica nos enseña sobradamente que cuando los saberes propios de la ciencia se han rozado (y peor aún si se han mezclado) con los saberes que corresponden a la religión, semejante mezcolanza ha dado siempre malos resultados. Y en determinados casos, se ha llegado a serios conflictos. Los problemas que la Iglesia tuvo con Galileo y Darwin – por citar sólo dos ejemplos – son notorios. Y bien sabemos que, en tales casos, siempre salió perdiendo la religión. ¿Ocurrirá lo mismo ahora con motivo de las conclusiones a las que ha llegado Stephen Hawking?
– Por mi experiencia personal, el que alguien vinculado con la religión pueda comentar que ante los avances científicos la iglesia siempre ha salido perdiendo y proporciona una postura de modestia a la hora de hacer interpretaciones, es todo un ejercicio de autocrítica y, a la vez, define unos comportamientos que ha de hacerse ante lo que la ciencia puede ir descubriendo en un futuro…
Hoy, cuando los conocimientos que más se valoran y se aprecian no son los relativos a “lo trascendente”, sino a “lo inmanente”, resulta igualmente comprensible que los hombres de ciencia lleven la voz cantante en cuanto se refiere a los saberes que de verdad le interesan a la gente. Por eso, ni más ni menos, hoy tiene más aceptación la teoría del Big-Bang que la creencia en la Creación. Pero, insisto, si mal hicieron los creyentes en la Creación divina cuando pensaron que con tal creencia explicaban el origen del mundo y demostraban la existencia de Dios, mal hacen también los científicos si se ponen a decir que, al explicar el origen del universo desde el Big-Bang del mismo universo, con eso están autorizados para dar el salto y rebasar el horizonte último al que puede llegar el saber científico, llegando a afirmar que “Dios no existe”, como si eso pudiera ser una conclusión científica.
– Creo que aquí José M. Castillo está algo confuso. Puedo asegurar que los científicos no están en estas discusiones por placer. Seguro que es muy frustrante el tener que bajar a ese discurso tan bajo para el intelecto y tener que argumentar ante manifestaciones basadas en hecho bíblicos. Tantos siglos de ciencia a nivel colectivo y tantos años a nivel personal de cada uno de los científicos, en tantas ramas diferentes de la ciencia, teniendo que argumentar ante los siete días inspirados de dios e incluso ante el “muñecote de barro” para explicar el origen del hombre. Es muy penoso tener que descender a un discurso tan bajo para argumentar ante unos ignorantes tan poderosos.
Me parece importante caer en la cuenta de que la “no-existencia” de la creación no demuestra necesariamente la “no-existencia” de Dios. Quiero decir que Hawking, en su argumentación, da un salto que, en sana lógica, no está autorizado a dar. Porque, si la fe religiosa afirma la existencia de Dios, esa afirmación no se basa en el hecho de la creación. La religión más antigua del mundo que conocemos, la religión de Mesopotamia, que existió durante más de 3.000 años, no habló nunca de una creación ex nihilo. Para las gentes que creyeron y practicaron aquella remota religión, “nada salió de la nada.
– Este teólogo ahora nos dice que la gente cree en dios obviando el hecho de que la Biblia describa la creación de todo. Me resulta curioso porque cuando hablo con creyentes lo primero que me preguntan es: Entonces para tí ¿como se creó todo?
Sr. Castillo, el preguntarse “a donde vamos” y “de dónde venimos” son las dos cuestiones básicas que inician el la intepretación religiosa de la realidad. Y la ciencia, cada vez más, tiende a ir contestando a estas dudas…
… el pueblo de Israel creyó en Yahvéh durante siglos sin hablar de la creación ni tener claro que la existencia del mundo se debe a la creación divina. Gerhard von Rad, que sigue siendo uno de los más autorizados conocedores del Antiguo Testamento, explica cómo en la religión cananea, con la que convivieron los israelitas, se conocían mitos relacionados con la creación, pero es un hecho que los textos bíblicos relativos a Dios creador son mucho más recientes. Es decir, Israel creyó, durante siglos, en Yahvéh. Pero no tuvo claro que Yahvéh fuera el creador del mundo. La explicación más probable de este retraso parece que está en que “Israel necesitó un período un período bastante largo para establecer la relación teológica entre la antigua fe en la creación y su tradición propia” (G. Von Rad). Quiero decir, por tanto, que el credo religioso más antiguo de Israel no contenía nada sobre la creación. Porque lo determinante de la fe israelita no era la creación, sino la salvación.
– Entonces. ¿El Génesis qué es? Para ser la Biblia un librote inspirado por Dios… pues José M. Castillo le está quitando toda autoridad posible. Es decir, es un libro divino escrito en unas épocas determinadas para dar una explicación moral y le quita toda autoridad para explicar acontecimientos explicables por la ciencia.
Desde luego que es un paso interesante el de este teólogo pero, por lo que veo, ya se están comenzado a interpretar la Biblia ante futuros acontecimientos que aplastarán palabra por palabra al librote.
Los hombres empezaron a creer en Dios porque se sintieron limitados, en una vida dura y difícil, carente de sentido en tantas cosas, necesitados de una vida mejor, quizá esperanzados por alguna forma de salvación. Y esto es lo que motivó en ellos el anhelo de la creencia religiosa. Más tarde, y después de mucho tiempo, empezaron a buscar respuestas a las preguntas que se les iban planteando, una de las cuales tuvo que ser por qué existe este mundo. Por tanto, lo primero no fue el conocimiento de la creación y, de ahí, se dedujo la existencia de Dios. Y, pasado mucho tiempo, se empezó a pensar en que el mundo existe porque fue creado de la nada por Dios.
– Totalmente de acuerdo… Es decir: DIOS ES UN PLACEBO
Cualquier persona culta debería saber que los relatos sobre la creación, que se encuentran en los capítulos primero y segundo del Génesis, son relatos que provienen de mitos antiquísimos, muy anteriores a la redacción que ha llegado hasta nosotros. Concretando más, las historias bíblicas de la creación provienen de dos tradiciones: la que recoge el documento sacerdotal (Gen 1, 1 – 2, 4a) y la que extrajo del “yahvista” (Gen 2, 4b-25). De estas tradiciones, la opinión común es que la historia yahvista de la creación es bastante más antigua que la del documento sacerdotal. Pero es precisamente este documento, el sacerdotal, el que nos habla de la creación del mundo, mientras que el yahvista se limita a reproducir el mito del paraíso. Otras menciones importantes de la creación se encuentran en los Salmos (33 y 136) y, sobre todo, en el Segundo Isaías (Is 40-55). Pero, insisto, toda esta documentación es tardía.
– Como ya he comentado en otras entradas de este blog. La Biblia sólo es una colección de relatos escritos por hombres inspirados por tradiciones conocidas para poder conducir políticamente a un pueblo.
…[referente a la creencia de Dios creador] … Semejante planteamiento sólo se encuentra en exhortaciones simplistas inventadas por catequistas equipados con una teología anticuada o defectuosa. Me refiero a dichos como aquello de “No hay reloj sin relojero, ni mundo sin Creador”. Esto equivale a hacer de Dios un presunto supremo relojero. Lo que suena a una burda ridiculez.
– Aquí está claro que vapulea a los creacionistas. Está bien que interprete que estos planteamientos no deberían exponerse para contrariar obviedades científicas. Luego es evidente que si los científicios han de explicarse no es porque quieran sino porque tal contaminación está afectando fatalmente al desarrollo de los individuos…
Porque la ciencia se refiere siempre a realidades empíricas que se pueden constatar y que, utilizando los métodos propios del saber científico, pueden verificarse o comprobar que son falsas, siempre de acuerdo con los límites que marca el “paradigma” científico vigente. La religión, por su parte, se refiere siempre supuestas realidades trascendentes a las que el creyente sólo tiene acceso mediante la fe. Y la fe nunca se puede fundamentar sobre una evidencia científica, sino que brota inevitablemente de una convicción libre.
– Está claro. La ciencia es ciencia y la religión es el placebo que la gente puede necesitar para autosatisfacción. De nuevo el título de este blog describe perfectamente lo que es el hecho religioso.
… si se trata de construir un puente o levantar una casa, para eso es más importante la ciencia que la fe. Pero si de lo que se trata es de relacionarse bien con los demás, para eso es indispensable tener algo de fe en el otro, creer que el otro me cree o, por el contrario, percibir que el otro no se fía de mí. Este saber, ya no es científico. Ni se puede verificar echando mano de una calculadora, de un termómetro o de un ordenador informático. Para la confianza, la estima, el sentimiento de seguridad, el respeto, el cariño o también el odio, para ese orden de realidades y tantas otras por el estilo, para todo eso sirve de poco la ciencia o el solo discurso de la razón analítica.
– ¿Sabrá este hombre que incluso esos sentimientos de los que habla son estados psicóticos y físicos producidos en el cerebro? En serio. Lo que quiere decir es que esa confianza, estima, seguridad… se lo da la religión. Pero ¿no hace lo mismo alguien que crea en el Tarot donde desea que se le explique qué acontecerá con determinadas facetas de su vida? Sin embargo los creyentes en alguna religión verán en este ejercicio esotérico como una categoría menor e incluso ofendidos por, siquiera, compararse con ello.
La creación no es el argumento que la Biblia utiliza para demostrar que Dios existe. Ni es una prueba irrefutable de que hay un presunto poder divino en el que todo tiene su origen y su razón de ser. Teorías así, no pasan de ser especulaciones baratas, que seguramente algún día se cocieron en la mente casi hueca de catequistas mal formados. La Biblia no se dedica a explicar científicamente por qué existe el Universo. Los autores bíblicos no tenían ni idea de eso. Ni eso es un asunto que ha de concernir la creencia o la no creencia religiosa de la gente. La literatura sapiencial de la Biblia, en el libro de los Proverbios, en su precioso Himno a la Sensatez (L.Alonso Schökel), dice de manera sorprendente que lo primero que Dios creó fue precisamente eso, la “sensatez”, y después vino todo lo demás.
El Señor me creó como la primera de sus tareas,/ antes de sus obras […]/ Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;/ cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano,/ cuando imponía su límite al mar,/ y las aguas no traspasan su mandato;/ cuando asentaba los cimientos de la tierra,/ yo estaba junto a él, como artesano,/ yo estaba disfrutando cada día,/ jugando todo el tiempo en su presencia,/ jugando con el orbe de la tierra,/ disfrutando con los hombres. Prov 8,22-31
No se puede hablar de la creación con fórmulas científicas. Porque la creación no se refiere a nada de eso. La creación no brota ni de la razón, ni de la física o la matemática. La creación es una expresión de la fe. La fe que nos dice que, en este mundo, hay esperanza, libertad y sensatez, que hay juego y alegría, y que podemos disfrutar de esta tierra, porque, no obstante tanta y tanta insensatez como palpamos, existe esa profunda experiencia de la fe en los “otros” y en el “Otro”. La fe que se traduce en símbolos, “los centinelas del horizonte” (Paul Ricoeur), que colman el anhelo de sentido, felicidad y futuro que todos llevamos en la sangre.
– Leyendo este artículo supongo que muchos creyentes estarían refutándole más que yo, que soy ateo. Pero me es grato el saber que después de tantos siglos de tanto estudioso bíblico cada vez encuentren más dificultades para explicar las convicciones defendidas desde hace tanto tiempo y tenga que reinventar las palabras de un dios inventado por humanos.
Un teólogo o un Papa. Cuando se razona se llega a la misma conclusión: Dios es un placebo
